III

11.5K 1K 218
                                    


Los recuerdos de la noche pasada no salían de su mente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los recuerdos de la noche pasada no salían de su mente. La deliciosa sensación eléctrica que recorrió todo su cuerpo, los gemidos que no se molestó en ahogar, la manera en la que se humilló rogando en vez de ordenar, la forma en la que movió sus caderas para obtener más placer y las vergonzosas cosas que le hizo decir su mayordomo no paraban de repetirse en su cabeza como una película. Una muy sucia, caliente y humillante película. Acarició sus propias caderas y agarró la tela del desarmado vestido a su lado en un puño. Sentía un cálido hormigueo en la piel que Sebastian había tocado y sus mejillas ardían con aún más intensidad. Su corazón latía fuertemente contra su pecho y tenía una nerviosa sensación en el corazón que se extendía por su estómago como fuego en la pradera. Se talló los ojos y suspiró por el cansancio. No necesitaba mirar hacia el lado para saber que iba encontrarse con un espacio vacío y perfectamente ordenado. Se levantó de la cama, tensó sus adoloridos hombros y uno de los huesitos de su espalda sonó. Recordó entonces las veces en que Tanaka lo regañaba por tomar demasiado té, diciéndole que eso hacía mal ya que estaba creciendo y necesitaba tomar leche —Sin demasiada miel, porque entonces tendría caries— para ser fuerte y alto. Un leve atisbo de melancolía y amargura cruzaron su rostro por un momento, desvaneciéndose tan pronto como aparecieron. Al contrario de Tanaka, a Sebastian no le importaba cuanta miel tomase, le daría cuanta él quisiera. Jamás le limitaría en nada, y eso le asustaba. Mierda, realmente le asustaba. Porque él también se transformaría en lo que Sebastian quisiera, sin importar las consecuencias. ¿Amo, sirviente? ¿Chico, chica? todo eso se revolvía en un remolino confuso cuando estaba con él. Todo eso carecía de importancia y parecía pequeño. Cuando estaba con él el mundo se reducía a solo Sebastian. Sebastian y su sarcasmo. Sebastian y su boca dándole gentiles besos en el cuello. Sebastian dirigiéndole palabras sucias con una voz persuasiva. Sebastian y sus manos recorriendo su cuerpo.

Los días pasaban y ninguno de los dos volvió a mencionar esa noche. Era lógico, pensaba Ciel. ¿Por qué Sebastian iba a mencionar nada sobre esa ocasión? ¿Por qué tendría que seguir siendo así de gentil? Ya consiguió lo que quería. Además, dudaba que él le gustara a Sebastian como un chico, pues las únicas veces que su mayordomo era lindo o gentil con él de esa forma era cuando él estaba vestido como una chica. Se sentía patético. No iba a vestirse como chica solo para que ese imbécil le prestara atención, lo iba a hacer solo cuando se le diera la jodida gana de hacerlo. No podía creer lo asquerosamente bajo que había caído como para siquiera pensar en eso. Sí, le gustaban los vestidos y las cosas bonitas a veces. Pero también era un chico y le parecía tanto injusto como decepcionante que Sebastian fuera tan indiferente a él en su faceta masculina.

La primera vez que Sebastian lo vio usando un vestido había sido hace ya tres meses atrás. A primera hora de la mañana de ese mismo día, Ciel le había ordenado a su mayordomo que le encargase un vestido a Nina Hopkins. Sin duda Nina era veloz.

— ¿De qué color? Nina ya tiene conocimiento de todas las medidas de la señorita, así que eso no nos debe significar un problema. ¿Ha pensando ya en algún diseño en especial?—Preguntó, acariciando levemente los delicados hombros de Ciel mientras le ponía la camisa.

❀ Fair Lady [SebaCiel] ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora