La voz de dentro

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“Hola, que fácil empezar ¿a qué si? Tan solo un hola para presentarme ante ti. Bueno… mejor te digo mi nombre, por si en un futuro se te olvida, para que sepas quien soy… me llamo Marcos un chaval de dieciocho años (Sé que soy un poquito grande para hacer esto pero a mí me encanta) el cual sigue viviendo con sus padres. Me considero una persona con una altura razonable- un metro y setenta centímetros para ser exactos- mi pelo tiene tantas semejanzas con el pelaje de un gato, que muchas veces la gente de mí alrededor me ha llegado a decir que qué hago con un gato incrustado en la cabeza, además tiene tanto en común por mi propia culpa, por ser un perro y no tenerme que poner delante de mi otro yo, el espejo y llevarme casi una hora para determinar el peinado perfecto (aunque en realidad siempre acaba como él quiere otra vez, con una punta de pelo para cuenca y otra para Barcelona.) Tengo una sonrisa que no me gusta nada, más que nada por el simple motivo de que no me gustan mis dientes, los veo como simples dientes de niños pequeños. Suelo tener una tez de piel un tanto clara, bueno… como yo le digo (Chocolate con mucha leche) pero da igual, me gusta de todas formas. Según muchas chicas que conozco, dicen que tengo una mirada penetrante, pero bueno… yo tampoco es que la vea una cosa… aprovechando ahora que he hablado de chicas, soy un chico bastante enamoradizo, aunque siempre que lanzo una flecha para atravesar su corazón, su corazón se vuelve de un acero duro que le impide traspasarlo, soltando un doloroso y rotundo no. Aún me acuerdo de Carmen jaja… esa chica rubia, de ojos casi verdes y mirada perturbadora, que con tan solo una mirada consiguió encender una luz en el interior de mi corazón, llevaba gafas, pero aun así el poder de su mirar no decayó. Es una chica que, a una hora del día puede hablarte genial  y súper cariñoso y alomejor  en otro momento del día te puede hablar borde y maleducadamente, para mi es mi chica de los cambios de humor. Después ha venido Sofía, ha venido por el simple motivo de que me sigue gustando. Sofía es una chica totalmente diferente a la anterior, ésta es morena, de piel oscurita y con unos aires en la nacionalidad latino-americanos mi punto débil con ella es cuando me sonríe, tiene algo en su forma de sonreír que es lo que hace que las mariposas de mi interior se pongas revoltosas y me hagan cosquillas en el estómago.
Ya te he hablado de mi, Marcos de mayor, ahora te voy a contar como me ha ido este verano en el cual han pasado muchas cosas que no quiero olvidar. Lo primero, he ido con mamá y papá a  Madrid, al Santiago Bernabéu a ver un partido del Real Madrid, regalo de papá por las buenas notas y por aprobar todas. ¡Ay…! Papá y mamá, no sé qué haría sin vosotros sí algún día me faltarais no sabría qué hacer… casi un mes más tarde, llega la feria del pueblo, una feria que no parece una fiesta de un pueblo mas parece una feria de ciudad de lo grande que es. Y bueno… ya sabes fiesta, alcohol, dormir, fiesta, alcohol, dormir,… y así varias veces más, se puede considerar que ha sido una pedazo de feria. Lo único que puedo achacarle a este año de feria es que no he pasado mucho tiempo con Sofía. Pero por lo demás ha estado todo perfecto.
Bueno chico, me voy a acabar yendo porque ya te he contado todo lo que por ahora quería contarte, alomejor algún día así que me cojas depre te vuelvo a escribir ¿vale?
Nada más que decirte un beso y nos vemos pronto, te habla la voz de dentro de ti.”

Marcos cierra un cuaderno del tamaño de una agenda escolar, en el cual que pone en letra grande “DIARIO” que ocupa casi toda la parte delantera del cuaderno color camel.
Son las seis de la tarde y desde la cocina Marta, madre de Marcos, lo llama a voces:
-¡¡¡Marcos, baja y hazte la merienda de una vez!!!
Marcos a regañadientes responde.
-¡Qué no quiero merendar, mamá!
-Tienes que comer para afrontar bien el último crecimiento que vas a dar.
Marcos se queda con una cara de… mejor no te contesto- Mamá, no intentes cambiar lo obvio, yo ya no voy a crecer más asúmelo.
Toda esta conversación es a voces ya que Marta está en la planta de abajo y Marcos está en la segunda y última planta del edificio, en su cuarto, tumbado en la cama con el móvil mirando los whatsApp. En medio de todo esto, se escucha una voz grave que proviene de la entrada de la casa, es Miguel el padre de Marcos, Que acaba de llegar de trabajar.
-¿Qué son esas voces?
-Pues nada, que tu hijo no quiere merendar con lo importante que es la merienda…
-Marcos por favor, baja y hazle caso a tu madre.
-¡Qué no papá, no tengo ganas de merendar!
-También es verdad hijo- dirigiéndose a Marta- deja que haga lo que quiera el chaval que ya tiene edad para saber que hacer por si solo. Bueno… yo me voy a duchar que vengo reventado…
Miguel se mete en la ducha, cuando de repente entra en la calle un fiat quinientos de color azul oscuro- ese color que a veces se confunde con el negro, pues ese- y detrás un camión de mudanza. Aparcan justo en la casa de en frente, se bajan del coche un hombre, alto, blanco y calvo y también una niña, morenita, rellenita y con un pañuelo que cubre su cabeza. Cuando ya han metido todas las cosas y el vecino nuevo le ha pagado al de la mudanza, Marcos aprovecha. Abre la ventana y dice:
-¡Bienvenidos, vecinos nuevos!-  levantando la mano y haciendo un movimiento exacto, al mismo momento y rítmico de izquierda a derecha en señal de saludo.
Pero, me mira durante cinco segundos con cara de sonrisa malvada y con esa misma mirada se mete para adentro y pega un portazo.

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