Parte 4

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-¡Hola! ¿Qué tal? -Un tipo rubio guachón me recibió-. Me llamo Lucas.

-¡Hola! Qué calor hace acá. -contesté

Se puso a revisar su cuaderno y encontró mi reserva.

-Tú debes ser Pepa ¿no?

-Sí, Pepa. ¿Tú eres el dueño? Contigo me comuniqué por mail.

Yo había hecho mi reserva cuando aún me encontraba en España.

-Justamente -sonrió.

Tenía un acento argentino medio raro. Andaba con una polera celeste y bermudas blancos, lo que le hacía parecer un angelito, y su pelo liso y rubio le caía por los costados hasta las orejas.

Al ver a Lucas tan ligero de ropas fui consciente de que tenía mi abrigo puesto y estaba toda sopeá. El calor era cuático y eso que era de noche.

-Treinta grados incluso por la madrugada acá en Córdoba, eh -dijo Lucas mirándome de reojo.

Me saqué el abrigo y lo puse sobre la maleta. Miré el hall y vi que había mucha gente tirada en los sillones viendo cómo dos tipos jugaban PES. Distinguí unas cuantas cabezas rucias y unos cuántos ojos chinos. Los saludé y me respondieron con amabilidad.

De pronto me rugió la tripa como un león feroz.

-Oye, tengo hambre -le dije a Lucas-. ¿Hay algo donde comprar comida a esta hora?

-Sí, claro. Te vas por la avenida hasta la esquina, ahí hay una pizzería. Está abierta toda la noche.

Dejé mi maleta en el hall y salí. llegué a la pizzería, hice la mansa fila y pedí una pizza familiar. Entonces saqué mi billetera para pagar y caché que no había pasado a ninguna casa de cambios.

-Eh... ¿acepta euros?

Nunca un argentino me había mirado con tanta cara de culo.

Volví al hostel con más hambre que Hagrid con bajón. Lucas me ofreció comida preparada por él y no me quedó otra que comer un arroz pegajoso como engrudo con una milanesa añeja de quién sabe cuántos días.

Sentada comiendo extrañé a Ibizo más que la mierda y la rica comida que siempre me preparaba. Sorprendentemente extrañé más a Ibizo que al Español. «Es natural, es tu mejor amigo», me decía una voz en la cabeza. Pero otra vocecita, la de la maldá me hacía 1313 y me sentí una bataclana sucia pecadora.

Esperar días para que llegara Ibizo sonaba una lenta tortura. ¿Qué chucha iba a hacer cuando yo tuviera que volver a Chile e Ibizo tuviera que volver a España? ¿Qué sería de mi vida?

Me conecté al wifi del hostel y mensajeé a Ibizo, pero el mensaje no le llegaba. Cuando por fin agarró el wifi, me llegaron chorrocientos mil mensajes del Español. No quise mirarlos por puro yuyu que me daba. pero me preocupé igual. Recordé al Español con su pistola y el hambre se me fue...cuando ya había terminado de comer.

Lucas me ayudó a subir la maleta por la escalera y me pasó las llaves de mi pieza. Para mi sorpresa había un camarote y una cama de una plaza al lado, con ropa y cosas encima.

-Oye sorry, yo reservé una habitación privada -le dije.

-Eh, disculpame, es que unos pasajeros alargaron la estadía, esperemos que se desocupe la habitación, por el momento no hay más camas.

-¡Pero si yo pagué la reserva y todo!

Lucas se encogió de hombros y no me quedó otra que recibir la llave y entrar. «En Chile las cosas no son taaan al peo», pensé.

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⏰ Última actualización: Jul 03, 2016 ⏰

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