En un barrio de la ciudad, alguien corría para coger el bus, que por desgracia se estaba alejando de la parada.
-Maldita sea, ¡Siempre me pasa lo mismo!
El chico se dio la vuelta y echó a andar por la calle sin mucho entusiasmo. Era la quinta vez que le pasaba. Estos días, andaba más despistado que de costumbre, y tampoco ayudaba que fuera a venir en unos días su tía desde Barcelona. Nuria, que así se llamaba, se había mudado al otro lado del país hace dos años con su nuevo marido, Tomás. Ella viajaba mucho. Básicamente, tenía un imán de cada país. Nuria era una de las mejores psicólogas, y una familia le había llamado para que atendieran a su hija, pagándole el viaje y dejándole quedarse en un apartamento de Madrid que tenían. De paso, la psicóloga había decidido visitar también a la familia Carpio, que hacía ya mucho tiempo que no los veía. El miedo de ese chico, es que cada vez que un invitado llegaba a casa, toda su casa era un caos. Sus padres empezaban a limpiar todo demasiado y se ponían como locos por no saber que servilletas poner para la comida, por si no le gustaban al huésped.
El chico miró la hora en su móvil y se dio más prisa. Eran ya las ocho de la tarde y aún le quedaba bastante para llegar a casa. Por el camino, se fue fijando en las distintas personas que recorrían la calle. Todos diferentes: una chica de pelo azul, otra que vestía todo de color negro, un chico con un tatuaje enorme en el brazo y una pareja de chicas que llevaban piercings en las cejas. La mayoría era gente joven, que salía a la calle ahora que había buen tiempo, aunque siendo Madrid, era raro que lloviese.
Al llegar a casa se dio cuenta de que había una carta en el buzón. La cogió e intentó averiguar de qué se trataba mientras que abría la puerta.
-Nuria viene mañana, le han adelantado el vuelo-Su madre recién salía de la cocina. Miró el reloj y se dio cuenta de que su hijo volvía a llegar tarde-¿Y esto? Es la sexta vez que llegas tarde. ¿No te doy dinero para el autobús?
-Lo siento, se me ha vuelto a pasar la hora.-Ya se tenía más que aprendida esa respuesta. Era la que recitaba estos últimos días por la tarde.
-Bueno, ve a ordenar tu habitación, si Nuria viene mañana, la casa debe de estar limpia.
Subió las escaleras de dos en dos hasta llegar a su cuarto. Hizo lo que le mandó su madre y se tiró en la cama. ¿Por qué estaba tan despistado estos días? Esta vez solo se había parado a mirar unos discos en la tienda de la esquina cuando se dio cuenta que ya era tarde. No sólo se olvidaba del autobús, también de los deberes y ya cinco profesores le habían llamado la atención esta semana. Quizá todo se debiese a las pesadillas que tenía estos días. Pocos veces soñaba, pero esta última semana tenía pesadillas que no le dejaban dormir. Se prometió que cuando llegase su tía se lo preguntaría. Puede que ella supiese de un remedio.
-¡Leo! Baja, ya está la cena.
En la familia Carpio, era muy importante esa comida. Desde hace años tenían la tradición de que debían contar por lo menos tres cosas cada uno. Esa idea había sido de Nuria. Que decía que para tener una buena relación familiar, todos los miembros necesitaban hablar y contarse cosas mutuamente. Su hermana pequeña, Sofía, siempre hablaba sobre su clase y algo como que quería una pulsera igual que su compañera. Sus padres solían hablar del trabajo o sobre lo peor que les caían los vecinos de al lado. Aquellos que se habían mudado hace cinco años y siempre ponían la música altísima, además de que tenían un perro que no dejaba de ladrar. A Leo siempre le hubiese gustado tener un perro, pero Sofía era alérgica.
Cuando llegó a la cocina, todos estaban ya sentados. Había una pizza en el centro, del local barato que había cerca de su casa.
-Leo, empiezas a contar-dijo su padre.

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No dependas de mi
Teen Fiction-¿Y esta será la despedida, no? -¿Despedida?-Alexia lo mira atónita-.Amigo, esto puede ser sólo un comienzo. >>>>>>>>>>>>>>>>>> Cuatro chicos diferentes que lo único que tienen en común es que viven en Madrid y que tienen demasiados problemas. Alexi...