-Es imposible, no puede ser... ¡No es posible, mi padre jamás, mi hermano, mi madre...! No es posible que en una noche el futuro de los Sunsand se haya ido al traste. Además mi tío Edwarde jamás exiliaría a mi madre y la dejaría a su suerte en Ontho. Tengo que hacer algo. -sollozó la chica.
-No llores mi amada doncella, los caballeros de la torre ayudarán a Lady Lysa. Otho está a medio día de las tierras de la Torre, iremos a por ella y nos estableceremos allí con el pequeño Sasse, allí todos estaremos bien y nos casaremos. Te lo prometo. -dijo Sir Bijonos, su prometido, mientras le secaba las pesadas lágrimas que le contorneaban el rostro.
Desde que Aylinee se había enterado del horror que le había ocurrido a su familia no podía dormir, no comía casi y no salía leche de sus pechos para alimentar a su bebé, pero se alegraba, pues si alguna leche saliese de ella, estaría tan agria que sería como darle zumo de limón al bebé. Se sentaba en una silla junto a la cuna de su bebé y la acercaba a la ventana para que la agradable brisa de las tierras de la Montaña les llegase a los dos. Luego cuando anochecía y la brisa era demasiado fría para un recién nacido, lo alejaba, llamaba a las doncellas que se ocupaban de él y ella se iba. A veces paseaba por los jardines, junto con Sir Bijonos, otras junto con sus doncellas, a veces con su suegra, Lady Nynne, o simplemente paseaba sola. Así pasaron las semanas desde que llegó la noticia a la fortaleza de Piedraura, pero no se iban, y cada día estaba más preocupada por su madre. Ontho era una de las varias ciudades libres que rodeaban El Continente, y eran de todo menos seguras para una pobre mujer sola. Un día como cualquier otro una criada, una que no había visto nunca entró en sus aposentos. Ella tan siquiera se preocupó, pero en vez de dirigirse a la cuna se dirigió a ella ligeramente. Eso si que era extraño, ninguna doncella se acercaba a ella si no era para llevarle comida o avisarle de que su prometido iba a viajar a algún lado. Eso era muy raro, no podía hacerle nada malo pero estaba asustada. Todas las criadas respetaban lo que ella hiciese, no necesitaba a nadie. La mujer se metió una mano en su chaqueta floreada y sacó una daga. Aylinee se puso muy tensa y cogió un cuchillo de la comida que seguía en la mesa y se tiró a por el cuello de la mujer. Esta la paró y cogió el cuchillo de su mano. Lo tiró a la otra punta de la habitación. Se sentía impotente y las lágrimas empezaron a caerle mientras ella se alejaba. Intentó gritar pero no podía. Desde ese punto podía ver mejor la daga, era extremadamente afilada y brillante, su mango era un caballo azul. Que curioso iba a ser asesinada por el símbolo de su propia casa, puede que su tío enviará a la asesina para que la matase y no se interpusiese en el Trono Rojo, pero ella era la menor de los hijos de Lord Yade. La mujer se paró ante ella, tiró la daga y un pergamino y se marchó silenciosamente, igual que había entrado. Intentó recomponerse, pero seguía demasiado asustada, tuvo un poco de valor y estiró la mano para coger el pergamino y lo abrió. Lo primero que viv fue el nombre de su hermana, en el final de la página, escrito en letra más grande que todo lo demás. Se sintió un poco más aliviada y empezó a leerla:
Para Lady Alynee de la Torre y la Montaña.
Las noticias llegaron raudas a Bosque Azul sobre la muerte de Lord Yade Sunsand, el Caballo Rojo y Lord Rod Sunsand, Caballo de los Vientos, a manos de los mercenarios de Lord Jhin, quién posee al menor de nuestra estirpe. Yo, Lady Vajer del Bosque Azul, y señora legítima de la Corona Roja pido que vos, mi hermana, y los Caballeros de la Torre y la Montaña, acudáis a mi llamada para recuperar la Corona Roja, a nuestra madre y vengar a nuestra familia. Este mensaje te lo transmitirá una de mis Doncellas Silenciosas, junto con mi regalo.
LADY VAJER del Bosque Azul y Sunsand. La Yegua Azul.
El sol brillará más que nunca.
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La canción muerta. (PAUSADA)
FantasyUna apasionante historia que te hará ver que todo no es tan bonito como lo pintan, y mucho menos en el escenario de esta obra.