Recordar aquella vez en la que no me permitieron salir de casa como castigo por no llegar puntual a las clases de esgrima. Hubo un akuma y era más importante París que las clases extraescolares. Pero como mi padre no sabe que soy un super-héroe... No me quedó otra que aceptar la confiscación.
Al cabo de unas horas todo empeoró.
Mi padre vino para reñirme y recriminó muchos puntos que me dolieron hasta el punto de llorar en frente del, el cual después cerró la boca al verme llorar. No es que sea un llorón o cobarde, pero todos los días soporto la soledad y esta tristeza que querría enseñar. He reprimido innumerables veces las lágrimas que brotan en mis ojos al pensar en estos problemas que cargo encima. Lo peor es que la persona a la que le ruegas afecto sólo te viene a ver para regrañarte y deprimirte aún más de lo que ya estás, no es algo fácil de aguantar.
Y dolió, mucho. Así que ya no escondí este daño que mi corazón recibe cada día al ver lo solo que está. Dejé las lágrimas salir, que viera el mal que me hizo.
Lo vi acercarse.
¿Ahora qué vas a hacer? ¿Consolarme? ¿Después de todo lo que me has hecho?
¿En serio crees que soy así de fácil?
Me zafé de la mano que pretendía acariciarme. Lo fulminé con la mirada y escapé de la habitación. Cuando ya nadie podía verme, me transformé en Chat Noir, mi alter-ego. Huí, saltando por una ventana.
Apreciaría la verdadera libertad. No estaría encadenado, como ansían que esté. Se sentía bien saltar de tejado en tejado y que el aire chocara en la cara. Adoraba esta sensación, pero en ese momento sólo notaba como mis lágrimas corrían por mis mejillas.
Me paré en un balcón cualquiera. Encogí las piernas, escondiendo mi cara entre ellas.
Y me solté.
Lloré con todas mis fuerzas. No iba a retener ni una más. Estaba cansado de ser el niño perfecto que si no hace una cosa bien ya se convierte en un fallo.
Me quedé así un rato, buscando la forma de calmarme.
Hasta que abrieron la trampilla del balcón. Levanté la vista para ver quien era, pero sólo pude distinguir una figura femenina.
-¿Chat...? -cuando pronunció mi nombre, pensé en una persona.
-¿¿M-my l-lady...??
-N-no... Lo siento...
-Oh... -bajé la mirada triste y con desconfianza a la persona que tenía a mi lado.
-¿N-no te acuerdas de mí? -preguntó temerosa.
Me resultó extraño que me cuestionara eso. Refregué los ojos, limpiando las lágrimas. Volví a mirarla. Logré identificar un pelo negro con brillos azulados atado a dos coletitas y unos ojos azules celestes que me miraban preocupados.
-¿M-Marinette?
-Aún me recuerdas, eh- rió levemente.
-¿Q-qué haces aquí?
-Eso debería preguntártelo a ti, minou. -se agachó junto a mi.- pero eso ahora no importa... Hace frió aquí fuera, ¿quieres pasar a tomar un chocolate calentito?
-Sí... G-gracias... -me levanté y ella hizo lo mismo, dirigiéndose a dentro y yo siguiéndola. Al entrar, cerró la trampilla.
-Brrr... Qué frío hacía ahí fuera. Bueno, voy a preparar dos tazas, ¿okay? Vuelvo enseguida. -dijo mientras bajaba las escaleras.
(¿No estarán sus padres en casa?) -me pregunté. Observé su habitación y me quedé muy sorprendido. Había fotos mías por todo su zona de estudio. Entonces pensé el por que las tendría puestas. ¿Admiración? ¿Hobby? Yo que sé... Recuerdo la vez en la que una akumatizada llamada Puppeter viniera justamente a esta habitación para robar unas muñecas con las que jugaba con Marinette. En aquella ocasión pude advertí ligeramente los posters.
ESTÁS LEYENDO
Cada Noche Que Paso Contigo (Marichat)
FanficTodas las noches eran diferentes. Pero cada vez te quería más. Y cada vez me querías más.