La mala costumbre de querer con los ojos cerrados.

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Una voz rota sonaba al otro lado

del teléfono.

Mi corazón se encogía

a medida que el miedo y el silencio

crecían.

Esa melodía que siempre invadía

mis oídos,

desapareció.

Me sentía pequeño,

frágil,

inútil.

Ni siquiera sé si eres lo que necesito,

ni siquiera sé que pensar.

Teníamos la manía de callarlo todo,

la mala costumbre de parar

cuando el miedo llegaba a nosotros,

de llamar arte a todo.

Ayer juraste que esto no dolería

pero te encuentro llorando

frente a mi casa.

Ann,

me duele seguir contigo,

pero más duele seguir sin ti.

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