I.

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  • Dedicado a daniela
                                    

I.

En el gigantesco desierto del Sahara un hombre camina bajo el desgarrador calor del sol sin rumbo alguno, el camino se hacía cada vez más largo para este hombre que lo único que buscaba era conocer el mundo. Después de meses fuera de casa y creyendo que había visto todo lo que podía ver, solo quería regresar con su amada familia que le permitió realizar el viaje, y lo único que los separaba era el enorme desierto.

Un día después de la larga caminata llega a un pequeño oasis sumido en la arena como un cráter dejado por un enorme meteorito, hay verdes zonas regadas por partes con un gran charco de dulce agua en el centro. El hombre, cansado, hambriento y con pocas esperanzas, llega y se lanza a el pequeño lago, donde se atiborra de agua, consigue una larga rama y pesca un par de pequeños peces que asa y come para después dormir un poco.

Unas horas después, despierta y toma sus cosas, se hace con bastante agua y un poco de comida para el viaje, ya que es casi imposible mantener en buen estado los alimentos en el calor abrasador del lugar y continúa su camino. Después de haber caminado unas horas y varios kilómetros, se encuentra con otro viajero, el cual lo detiene para hablar. -- un viaje largo-- le dice el viajero que venía caminando en sentido contrario al del primer hombre, -- casi lo he terminado y aun con buen tiempo -- respondió el viajero más joven, el cual es quien venía del oasis. -- El viaje en realidad nunca termina, si lo que quieres es conocer el mundo de verdad -- contesto el anciano que, a pesar de que estaban en medio del desierto, no se veía tan mal como el hombre más joven. Su cuerpo delgado, aun más que el hombre joven, daba la falsa impresión de un hombre sin salud, y sin embargo al ver su mirada, se veía en sus ojos aun mas vida y energía que en el viajero joven, quien a pesar de tener agua, comida y de haber dispuesto de un descanso, se le podía ver físicamente fuerte, pero mentalmente cansado y en sus profundos ojos café, una vida poco valiosa y sin objetivos fijos o razones interesantes.

El anciano lo miro de manera intrigante, -- ven conmigo y conocerás nuevas cosas-- dijo al fin el viejo viajero, --tu destino esta aun dentro de tu camino-- y el joven hombre lo observo con mucho cuidado y dijo al fin -- anciano, no dudo de tu sabiduría, y sin embargo ya vengo de esa dirección sin encontrar nada para mí. -- ¿Que es lo que te hace pensar que encontrare algo si regreso por un camino que ya he recorrido? -- Viajero, es lo mismo que te hace dudar de que lo encontraras, despierta y podrás soñar de verdad --.

Y así los dos hombres regresaron por el camino por el cual había llegado el joven viajero.

II.

Despues de semanas de viaje, los dos viajeros, tanto el joven como el anciano, que continuaban caminando hacia el sur y encontrando todo tipo de pueblos con sus diversas costumbres, a las cuales se les unían tan solo por conseguir un poco de comida. Un día, llegaron a una pequeña selva donde los dos hombres se detuvieron a descansar como lo hacían cada día cuando comenzaba a caer la noche, el anciano inicio una pequeña fogata a la cuan cubrió con hojas y ramas secas para que durase lo suficiente para poder ponerse cómodos antes de asar los pescados que lograron obtener con mucho esfuerzo de el río por el cual habían pasado el día anterior, el joven hombre, que después de días de haber salido del desierto, ya se veía mucho mejor, más fuerte y sobre todo, más animado, a pesar de que había empezado nuevamente el viaje, observo el lugar en donde se encontraban, viendo que la selva no era muy densa y por lo tanto, no tan peligrosa. Camino hasta donde se encontraba un árbol que había crecido de mala manera y gracias a esta cualidad en el árbol, el hombre consiguió hacerse de seis ramas de su estatura, después fue hacia un árbol que apenas estaba creciendo y aun tenia zonas del tallo de un color verde muy claro y le arranco estas partes, con las cuales hizo un par de triángulos y los ato fuertemente con sogas que había hecho con la corteza del árbol, coloco mas ramas dentro del triangulo y con más soga, colgó ambas camas improvisadas en otro árbol. Cada hombre termino sus tareas y el joven hombre que estaba terminando de colocar hojas y pasto en las camas para mejor comodidad, escucho el movimiento de alguna criatura de entre la hierba, se levanto y creyendo que era alguna bestia salvaje, tomo una rama de las más gruesas que encontro, pero al regresar a los matorrales ya no se escuchaba nada y al asomarse no encontro absolutamente nada, regreso con su compañero de viaje y juntos asaron los pescados y al terminar de comer, los dos hombres se subieron en sus camas colgantes y terminaron profundamente dormidos.

Cinco horas después, cuando por fin despertaron de su corto descanso, se encontraron con que sus camas estaban rodeadas de pequeños seres, que en realidad no intimidaban ya que no tenían una forma intimidante, más bien eran de forma humana, aunque en estatura, estos pequeños hombrecitos no superaban los diez centímetros, --¿despierta?, dijo el joven a su anciano acompañante golpeándole en el hombro, el anciano se desperezo con un gran bostezo y observo lo que había despertado a su compañero. –Son solo pigmeos--, respondió el anciano al joven, --¿pigmeos?, creí que solo eran historias fantasiosas de los hombres--. Dijo el joven que aun seguía observando con incredulidad, --en realidad hace años eran un poco más altos, pero desde que empezaron a huir por temor a la extinción, solo los más pequeños se quedaron por que podían esconderse mejor—dijo el anciano que aun se veía con cara de somnolencia. El joven hombre que se había quedado observando a los hombrecitos, finalmente dijo, --¿Cuál es la razón por la cual se van a extinguir?--, el anciano miro a los hombrecitos con gran pesar y respondió – es porque sus antepasados eran un poco más altos, pero no lo suficiente para ser mejores que otros depredadores de la selva--. El joven se entristeció y le pregunto al anciano si les podían ayudar de alguna forma para que su pequeña aldea estuviera más protegida, el anciano que hablo un idioma un tanto extraño con aquellos misteriosos seres, volteo a mirar al joven y asintió. El joven y el anciano siguieron a los pequeños hombrecitos hasta su pequeña aldea, y después de caminar unos metros por la selva, llegaron a un lugar muy extraño, era como una pequeñísima ciudad, donde los hombrecitos caminaban por todas partes entre casas construidas con todo tipo de materiales, desde hojas como las de las camas improvisadas de los dos viajeros, hasta moradas hechas de cascaras de huevo, que parecían ser las más comunes entre los pigmeos. La pequeña aldea no media más de cinco metros cuadrados pero era bastante grande como para admirar la belleza de una civilización que muchos consideraban ficticia, --una razón por la cual los pigmeos se empezaron a extinguir, es porque les gusta las casas hechas de cascarones de huevo, que como podrás ver, son muy grandes para ser de pájaro, estos hombrecitos toman los cascarones de los huevos de las serpientes más grandes de la zona y los traen a la aldea, como supondrás, muchos de ellos se encuentran aun con la serpiente y son atacados—dijo el anciano. Después de varios minutos, el joven, utilizando a el anciano como intérprete, logro ponerse de acuerdo con los pigmeos para mejorar la seguridad de su hogar, una vez hablado de lo que se haría, el joven comenzó a trabajar. Un par de horas después, el joven llevo varias ramas resistentes y muy gruesas, las cuales las coloco a modo de cubierta para proteger a la gente de la aldea sin taparles la luz del sol, y también haciendo que esta protección pasara desapercibida para evitar ataques. Les mostro como sembrar el trigo y los hombrecitos que contaban con pequeñas armas como hachas, aprendieron a como trabajarlo en las zonas en las que ya crecía. Los viajeros terminaron con la ayuda de los pigmeos de reforzar la seguridad y regresaron a su campamento, tomaron sus cosas y se dispusieron a continuar su viaje. 

UN GRAN VIAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora