Parte 3.

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Recordé una vez más mi sueño y un escalofrío recorrió mi columna. Su turbiedad era muy turbia, pero no me lo imaginaba yendo a la casa de Ibizo a hacerle algo... porque seguramente cacharía que Ibizo me había ayudado. Suspiré y me puse a ver las fotos de mi gato que tenía guardadas en la billetera. Podía pasar horas y horas mirándolas y siempre me relajaban y me ponían de buen humor. Teodoro era mejor que un masajista y un psicólogo juntos.

Tras un tiempo indeterminado, que pudo ser incluso horas, caché que a mi lado el Zorrón roncaba. Sobre la bandeja de su asiento aún tenía como la mitad del pan así que carejaraja se lo saqué y me lo comí.

-Guatón marsupial, yo lo necesito más que tú -mascullé con la boca llena. Después me hice la loca, me palpé la guata (que se movió como jalea bajo mi ropa) y me fui mirando por la ventanilla.

El viaje fue tranquilo y sin contratiempos. Tuve unas cuantas conversaciones buena onda con el Zorrón y al llegar al aeropuerto de Ezeiza, en buenos Aires, nos despedimos con un abrazo.

-Me voy a Santiago.

-Y yo a Córdoba... Un par de horas de escala, qué paja.

-Oye, sorry por tratarte de bigotuda y fea -se disculpó.

Me reí. Parecía como si ese carrete donde nos puteamos y tiré sus chalas por la ventana hacia la calle hubiese ocurrido un chilión de años atrás.

-Perdón por decirte marmota culiá gorda y hediondo a hocico.

El Zorrón se palpó la guata con alegría.

-Gracias a eso me puse a dieta y bajé cinco kilos. Te debo del favor.

Nos dimos otro abrazo y me tiré en el piso a hacer hora.

El viaje de Ezeiza a Pajas Blancas fue horrible. Tormenta eléctrica en el cielo cordobés con turbulencias que hacían que mi vida pasara ante mis ojos. Rezaba el rosario a la velocidá de la luz y un viejo cerca de mí me miraba con cara de cuco pero sonreía. Al parecer mi rosario rezado al peo sirvió, porque aterrizamos sanos y salvos.

Cuando el avión tocó suelo cordobés los pasajeros aplaudieron. Jamás había visto eso de los pasajeros aplaudiendo. Me sentí como cuando en el cine termina una película y la gente aplaude y me da rabia, porque los actores no están ahí mirando y encuentro que es la weá más ridícula de la vida. Nos bajaron del avión en una escalera que ya se desarmaba y nos metieron a un bus que se llenó altiro. De ahí nos trasladaron al aeropuerto y me sorprendí de lo que chico que era. No había nada. El dutty free tenía como dos colonias todas cagonas, pero los de policía internacional estaban mijitos ricos así que eso me subió el ánimo.

《Si los pacos de acá son tan guachones, no quiero ni imaginar el resto de la población》, pensé.

Me subí a un remís y el chofer me empezó a contar que para el terremoto del 2010 le toco llevar a unos chilenos desde Córdoba a Santiago. Yo tenía en mi mente en que no me llevara pa' otro lado y me asaltara, así que iba con los ojos fijos en las calles cordobesas. Estaba espirituada por el Español. La gente así de tránsfuga tiene contactos asesinos en todos lados.

Resultó que finalmente el chofer no era ningún asesino y me dejó en la puerta del hostel, llegué como a las doce de la noche, toqué el timbre y entré.

Pepi La Fea 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora