∂1. El Aro iris.

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El año es 1820, la revolución industrial se encuentra en su apogeo en el viejo continente. En España las construcciones como monumentos o acueductos corren peligro de ser derribados para la construcción de las industrias. En Segovia una joven con rasgos muy atractivos para cualquier hombre, un cabello negro que contrastaba con la blancura de su piel, hermosos ojos y pestañas, que llamaban la atención a metros de distancia y unos labios tiernos, Anahí, tenía apenas 15 años, vivía con sus padres. Por su belleza y edad tenía muchos pretendientes, a diario recibía canciones y versos dedicados únicamente para ella, a su padre, que era dueño de un restaurante, le causaba intriga que la joven nunca respondiera ninguna de las cartas, simplemente las guardaba en una caja. La niña no tenía reprimenda alguna, su madre un par de veces la corrigió sin problema alguno, era obediente y muy rara vez salía, pero las veces que lo hacía se iba por un largo tiempo, sus padres no le decían nada, ya que sabían con exactitud donde se encontraba, ella salía y se sentaba a admirar el acueducto de Segovia, nadie sabe la razón de este comportamiento, siempre lo hacía sin fechas, ni hora en especial, simplemente pedía permiso y sus padres se lo otorgaban.

Un día cualquiera se le ocurrió salir, claro con el permiso de sus padres, iba como siempre al acueducto. El día era lindo había un sol radiante, pero aun así no hacía un calor sofocante, por coincidencia levanto su hermoso rostro al sol y pudo percatarse de la presencia de un aro iris, para ella que había escuchado un poco de estos fenómenos meteorológicos se le hizo raro ver uno con el clima que se sentía. Recordó que su padre le comento que cuando había un halo alrededor del sol significaba la presencia de serpientes, claro que solo era una superstición sin sentido alguno, bajo la vista y para sorpresa suya encontró a alguien sentada justo en el mismo lugar donde ella lo suele hacer, así que tuvo que sentarse en otro lugar, no hubo problema alguno, acomodo su vestido y sin mayor preocupación se sentó a ver el enorme acueducto, pensaran que es aburrido solo se quedaba sentada a ver unas columnas que llevaban agua, pero para ella era entretenido todo el tiempo que se quedaba ahí tenía una sonrisa hermosa, nunca faltaba el valiente que se atrevía a hablarle y sentarse a su lado, Anahí simplemente los ignoraba y si le decían algo que le gustaba les dedicaba una sonrisa y un pequeño guiño. Mientras se quedaba perpleja ante aquella estructura que tanto le fascinaba. Esa tarde llego un joven que venía acelerado, parecía que había tenido una gran carrera antes de llegar y sentarse a lado de Anahí, pasaron unos minutos antes de que el joven recuperara el aliento, ignorando a la señorita como si no estuviera ahí, el joven volteó revisando la dirección por la cual llego, cuando regreso la vista en un momento único los dos voltearon y sus miradas se encontraron, se quedaron quietos por unos instantes los dos sonrieron y cuando él iba a hablar Anahí volteó a ver el acueducto, él también desvió la mirada y después de unos minutos de revisar con la vista el acueducto, dijo:

- Que cosa tan fea.

Ella lo ignoro. Para la mala suerte de Anahí el tipo era un perico.

- Vamos, ¿te gusta es fea cosa?, no soy un experto, pero te puedo decir que esa cosa es un estorbo.

- Nuevamente lo ignoro.

- Mmm, que tía tan callada, ¿cuál es tu nombre?

- Mi nombre es Anahí. - ella no quería decirlo, pero fue como un reflejo.

- Lindo nombre, Erythrina crista-galli.

- ¿Qué? - Un poco de curiosidad de parte de Anahí.

- Soy botánico, además sé por cultura general que tu nombre significa "que es bella como la flor del ceibo"...- después de eso el chico siguió hablando, pero Anahí lo ignoro por completo.

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