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Era abril cuando la vi por primera vez, comenzaba a hacer frío en la ciudad, no tanto, pero si el suficiente para que todos sacaran las camperas, gorros y bufandas del closet. Eso fue justamente lo que me acercó a ella por primera vez, su bufanda había salido volando y había llegado a mis manos por pura casualidad.

- ¡Oh! ¿Y esto? - dije mirando aquel pedazo de tela lleno de colores, entonces a lo lejos sentí que alguien me llamaba.

- ¡Hey! - decían, yo di vuelta mi cabeza hacia donde creía que provenía aquella voz, y estaba en lo correcto, veía como una chica rubia se me acercaba gritando. - ¡Hey! Esa es mi bufanda. - Gritaba ella por lo menos a 200 metros de donde estaba, yo comencé a acercarme a ella y la chica comenzó a aminorar el paso al ver mi acción, parecía más aliviada. Aun así, cuando por fin nos encontramos, todavía tenía sus mejillas de un color rosa intenso y respiraba de manera rápida y sobresaltada.

- Ten. - Dije extendiendo mi mano hacia ella y entregándole su bufanda, ella me sonrió.

- Gracias, ha sido muy amable de tú parte. - Me dio la espalda y comenzó a caminar, yo me quede estático por un momento y, al igual que ella, proseguí con mi camino, preguntándome si alguna vez la volvería a ver.

Mirajane carraspeo deteniendo mi narración, yo la mire confundido.

-No es mi intención interrumpirte, pero ya hemos llegado a Magnolia y bueno... - Yo le sonreí amable, para luego interrumpirla.

- No te preocupes, te dije que era una historia larga. – Ella lanzó unas pequeñas carcajadas y asintió dándome la razón. - Muchas gracias por traerme - proseguí, en modo de despedida -, algún día te terminaré de contar la historia, Mirajane. – Me bajé de su auto y cerré la puerta con cuidado.

- Eso espero. - Dijo y comenzó a subir la ventanilla del auto, pero se detuvo súbitamente y comenzó a trajinar algo en la guantera de este mismo, de la cual, posteriormente saco un papel blanco. - Ten este es el número del taller de autos de mi hermano, llama si es que necesitas algo. – Fue entonces cuando ella me dedico una dulce sonrisa. - Dime Mira, por favor, Mirajane suena muy formal. Mañana estará listo tú auto así que llámame como a las doce – esa fue su despedida. Terminó de cerrar la ventanilla del auto y se fue.

Reí ligeramente, la suerte me sonría de maneras inesperadas.

Espero encontrarte en este lugar Lucy.

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