Era un día martes, martes 13 de octubre del 2030, eran aproximadamente las 7:00 AM, Ben acababa de abrir los ojos; su cuerpo yacía desplomado en el sofá, como de costumbre usaba una chaqueta negra y un Jean negro, estaba descalzo y su cabello estaba desordenado.
—Otro día de mierda en mi mundo de mierda... —dijo Ben con voz ronca mientras frotaba sus ojos.
De un salto se levantó de su sofá, Ben se apresuró hacia la nevera, extendió su mano y la abrió con un pequeño jalón, la nevera estaba vacía, a Ben no le quedaba nada que comer, justo el día anterior había terminado su ultimo trozo de pizza. A Ben se le hizo un nudo en la garganta al ver tan deprimente situación. Ben todavía tenía la mente en blanco, sabía que si no hacía algo nadie lo haría.
Ben tomó carrerilla y con un ágil salto cayó sobre la superficie de su viejo sillón, el chico rebuscó debajo del mueble para finalmente encontrar sus tenis, se los colocó, se levantó y acercó hacia la puerta, revisó no haber dejado nada y salió. Fuera del pequeño apartamento de Ben solo había una plataforma, hacia arriba había una escalera de incendios que conducía hacia el apartamento de una chica adicta al Efermerseryen; el Efermerseryen es una planta con capacidad de provocar alucinaciones, descubierta durante la era del nuevo comienzo, se cree que el Efermerseryen es producido por el Dimitrio, hacia abajo continuaban las escaleras hacia un callejón que funcionaba como el jardín de Ben, o algo así, dio un salto por sobre la barandilla y al caer dio un pequeño giro. El callejón estaba completamente vacío, a la diestra de Ben se situaba la salida cosa que se se apresuró a alcanzar. Saliendo del callejón Ben vislumbró una gris y lúgubre ciudad, la calle era muy poco transitada.
Ben se sentía extraño al salir, Ben no solía salir porque le causaba tristeza, sin embargo, esta vez no tenía opción, la vida en Cornópolis no era la mejor, pero, Ben no estaba listo para morir. Ben abrió paso hacia su diestra sin prestar atención a nada en específico, las calles estaban tapizadas de tiendas de las cuales casi la mitad se encontraban cerradas, en las aceras no había más que algunos individuos caminando sin rumbo aparente, Ben se dirigía hacia un supermercado cercano. Eventualmente tras mucho caminar Ben llegó hacia el mencionado establecimiento. Este lugar era bastante pequeño y se veía muy deteriorado, nada más entrar había una fila con 5 cajeros, al fondo habían tres pasillos, en el de la izquierda habían solo comestibles, en el del centro habían algunos artículos de limpieza y en el tercero no había nada, Ben sin perder el tiempo corrió hacia el primer pasillo, se apresuró a mirar de reojo las cosas que habían; sopas enlatadas, bolsas de galletas abiertas y algunos envases vacíos. Ben se acercó al estante que quedaba a su derecha y tomó unas tres latas de sopa, se acercó al cajero y se dirigió a la chica que tenía en frente.
—¿Cuanto por las tres sopas? —dijo Ben con aparente preocupación.
—Serán 7 Corleones —dijo la chica mientras examinaba con la mirada a Ben
Los Corleones eran la moneda de Cornópolis, esta divisa estaba muy devaluada, de hecho, cien Corleones equivalía a un centavo americano. Ben rebuscó entre su billetera 7 monedas, monedas que solo él sabía que eran falsas. Por un momento vaciló entre darlas o no, al final se libró de toda culpa y las entregó, en su mente era culpa de a chica si no sabía distinguir entre una moneda real o no. El chico salió de la tienda con tranquilidad confiando en que la cajera sería suficientemente estúpida como para no distinguir. Una vez fuera del local comenzó a andar a paso apresurado por las tenues calles siendo que ninguno de los detalles antes mencionados había cambiado en nada salvo algunos nuevos transeúntes. Eventualmente Ben llegó al mismo callejón de de donde había salido minutos antes, dio un pequeño salto hacia la escalera de incendios que conducía hacia el balcón de su departamento, para luego treparla y llegar a su destino. Por encima de él escuchó leves sollozos, cosa que supuso provenían de su vecina, en cualquier caso, Ben no tenía espíritu de héroe y abandonó rápidamente la idea de ir a descubrir que sucedía. Una vez dentro dejó dos de las tres latas de sopa y mantuvo una en su mano derecha, se acercó lentamente al horno mientras tomaba el agarre del horno, lo jaló de modo que se abriera la compuerta y colocó su lata dentro, acto seguido programó el horno para una media hora y se retiró a descansar. Ben dio aproximadamente cinco pasos hasta llegar frente al sofá para luego tumbarse sobre él, algo que notó Ben fue que el ruido proveniente de la casa de su vecina había parado.