EL REECUENTRO

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Al ver como sus planes de reencuentro se veían comprometidos por la molesta presencia de este nuevo "mayordomo" poco convencional Alex no podría ver a Marcell o cualquier otra persona a solas, a excepción de su padre, sin el resguardo constante de Philip, el nuevo problema no era la falta de tiempo libre, ahora Alex disponía de una agenda a su conveniencia sin ningún reparo por parte de sus padres, ahora su mayor problema era la intensa observación que le brindaba Philip a todas las acciones diarias del príncipe, sin separación alguna de él.

Por otro lugar del castillo, el rey hacia las cavilaciones pertinentes acerca de la fiesta del príncipe, a dos semanas de realizarse, sin que Alex se lo esperase el rey estaba de su parte, un invitado singular, un hombre de 20 años, de tez blanca, de 1,74 m de altura, contextura delgada y ojos café avellana esperaba frente al despacho real, en la segunda visita en su vida, vagos recuerdos de su primera visita seguían merodeando en su mente pero con menos intensidad que hace 15 años atrás, sin ser llamado irrumpió en el lugar más estricto del reino.

-Su majestad, me niego a seguir esperando –los presentes en la oficina, el rey y sus embajadores, quedaron pasmados sin poder articular palabra alguna hasta que el embajador en Liechtenstein reaccionó y vociferó.

-¡¿Cómo osáis a presentaros de esa manera?! –dijo mientras se erguía de su banco –la junta aún no ha...

-Ya ha terminado –dictaminó el rey cortando los gritos del embajador.

-¡Señor, aún no imponemos las reglas sobre las nuevas conquistas! –se enfadó el embajador de Keops, haciendo que los demás embajadores le siguieran la corriente.

-Las leyes deben imponerse cuanto antes –dijo uno –las colonias deben jurarle lealtad total al rey –exclamaron otros –los impuestos deben ser altos –decían -¡no!, le dará mala fama al rey, tienen que ser bajos

Llegada la discusión a su punto más álgido el rey se levantó de su silla y silenció a todos.

-Callaos de una vez u os mando a matar –un silencio incomodo le precedió –ahora... ¡salid de aquí de una puñetera vez!

Sin mayores órdenes y con la duda sembrada por ese perfecto espécimen que controlaba al mismísimo rey, los embajadores a paso ligero se retiraron.

-Toma asiento en el despacho –dijo señalando la entrada a su oficina personal –no volváis a hacer tamaña estupidez, por tu culpa he quedado como una marioneta.

-No fue mi intención, pero ya sabe que él no puede verme, Alex no debe saber que estoy aquí por él.

-Shhh –dijo el rey tapándole la boca –solo en mi despacho es seguro hablar de él. Ahora entra de una vez.

Sin más vacilaciones el extraño se adentró a una charla sobre la máxima confidencialidad del asunto, y de lo bien resguardado que se encontraba Alex bajo el cuidado de su nuevo mayordomo, y que dada la casualidad era el hermano de aquel individuo. Al estar enterado de los sucesos del último tiempo en la vida de Alex, y sin otro problema sin enmendar, se retiró de la manera más discreta posible, pero aún en la más alta confidencialidad de este encuentro la salida seguía siendo la misma.

-¡Ve por donde caminas! –gritó Gabriela al chocar con un hombre aparentemente distraído por profundos pensamientos.

-Lo siento, no te vi... -hizo un alto al ver la cara de sorpresa por parte de Gabriela.

-No has cambiado nada –dijo acercándose para corroborar la identidad de aquel individuo –Alex te reconocerá... Pero que estúpida –dijo al tiempo que se golpeaba la cabeza con el dorso de su mano –ya debéis haber hablado, ¿Lo has visto, no?

El Prohibido SucesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora