Capitulo 4

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(Oliver)

Pasaron los días (y para bien o para mal), él primer viernes llegó arrastrándose, aunque con tierra en la cara y lagrimeando a causa de esta.
Ah, querido viernes: él primero de la primer semana, del primer mes del ciclo escolar, del primer indicio de lo que podría ser el fin.

¿Él fin de qué? Bueno, es más complicado de explicar de lo que parece.

Podría ser el fin de mi unión con Zuri, es obvio que  salir por primera vez con alguien no hace nada más que llenarte de hormonas y una felicidad segadora; podría ser el fin de mis pensamientos de Greg, cosa que realmente anhelaba con todas mis fuerzas; o quién sabe, incluso podría ser hasta mi propio final. Porque, vamos, hay veces que el destino no te acompaña y las estrellas ni te voltean a ver.

Quizá por ello mi padre decidió cambiarse el apellido de "Chávez" a "Moon" una vez se mudó a Texas. Tal vez esa fue su forma de pedir a gritos que las estrellas le mirasen.
Pero no lo consiguió. O al menos, eso creyó durante un tiempo, porque poco después conoció a mi madre. Y ese fue el inicio del fin de ambos.

¿Sabes? Aunque suene mágico, enamorarse es la forma más exagerada e irracional de gritarle al universo que quieres que te rompa: que te desgarre y te haga llorar.

Ellos dos se amaban tanto que ni siquiera tomando todas las estrellas de todos los universos, uno podría alcanzar la cifra de aquello que unía sus corazones: amor.

Pero como dije, él fin siempre viene, y más rápido de lo que uno quisiera admitir.  Aunque debo darles algunos puntos a su favor, la muerte no es algo que uno escoja... exceptuando algunos casos desafortunados de muchos viernes arrastrándose, con tierra en la cara y llorando a causa de esta.


«Aléjate de Zuri, ¿me escuchaste?»

El fin también puede salir de cosas pequeñas, como aquella frase que fue desobedecida por Greg. Creí por un segundo que podría detener el fin de los finales, pero no fue así. Él estupido Damon continuó molestando la tranquilidad de mi casa, de mis sillones naranjas y mis amapolas, así como las mejillas de Zuri: cuales recibían besillos mentirosos de vez en cuando.

Él viernes, sin embargo, fue diferente. Greg Damon no se pasó por mi casa ni por un solo segundo, y fui el chico más feliz y tranquilo del mundo. Logrando hasta olvidar la promesa que le había hecho a Emilio el martes de la misma semana.

Quién diría que también los amigos pueden hacerte sentir en el límite.

— Carajo, Oliver, ¿sabes hace cuánto que no sales? — "Sí, gracias por recordarme que olvidé contar para no humillarme".— Dijiste que iríamos juntos.

— Estoy arrepintiéndome un poco.— Él rubio al otro lado de la línea gruñó como si de un perro molesto se tratase. Siempre hace eso cuando algo no le parece. — Sabes que no manejo muy bien el alcohol.

— ¡Para eso está tu mejor amigo!

— Seguro que terminarás vomitando. En mí. De nuevo.

— Ya deja de mencionármelo, hombre. Encima que lavé tu ropa al día siguiente y te pagué el desayuno.  ¿No fue suficiente?

— Mis piernas siempre van a recordar tener vomito encima.

Emilio era un lío tomando. Su resistencia no era la mejor, (incluso me atrevo a decir que la mía es mayor) así que terminaba siendo problemático y molesto con tan sólo algunas copas. Pero no podía negarme a ir a aquella fiesta, no porque mi "querido mejor amigo" me lo estuviese pidiendo de rodillas, si no porque, realmente debía dejar de sobre analizar mi mierda del "fin".  A veces es mejor dejar de pensar.

Estrellas, Demonios y MareasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora