Capítulo 3

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No sé qué hacer. Por mucho que el General no me crea, no recuerdo nada. Nada.
Vuelvo a la realidad. Estamos corriendo alrededor del patio descubierto. Podríamos ir al gimnasio, pero, cómo dice la Entrenadora, ¿para qué hacerlo? ¡Si estamos a dos grados de temperatura!
Por suerte, la tortura termina y entramos.
Chasquea los dedos llamando nuestra atención. La Entrenadora no hace buena cara, mala señal.
- Ejercicios de fuerza. Utilizad todo lo que esté a vuestro alcance. Parejas. A menos veinte, control de circuito.
Realmente no tenía muy buen humor. Odiaba los ejercicios de hoy. Odiaba el modo que tenía de tratarnos.
-Ella?
Me volteé y ví a Duna, con una simpática sonrisa.
-¿Pareja?
Le devolví la sonrisa.
-Pareja.
Empezamos el duro entrenamiento, pero se me hizo más rápido que de costumbre. Duna no paraba de hacer caritas graciosas cada vez que la Entrenadora estaba lejos. Aunque me lo pasé bien, no entendía por qué Duna me hacía caso de repente. No me malinterpretéis, me caía muy bien, pero llevo aquí cinco años y nadie me había hablado hasta ahora. Decidí que se lo preguntaría en el primer rato libre que tuviéramos.
Llegó la hora más temida por todos: el control.
La Entrenadora silbó y todos nos acercamos, cabizbajos. Se lo tomaba muy en serio. Primero nos hacía correr contra nuestra anterior pareja y después el ganador de una pareja con el ganador de otra y un perdedor con otro perdedor.
El objetivo era encontrar el mejor y el peor.
El mejor se libraba de sus obligaciones y podía ir a descansar. El peor... bueno, tenía que quedarse dos horas extras entrenando, solo con la Entrenadora. Y los del medio tenían que recoger el material. Puede parecer una tontería, pero el cuarto dónde guardamos el material está al otro lado del establecimiento. Diez minutos con una pesa de diez quilos en la espalda se puede hacer muuuy largo.
Me tocaba competir contra Duna. Tengo que admitir que muy a menudo gano el circuito, y estoy bastante segura de ganarla, Duna es muy buena en la natación, pero no en el atletismo, que es en lo que se basa el circuito de hoy.
Da el lanzamiento de salida y empezamos a correr. Durante los primeros metros lisos le cojo ventaja. No soy nada buena en los saltos, o sea que necesito llegar antes que ella. Para pasar la prueba de salto tienes que superar una marca azul. Fallo el primer intento. Duna me alcanza, pero al segundo lo consigo y sigo con mi amiga pisándome los talones. Pero entonces empieza el tramo final y allí realmente despego. La dejo atrás y llego al final ganando. Algunos compañeros me miran con rabia, la mayoría de ellos son muy competitivos.
Me siento en el suelo, esperando que llegue la segunda tanda. No hay nada raro, en realidad nos quedamos en los mismos grupos de siempre. La espera se hace cansina. Espera. ¿El 12 en el grupo perdedor? Siempre ha sido mi mayor rival. Con una mueca de desaprobación en la cara se dirige a su... sorprendente grupo. Nadie dice nada, hay un silencio sepulcral. ¿Quién lo habrá ganado? Miro a mi grupo. A lo mejor la chica 43, es rápida. No. No puede haber sido ella.

Entonces caigo. El chico nuevo. Está en una esquina, apartado del resto. Lo miro con curiosidad. Me da rabia no haber visto su carrera. Duna estaba en lo cierto, lo pusieron con los aprobados porqué lo merecía. Levanta la vista y me vé. Miro a otro lado, avergonzada. Debo parecer una acosadora o algo parecido.
El tiempo pasa y hago tres carreras más.
En la última que hice gané por pocos metros, quería llegar en la final contra el chico nuevo sin estar muy cansada.
La Entrenadora nos avisa de que llegó el momento del último circuito. 127.151.
Todos los chicos y chicas se acercan a observarnos. Hasta diría que la Entrenadora tiene una pizca de curiosidad.
Me situó en la línea de salida. De reojo, veo que él también lo hace. Se me acumulan gotas de sudor en la frente. No entiendo porqué estoy tan nerviosa. Respiro hondo.

Tres, dos, uno... ¡YA!

Empezamos a correr. Maldita sea, no lo puedo avanzar. Al otro de la curva hay el salto. El que llegue primero y salte gana. Está clarísimo. Si es que puedo, acelero. Parece que él también se dió cuenta y quiere llegar antes que yo.
Le cojo centímetros de ventaja. Me vuelve a alcanzar. Palidezco un poco, llegaremos a la vez. No creo que sea tan loco como por saltar a la vez que yo, ¿no? Sólo cabe uno por el salto de arena. Es el momento. Cojo impulso con mi pié izquierdo. A mi lado, 151 hace lo mismo. A lo mejor, sólo a lo mejor pasamos los dos. Y finalmente salto. Cierro los ojos y pienso que lo conseguiré. No sirve de nada. Noto como mi hombro izquierda choca contra el suyo. Sin poder evitarlo, pierdo el equilibrio y caigo al lado del carril. Me levanto dispuesta a intentarlo de nuevo, él hace lo mismo.
Pero a lo lejos veo a la Entrenadora acercarse. Está roja de ira. Al instante nos ponemos delante del carril con la espalda recta, esperando el sermón.
-¡Vosotros dos sois un par de inútiles! ¿Sabíais que si os hubierais lesionado no hubierais podido hacer el Paso? ¡¿Y hubiera sido culpa mía?! ¡Estoy harta de vosotros! Guardad el material. Todos. No hay ganadores. Y me da igual el perdedor. Sólo desapareced.

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