4. ¿celoso?

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Las clases hoy se me hacían larguísimas. Demasiado, para mi gusto. Los profesores parecían hablar más de cosas inútiles que el día anterior. Alex me entendía, ellos se la pasaban bostezando todo el rato. 

Alex y yo nos unimos más ayer, apenas había comido, ya que iba llena, pero sí que la pasamos bien. Me contó el crush que tenía la maestra de literatura y cómo había logrado conquistarla. Me dijo que hoy traía la prueba. "La prueba." 

Rubén había faltado a clase de matemáticas, por lo que su suplente, el profesor Díaz, un hombre calvo y amargado nos había dado clase. Mariana no había ido hoy, así que no podía hablar de mis "cosas de chicas" con nadie. Lástima. 

Cuándo sonó la alarma para salir al almuerzo, Alex salió disparado. Confundida, tomé mis cosas y salí de ahí, caminaba sola por los pasillos, intentando esquivar a los chicos que pasaban a mi lado. Iba camino a la cafetería, cuándo siento que alguien me cubre la boca y me arrastra al salón de utilería. Intenté gritar, pero me tranquilizé un poco al ver que no era alguien desconocido. 

— ¡ALEX! ¿QUÉ COJONES?! — susurré con enojo. 

— Tengo la prueba.— dijo con una enorme sonrisa. 

Rodé los ojos incrédula mientras acomodaba mi sudadera que este imbécil había jalado. Abrí los ojos como platos al ver cómo estiraba burlón un sujetador, que obviamente, no era de él...supongo. 

— Eres un...

— ¿campeón? Lo sé. — rió— _____, creo que estoy enamorado.— dijo posando su mano sobre mi hombro. 

En eso, el obscuro cuarto de utilería se llenó de luz. El director nos había pillado ahí. Miré a Alex, quién seguía presumiendo el sostén. Maldije mentalmente mientras salía de ahí seguida de él. El profesor apuntó a su oficina, la cuál se encontraba al final del pasillo. Alex suspiró y comenzó a caminar hacia allá, yo le seguí. Una vez ahí, entramos y nos sentamos en las sillas que había frente al mandamás. 

— Muy bien, sr. Valbuena, ¿puede explicarme qué hacía con el sujetador de la señorita Méndez? 

— E-ella no tiene nada que ver...— suspiró Alex. 

Mi amigo abrió la boca para confesar, pero lo impedí hablando yo primero. 

— Es mío, señor director. Es mi sujetador favorito, y lo había dejado en su casa hace unos días...Le pedí que me lo trajera lo antes posible. — dije avergonzada.

El Director suspiró pesadamente. Nos miró fijamente y negó con la cabeza, ocultando una leve sonrisillla. 

  — Vale, vale...Podéis iros, pero que no se repita...— dijo él.

Nos pusimos de pie y caminamos hasta la puerta. Alex la abrió y salió disparada, salí, y me encontré con Rubén escuchando atentamente la conversación. Apretó el puño para después darme la espalda e irse de ahí, dando pasos largos y fuertes. Suspiré pesadamente. La mirada que tenía en ese momento sería díficil de olvidar. Maldije en mi mente, caminé rápidamente detrás de Rubén, pero Alex me detuvo. 

— Gracias, gracias, gracias.— dijo abrasándome con fuerza. — Te debo una. 

— Una enorme. Debo irme a tutoría, nos vemos.

Besé su mejilla y corrí hacia las escaleras. Subí al tercer piso, me quedé quieta al ver que la puerta de su oficina estaba cerrada. De pronto, le ví salir del baño, tenía el cabello levemente húmedo, al igual que el rostro. Me acerqué él firmemente, dispuesta a preguntar el porqué de su comportamiento. Pero no me dió tiempo, ya que me había cogido del brazo y metido en su oficina. Cerró la puerta detrás de nosotros. Me acorraló contra una pared. Rubén respiraba con dificultad a unos escasos centímetros de mi rostro. Podría darle una patada en los redondos, golpearle, o algo, pero estaba congelada frente a él. Sus ojos me penetraban y su aliento me volvía loca. 

— ¿Está celoso, sr. Doblas? — susurré. 

— ¿Porqué tenía tú sostén? 

— No era mío. — dije empujándolo. 

— ¡Mientes! — gritó molesto. Toció intentando calmarse. — Todas sois unas guarras...En serio que sí. 

Indignada, dejé mi mochila en el suelo. Desabroché mi sudadera y alzé mi blusa, dejándole ver mi abdómen, y mi SUJETADOR. Rubén se quedó congelado unos segundos, yo tomé mi mochila y decidí irme de ahí, pero él me cogió del brazo, volvió a acorralarme contra la pared...Y me besó. Me besó desesperadamente. Reaccioné y le dí un guantazo en la cara, su rostro quedó ladeado. Una lágrima rodó por mi mejilla. 

— Yo no soy una guarra, sr. Doblas...— susurré en su oido con ira. 

(...)

Estaba en mi casa, acostada mirando al techo. Había besado a un profesor. ¡Un profesor me había besado a mí! Y lo peor de todo, es que no le había denunciado. Ni siquiera me había pasado por la cabeza hacerlo. ¿Qué clase de estúpida soy? Eso era ilegal. Eso está mal. Joder...

Sr. Doblas // Rubius & Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora