Con los contornos deformados de mi sombra siguiéndome, atravieso una avenida desierta. Los semáforos dan indicaciones a la nada, ajenos a la inexistencia del tráfico. Disparan una gama de colores cíclica y parpadeante. Después, como si los lugares fueran los que avanzan hacia mí y no al contrario, llego hasta un parquecito en el que las palomas dormitan. Más tarde dejaré atrás un cajero, lleno de personas sin un techo bajo el que vivir, pero cuando llegue a mi hogar las habré olvidado, y así, cruzo sin mirar un carril asfaltado, negro y brillante de sentido único. Con la vista fija en la fachada de ladrillo rojo de mi edificio.
Unas zapatillas colgadas en el tendido eléctrico me confirman que estoy en el barrio correcto. Llevo caminando casi una hora y tengo los pies tan destrozados, que comienzo a arrepentirme de no haber aceptado la invitación del imbécil (Carlos) de acercarme a casa. Solo quiero llegar a mi piso, desnudarme, acompañar un baño caliente con un buen vino y meterme en la cama.
Doy unos pasitos de puntillas, sin hacer ruido. Acabo de fijarme, que justo frente al portal de mi casa, hay dos jóvenes sentados en un banco, besándose apasionadamente. No quiero interrumpir ese momento tan íntimo, así que continúo a hurtadillas. En un acto de curiosidad desconocido en mí, me detengo a espiarlos. Finjo que busco unas llaves (que no aparecen) por algún recoveco de mi bolso. Los miro de reojo. Por unos instantes llego a sentirme parte de su complicidad. El corazón me palpita con fuerza, tanto que temo que el sonido de mis latidos me delate.
Ella está sentada encima, sus manos juguetean dentro de los vaqueros de su compañero y las del chico; menos hábiles, tratan torpemente de desabrocharle el sujetador enredado en su melena. Suspiro cuando una oleada de calor repentino me baña la espalda (y lo que no es la espalda) de sudor. Los dos son bastante guapos... No estaría mal invitarlos a subir y dejarnos llevar. Como en aquella ocasión, hace años, en la que Anna y yo... y el idiota de mi ex... Prefiero no pensar en eso ahora. Pasaron dos meses de silencios incómodos, hasta que Anna y yo, pudimos volver a ser amigas.
Sin darme cuenta estoy dentro.
—"No importa, no soy tan descarada". —Pienso mientras el vestíbulo me recibe con una luz átona y temblorosa.
Miro desinteresadamente si tengo correo en el buzón y subo al ascensor. Permanezco con la mirada fija en el esmalte de uñas mis pies, mientras los pisos se suceden. Una bonita pedicura la mía. La pobre Lisa, hizo un gran trabajo para el mísero precio que pedía. Lisa es la chica asiática que regenta el local "Golden-Pedi", donde voy regularmente.
Sigo concentrada en los dedos de mis pies. Prefiero mirarlos a... No me atrevo a ver lo que me depara el espejo. Debo estar hecha una pena, tan agotada como estoy. Finalmente reúno el valor suficiente y logro echar una mirada rápida. El espejo está sucio y lleno de diferentes huellas de dedos. En una esquina; prácticamente deshecha, se distingue la pegatina de un cerrajero, el teléfono es ilegible. Decidida a no retrasar más lo inevitable, observo mi rostro.
Tengo los ojos enrojecidos y repletos de venitas diminutas. Hurgo un poco más en la herida, que me provoca verme en tan mal estado y doy un respingo. Una media luna púrpura bajo cada párpado ensombrece mi mirada. Deslizo el pulgar y noto los pómulos muy hundidos. Soy lo que se dice un auténtico esqueleto andante.
—Pues no estoy tan mal... No sé porque me reocupaba. ¿He dicho ya que me encanta mi pedicura?
Por algún motivo me viene a la memoria una película de piratas. Creo que mi cara es igualita a la calavera de una bandera pirata.
— ¡Arrrrg, grumete!– Me rio sin ganas.
Suena el timbre y las puertas se deslizan. Reaparezco en el séptimo piso y alcanzo mi puerta, justo antes de que se apaguen las luces. 7º C "Hogar dulce hogar" - Cita la alfombra a mis pies.

ESTÁS LEYENDO
La ventana de Sofía
RandomTodos los derechos. Registrado en Safe Creative. Buenas! me presento Soy Raúl y estoy muy contento de poder publicar mi primer relato. La historia en sí, trata del poder sobrenatural de los sueños y sus terroríficas repercusiones, cuando te alcanza...