II. Julio

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Él no buscaba nada
pero se topó conmigo,
yo, que acababa de salir de una relación escaldada
solo quería que llegase alguien y me salvase de las noches de insomnio
y ese alguien resultó ser él,
y creo que nadie podría haberlo hecho mejor.
Sabíamos que no estábamos hechos el uno para el otro,
que no éramos el amor de nuestra vida
y que algún día íbamos a tener que llegar a la fecha de caducidad,
pero fuimos estirando y alargando los días en los que solo las paredes del metro eran cómplices de la pasión que nos cegaba
y en cierta ocasión de algún 'te quiero' de los de verdad,
y nos encantaba.
Nunca supimos como hacer cara a las imperfecciones que en más de una ocasión consiguieron hacernos dudar, yo nunca aprendí a no ser la única
y él nunca quiso que yo lo fuese.
Puede que no fuese el típico amor que cualquier chica adolescente querría, con flores y besos en la frente,
más bien nos conformábamos con comer en el primer Burguer que pillásemos y aparentar que veíamos una peli en casa
metiéndonos mano bajo la manta,
pero era la mejor forma que conocíamos de querernos.
Llegaron las discusiones cada vez más fuertes,
los besos cada vez más fríos
y las lágrimas de rabia por culpa de los 'y si...'.
Y así terminó, en pleno mes de julio, cuando solo quieres disfrutar sin dar explicaciones e ilusionarte con algún rollito de verano que te besa cuando vas borracho.
Sé que algún día quizás, cuando algo nos falte, volvamos a hacer del sofá de su casa nuestra forma de descargar tensiones,
de echarnos en cara a base de polvos lo solos que nos dejamos ese verano,
pero la boca del metro de su barrio ya nunca volverá a ver a sus dos amantes favoritos.

Esto no son poemas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora