Capítulo 4: El dúo

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"Me voy." Le contesté. "Toma lo que vayas a necesitar."
Tomé algunos artículos de primera necesidad y los puse en el bulto. Como buena amiga de la oscuridad agarré una linterna de mi cuarto y la prendí. Me senté en la cama por última vez, suspiré y puse el bulto sobre mis hombros. Por último tomé mis botas favoritas color marrón- las que no son de vaquera- y me las puse con 2 pares de calcetines en mis pies. Pensaba que podría necesitar mucha ropa así que traté de usar lo más posible para no tener que cargarlo ni dejarlo.
"Es peligroso, Carla. No puedes ir sola." Ricardo me advirtió.

"Ya no tengo miedo. ¿Vienes o no?" Le contesté.

"Sí. No te dejaré sola." Titubeó.

Yo subí mis cejas y le dí el "estas-seguro-de-esto" tipo de gesto que haría cualquiera al percatarse de una mentira de alguien. Ignoré el simple hecho de que me había mentido y se me pasó. Quizás pensó que yo pensaría que era un muchacho miedoso en este tipo de situaciones. No lo juzgo. Es el fin del mundo, ¿quién no estaría mojando los pantalones?

Camine hacia las escaleras y bajaba cada escalón con cuidado. Observaba lo imperfectas que eran estas escaleras y por primera vez en muchos años me percaté que aunque no eran perfectas nos funcionaron siempre. Él iba bajando pocos escalones detrás de mí cuando se percató de lo mismo que yo porque me dijo:

"¿Estas escaleras están viradas o soy yo?"

Yo me viré hacia él y sonreí.

"Sí, señor. Así es. Están como 30 grados más a la derecha que las superiores." Contesté.
"Algo bueno saldrá de esto." Me dijo.

Yo continué bajando las escaleras.

"¿Y qué es eso?" Le pregunté.

"No tendrás que coger trigonometría ni química."

"Tenía ganas de coger química el próximo año." Bajé la voz, comentándole.

Fui directo a la cocina a buscar comida enlatada que podríamos usar y fósforos.

"Yo soy muy malo en esa clase. Se supone que tomáramos una prueba hace 2 meses." Dijo.

Empaqué varias latas de salchichas, espagueti y vegetales que encontré. Ricardo pudo encontrar botellas de aguas intactas y una caja de mi cereal favorito.

"Vas a poner parte en tu mochila y yo pondré otra parte en la mía." Sugerí.

Ricardo buscó su mochila y puso varias latas en ella. Me quedé mirándolo mientas lo hacía y así me quedé varios segundos, solo observándolo. Él subió su barbilla lentamente y sus ojos se encontraron con los míos. Yo solo sonreí y me moví rápidamente hacía la sala. Ya había un poco más de iluminación de la ventana de arriba (la de mi habitación).

"Tenemos que comer antes de irnos." Sugirió Ricardo.

Los dos sacamos una lata de comida de nuestra preferencia para matar el hambre. Nos sentamos en la sala uno frente al otro. Yo intentaba no hacer ningún tipo de contacto visual con él, pero era inevitable. Me miraba y yo por curiosidad lo miraba. Lo más vergonzoso era el hecho de ser una chica con una forma terrible de comer. Ciertamente me incomodaba tener que comer como una persona decente en un momento nada decente.

"Buen provecho." Le dije.

"Gracias. Igual a ti." Sonrió.

Yo en pocos minutos terminé de comer y llevé la lata a la cocina para botarla. Sí, irónicamente. Para mi sorpresa él se apareció detrás de mío y yo me sorprendí.
"Perdón." Dijo.

Yo lo evadí y fui a coger mi mochila. La puse en mis hombros y tomé la pistola. Puse mis ojos en Ricardo y esperé a que él se preparara para salir. Me acerqué a la ventana lentamente para ver el panorama exterior. Con mis dedos aparte la cortina que habíamos colgado para tapar la vista y me asomé. Habían varios caminantes sobre el césped muy cerca del territorio de la casa. Yo nunca había matado antes ni tampoco lo había intentado. Me preocupaba ciertamente mi forma de reaccionar ante el peligros o "ellos" quienes eran personas anteriormente. Más aún me hace recordar a mis padres y a mi gato Cristopher.

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2016 ⏰

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