Abigail era una niña super alocada, de 12 años que acudía a la iglesia (y le gustaba ir), que tenía unos padres sobre-protectores, que muchas veces le rompieron el corazón en la escuela, y un día se cansó de tanto pegar con scotch su corazón una y otra vez. Ella hizo una promesa con Dios, con sus padres y con ella misma casi culminando el año. La promesa consistía en que ella no volvería a tener un novio hasta que ella fuera independiente.
Ella había conseguido no enamorarse por lo que restaba de ese año, pero la verdadera prueba vino cuando comenzó el año siguiente. En su iglesia se presentó un nuevo integrante al grupo de jóvenes llamado Henry. Este era un chico al que se le podía hallar cualquier virtud con solo verlo. Él era un chico de piel blanca, buen físico, bonita sonrisa, alto, cabello claro, habilidad para tocar la guitarra, cantante, le podías confiar cualquier cosa, y muchas otras cosas; pero ella no se interesó en él (sobre todo porque su madre la había amenazado con castigarla fuertemente si ella andaba de loca con él).
Al principio él era un chico al que a casi nadie le gustaba hablar con él, ni siquiera Abigail, y a ella no le gustaba pasar siquiera cerca de él pero lo admiraba en una manera "musical" porque cuando él cantaba y tocaba la guitarra en su iglesia, ella sentía que algo se movía en ella pero no lograba reconocer qué era lo que realmente ella sentía al ver el acto de ese chico...
Se llegó el 10 de febrero (el día de cumpleaños de Abigail) y todos los amigos de Abigail estaban contentos y felices con ella (sobre todo su buena amiga Patricia), pero Henry ni siquiera sabía que alguien estaba cumpliendo años. Así pasó el tiempo, y Abigail de vez en cuando entablaba conversación con él.
Pero se llegó otra fecha importante para todos. El mes de abril. La presidenta del grupo de jóvenes (Azucena) cumplía años y el grupo de jóvenes le organizó una fiesta en la iglesia antes del culto. Todos llegaron a ayudar. Unos inflaban globos, otros los colocaban donde debían de estar; otros llevaron platos, otros el pastel, otros las sodas, y a Abigail le tocaron los vasos.
La fiesta estuvo muy animada y raramente, la conversación que habían empezado Henry y Abigail estaba un poco interesante para ellos, ya que no dejaban de hablar ni de reír. Se llegó el momento de entregar los regalos. Patricia les había avisado a todos que le llevaran una carta a Azucena. Y la primera carta que Azucena abrió era la de Abigail. La carta decía:
"Querida Presidenta:
Le deseo un muy feliz cumpleaños, que la pase bien y que Dios la colme de muchas bendiciones.
~ Abi"
Luego, se llegó el momento de la foto grupal. Henry le susurró a Abigail en el oído "vas a ver que te va a tocar a la par mía para la foto" y Abigail solo se rió, pero tuvo su curiosidad de por qué lo había mencionado.
Para la foto, las niñas iban a ir de un lado y los niños de otro, pero a Elizabeth (la tía de Abigail) se ocurrió la "brillante idea" de pasar al otro lado a Abigail. La foto se tomó y misteriosamente, Abigail salió en la foto exactamente a la par de Henry.
Después de la foto, Abigail y Henry volvieron a hablar. En la mente de Abigail pasaba la interrogante de "¿por qué había durado tanto la platica y la risa?", pero no podía contestarla y, se llegó la hora de empezar el culto y entró la madre de Abigail (Claudia) a la iglesia. Elizabeth fue a recibirla. Al momento en que Claudia preguntó por su hija, Elizabeth le contestó:
— Está con ya sabés quien.
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No estamos tan lejos, los dos vemos la misma luna
RomantikEsta historia está basada en la vida real