1 - "El piano tocado por el Amor"

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"-Aah... me duele el cuello. Estoy muy tensa...".

Pensó cuando las pequeñas y cálidas gotas de la ducha mojaron suavemente su cabello anaranjado.

Ai, una chica de ojos razgados y verdes brillantes, y una cara pálida llena de pecas cuyo nombre significa "amor", se preparaba para el mayor concurso al que vaya a participar en lo que llevaba de sus 13 años de vida.

Al salir de la ducha, seleccionó su mejor par de zapatos, junto a un vestido un poco escotado de color verde esmeralda en contraste con sus ojos de diamantes. A continuación pintó sus labios de un rosa un poco rojizo, pero natural, y delineó los bordes de sus ojos, para resaltarlos.

Concluyó su preparación y corrió bajo las grandes escaleras de su casa, corriendo desde su habitación hasta el comedor principal, que contaba con un piano de cola totalmente negro el cual hacía contraste con la alfombra carmesí del suelo.

Tomó dentro de la banqueta una carpeta con al menos unos siete centímetros de ancho, lleno de hojas sueltas y dispersas, y colocó siete de ellas en el atril.

-Nocturne... Número 2, opus 9... Chopin. - Dijo para sí misma la chica de nombre con significado bello, y colocó suavemente sus manos sobre las teclas - Tres horas... - Volvió a susurrar - Tengo tres horas para prepararme para el concurso.

Comenzó colocando el tempo necesario en el metrónomo, y después de escuchar el "tic, tic, tic" unos dos minutos lo apagó y lo guardó dentro de la banqueta.

Respiró rápida y sonoramente y comenzó.

En su mente traducía las notas insonoras de la partitura color blanca y negra, sin personalidad, dibujos confusos para aquel que no sepa o no tenga conocimiento acerca de ello, a una melodía armoniosa, colorida, a veces alegre, a veces triste, eso es una pieza totalmente propia de una interpretacion de Ai, perfecta, al pie de la letra de una partitura incolora, indolora e insonora.

A medida que ella iba interpretando las notas, su cabeza giraba al compás y bailaba, marcando en su mente el tempo preciso.

Ai desvaneció todas sus preocupaciones por esos cuatro minutos que duraba la obra, olvidándose de la muerte de su perro de cuando era pequeña, olvidándose de la cantidad de amigos que perdió por culpa de su exigente profesor de piano, la cantidad de tiempo de niña que desperdició en estudiar piano y no invertirlo sabiamente en jugar a la pelota, o en construir fuertes con los almohadones de los sillones de su abuela, o en hacer castillos de arena en la playa.

La cantidad de veces que la llamaron loca, solo por estar cuerda a su manera.

Esos recuerdos hacen que ella quiera partir el piano en varios pedacitos pequeños del tamaño de las teclas negras, por eso Ai prefiere olvidar eso por esos cuatro minutos, y rodearse de margaritas, girasoles y tulipanes amarillos y visualizar un ambiente que ella quisiera.

Un ambiente... Al lado de Hatsuharu. Él tocando las notas graves con una de sus grandes y gruesas manos de pianista y con la otra acomodandose los botones de la camisa, y ella tocando los agudos con sus ambas pequeñas y delicadas manos y dejando que su larga cabellera anaranjada y ondulada se esparza por entre sus caderas y su flequillo recto y un poco más crecido de la cuenta colándose entre los bordes del marco negro y redondo de los anteojos de Ai, el cual ella solo quiere darles utilidad para leer partituras y poder reconocer el rostro de Hatsuharu.

Esa es la visualización que ella se hace para tocar el piano felizmente y tranquila, sin preocupaciones.

Ai, al terminar la canción decide guardar las siete hojas de partituras que utilizó, tomó una pequeña bolsa blanca decorada por ella con un teléfono móvil y un poco de dinero dentro, y una chaqueta de cuero sintético negra, y se retiró de su casa por la puerta principal.

Tomó un taxi que la dirigió hacia Holl Drien, y al llegar no pudo evitar robarse todas las miradas de los que iban a ver el concurso.

Lo que ellos no sabían era que había ahí alguien mejor aún que ella, alguien de quien no se arrepentirian de escuchar, la razón por la que ella va a ese concurso; Hatsuharu Kutsuo.

Ella sabe lo que quiere, y lo va a conseguir. No quiere ganarle a Hatsuharu. Quiere a Hatsuharu.

Ai Kobakyuu camina por el pasillo, hacia el piano de cola negro, mientras una voz femenina dice por los altavoces que Kobakyuu se prepare.

Mientras Ai camina por el pasillo y pasa frente a Hatsuharu, para él todo va en cámara lenta. Mientras ésta se suelta el cabello y deja que las puntas choquen contra el medio entre las caderas y las rodillas, formando un mar de cabellos pelirrojos, color sol al atardecer, o cielo al amanecer, reflejados en un mar igualmente manchado de ese intenso color de la bola de fuego gigante, que se retira por el horizonte sin pedirle permiso a nadie.

El Piano A Través De Sus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora