El Direnito

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Había una vez en un mar muy lejano, un rey, pero no cualquier rey; era el Rey Jeonghan gobernador de todo el mar, quien tenía cola de pescado y una larga cabellera rubia.

En fin, el rey tritón tenía cinco hijos sirenos, todos con algún peculiar talento; Jihoon tenía el talento del canto, Jisoo el talento de tocar los instrumentos, Minghao el talento de ser medio wachiturro y Junhui el talento de no tener líneas en las canciones. 

Y el más pequeño de ellos era Chanariel; Chanariel poseía el don de bailar como Michael Jackson.

El rey Jeonghan quería que sus hijos dominaran los mares cuando él ya no pudiese hacerlo, asumiendo así su papel como príncipes-peces. Pero había uno que no aceptaba su destino, exacto, Chanariel.

Chanariel soñaba con ser coreógrafo y montar todos los bailes en los quince años de los habitantes de su reino, y lo único que se lo impedía no era su padre, sino que básicamente no tenía piernas. ¿Cómo podría hacer el Moonwalk sin piernas?

Todas las noches, Chanariel lloraba por no tener piernas, hasta que su amigo pez Vernon le contó de un brujo que podía ayudarle a conseguir piernas.

— ¡Su nombre es Boorsula!

[

—  ¡Hansol Vernon Chwe! Se acabó, oficialmente voy a matarte.

Seungkwan se levantó de su lugar y se tiró encima del medio-americano que había interrumpido por décima vez sus historias.

—¡Auxilio, Jeonghan hyung, me aplasta! 

]

Como sea el nombre, Vernon le dijo a Chanariel que si iba a visitar a Boorsula le ayudaría a conseguir las piernas que tanto quería.

Seungcheol, un cangrejo encargado de proteger a Chanariel, escuchó el absurdo consejo de Vernon y se metió cual vieja chismosa en la plática.

— Chanariel,  Boorsula es un brujo malo que te cobrará su trabajo con más intereses que Elektra. No debes acercarte a él.

Pero Chanariel, como todo príncipe, hizo exactamente lo que le dijeron que no hiciera y fue a buscar a Boorsula, quien le ofreció exactamente lo que quería, unas piernas.

— Sin embargo —dijo el brujo—, ¡a cambio de unas piernas me tienes que dar...!

— ¿Mi voz? —Preguntó Chanariel con miedo.

— ¿Tú voz? No hijo, eso no sirve. Quiero que me des bonos de gasolina, con eso de que tu padre nos aumentará la gasolina un 20% ya no puedo sacar a mis caballitos de mar a pasear.

Chanariel aceptó, y el brujo le hizo una última advertencia. 

— Te daré las piernas durante dos días, no más. Si en ese lapso no encuentras un humano con el cuál casarte, te quitaré las piernas y te volverás mi chacha personal.

El pequeño sirenito terminó de cerrar el trato y al instante, su cola se convirtió en un par de piernas musculosas y con el segundo mejor trasero del mar (después del de Boorsola). Lástima que seguía siendo ilegal. 

Pero no había tiempo qué perder, tenía que encontrar a una persona lo suficientemente desesperada como para querer casarse en un día si es que quería conservar sus piernas.

[...]

Por otro lado de la playa donde se encontraba Chanariel, había un enorme castillo junto a la costa. En este vivían los reyes Mingyu y Wonwoo, los que gobernaban la superficie, y su hijo Seokmin.

Había una vez... [SEVENTEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora