·uno·

20 3 0
                                    


Llegué a mi nueva habitación.


 

Tenía que ser una broma.


 

"MAMÁ" grite desde la habitación y unos minutos después oí ligeramente la voz de mi madre. Ni siquiera había entendido lo que había dicho, pero si algo era obvio es que si me daba un infarto, mi madre se quedaría en el salón tranquilamente sin que la importara lo que me pasara.


"MAMÁ, VEN".


Después de cuatro años siendo la princesita de papá, ya me tocaba ser la princesita ignorada de mamá.


Oí pasos acercándose. Por fin mi madre se había acordado que tenía una hija.


"¿Qué quieres, Harper" preguntó somnolienta. "Estaba haciendo cosas importantes".


Já.


Echarse una siesta no era hacer cosas importantes.


 

"No hay nada en mi habitación" dije obvia mientras apretaba el culo para que me respondiera que esa no era mi habitación, y que me había confundido. Prefería quedar como una idiota a dormir en el suelo.


"Ya lo sé, Harper" respondió cruzándose de brazos. "¿Me has llamado solo para decirme algo obvio?"


Gruñí.


"¿Por qué no hay nada?" la miré indignada. Yo era su hija perfecta, tenía que tener preparada una habitación para mi digna de ese título, no una que ni siquiera tenía colchón.

"Había pensado que no te gustaría la decoración que tenía pensada, así que he decido dejarla vacía para que la puedas decorar tú"

¿Realmente ella pensaba que no tenía otra cosa que hacer que ponerme a decorar mi habitación?

"¿Y el colchón?" me rasqué la nuca intentando no tirarme al suelo y ponerme a llorar.

"Había polillas y tuve que tirarlo. Podemos ir mañana a comprar uno" respondió a mi pregunta y cuando vio que tenía intención de volver a hablar, me cortó. "Dormirás hoy en el sofá del salón".

Afirme ligeramente la cabeza y ella fue al salón. Yo la seguí.

"Si subes dos calles más, hay una tienda de decoración" comentó mientras me tendía algunos billetes que en mi vida había visto. "Compra cosas para las que no me necesites, como pintura. Llámame solo si es necesario"


Hice caso a mi madre y en unos veinte minutos llegué a la tienda. Un hombre de unos cincuenta y pocos se acercó a mi.


"¿Estas buscando algo?" me preguntó con una sonrisa amable.


"Sí, pintura para paredes y eso.." se posiciono en frente de mi, y a pesar de estar un poco alejado de mi, su tripa me rozaba.


"Tercer pasillo".


"Gracias" me aleje mientras me rascaba la nuca. Hablar con desconocidos me ponía de los nervios.


Llegue al pasillo que aquel hombre me indicó y al que yo bautice como <<El paraíso de la pintura>> probablemente en mi vida había visto tanta pintura.


 

El cansancio, el aburrimiento y las ganas de hacer pis me hicieron decidirme por un azul verdoso claro.


Salí de la tienda corriendo con aquellos botes que pesaban más que mi vida y por fin llegue a mi casa.


"MAMÁ" grite desde la puerta. Nadie habría. Si mi madre se estaba echando otra de sus siestas, la odiaría para siempre. "MAMÁ, POR FAVOR" volví a gritar y esta vez también di golpes en la puerta y llamé al timbre.

Estaba a punto de mearme y mi madre pasaba de abrirme. Todo tan perfecto, como siempre.

"MAMÁ" grite por tercera vez y al oír pasos tras la puerta decidí quitarme los pantalones, algo de lo que me arrepentí al ver quien me había abierto la puerta.

"¿Quién eres" me preguntó un chico de ojos castaños y cansados. Su pelo estaba despeinado y andaba apoyado sobre una muleta. Parecía que le había atropellado un autobús.

"Soy Harper, encantada. ¿Puedo usar tu baño?" hice maniobras para que ese extraño no me viera las bragas.

"Soy Axel, no tan encantado. Si quieres usarlo son 20 dólares" me miró aquel chico con una sonrisa de idiota en sus labios.

"Estas loco si crees que..." me temblaron las piernas y fui sacando lentamente el dinero del bolsillo.

"¿Si crees que...?" le tendí el dinero en la mano y su sonrisa se convirtió en una risa, al verme medio correr al baño.


Salí del baño y Axel estaba tumbado en el sillón me acerqué a él y le sonreí.


"Gracias por dejarme usar tu baño" le miré agradecida.


"Un placer" paró por unos segundos. "Si vuelves a querer mear, será un placer recibirte en mi casa. Claro que por 20 o más dólares"


Sonreí falsamente y salí de su casa. Idiota.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Hey, Portland!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora