Si debiera definir mi vida en este momento, diría que es sumamente emocionante. Estoy impaciente y siento como, poco a poco, la adrenalina sube por mi cuerpo. Mis manos tiemblan y no hago nada por detenerlas. Nunca he venido a este tipo de lugares, y si lo he hecho no fue precisamente por este motivo. Las lágrimas amenazan con salir y escapar de la retención de mis ojos; supongo, que dentro de poco, me quedaré sin ellas. Algunas chicas ya están fundidas en un completo llanto. No conozco a nadie, y eso lo hace aún más emocionante.
Mi cabello castaño, lizo, se alborota con cada ráfaga de viento que sopla en este lugar. Las nubes cubren por completo el cielo claro y azul, que ahora presenta un extraño color grisáceo y amenaza con llover.
Las puertas se abren y los hombres de seguridad, con sus caras largas, hacen entrar a todas nosotras.
Este momento es, sin dudas, único y quiero retenerlo en mi mente por siempre. La tensión se siente en el aire. Desearía que el tiempo se parara justo ahora.
A medida que avanzo por la fila, mis nervios crecen; y la ansiedad no tarda en hacerse presente.
Uno de los hombres vestidos de negro, con una placa dorada que contiene su nombre, toma mi entrada, corta una parte, y me la vuelve a entregar.
Entro al estadio. Esto es realmente increíble. Hoy es mi día. El día en que mis sueños se harán realidad.