∂ 4 El espejo.

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Gritando y chillando subió las escaleras, se golpeó con la puerta de su habitación, fue un golpe tan duro que hizo una pequeña grieta en la puerta y a Anahí la tiro al piso, respiraba sin control y sentía algo que recorría su mano y cabeza, además de un hormigueo en sus pies desnudos. Sentía odio, un odio que jamás había experimentado antes, aquella sombra era un hombre, un hombre que le quitó a alguien muy importante, que a pesar de que tenían sus diferencias, lo amaba y todo este tiempo había estado con ella. Llevó sus manos a la pared para apoyarse y así levantarse, al ver su mano derecha recargada en la pared se dio cuenta que gran parte de su brazo tenía sangre la cual surgía de la palma de su mano, al parecer sin darse cuenta se había mordido tan fuerte que pudo cortar su piel, sin prestar mucha atención, también apoyó su mano izquierda, pero en cuanto colocó un poco de presión contra la pared se le escapó un pequeño gemido de dolor, tenía vidrios clavados en la palma de la mano, logró sacar la mayoría, pero algunos pequeños seguían enterrados. Cuando al fin pudo estar de pie, la misma sensación de los vidrios enterrados la tenía en sus pies, cuando iba a revisar sus pies, sin querer vio al final del pasillo, el cuarto de sus padres, dejándose controlar por su odio y tristeza, corrió hasta la habitación, entró y pego un grito aterrador lleno de irá. Ahora para ella ese era el sentimiento más fuerte, la irá, generalmente una guía que te puede llevar a muchos lugares, obviamente ninguno bueno, se tiró al piso y empezó a llorar, pero no derramaba lágrimas de tristeza, únicamente podía sentir irá, sintió como si las lágrimas quemarán su piel.

Regresó a su habitación, el pasillo y escaleras un poco embarrados de sangre, pero para ella eso no importaba, se acercó a la ventana y en un instante volteó y vio a una niña en bata blanca llena de sangre, se asustó y grito un poco cayendo nuevamente al piso, la niña era ella, solo vio su reflejo en el espejo, se acercó a su reflejo y en su estado de manía, alucinó con ver a su padre en el espejo, él le sonreí y le señalaba el marco de arriba del espejo, Anahí se levantó y vio que había algo escrito: "Para mi pequeña, Anahí, te amo hija". Anahí hizo memoria, eso estaba ahí porque ella lo había pedido, cuando era más niña, su vanidad le exigía tener algo para poder elevarse día a día, un espejo fue lo que se le dio a esa vanidad, como su madre tenía un espejo igual, pidió a su padre que escribiera su nombre, cuando lo hizo, le dijo a Anahí:

- Cuando seas tan alta como para ver que escribí ahí arriba, quiero que sepas cuanto lo hago.

A Anahí no le importó en ese momento las palabras de su padre, ella tenía su espejo con su nombre, le dio las gracias a su papá y empezó a modelar todos sus vestidos enfrente de ese (cuando Anahí era pequeña) enorme espejo. Sus emociones se estabilizaron un poco y pudo relucir una de esas hermosas sonrisas que iluminan el día, y dijo:

- Yo también te amo papá, te amo mucho.

Sintió nuevamente la última acaricia de su padre y se pudo dar cuenta que su aspecto era de lo más horrible. Tenía unas gotas de sangre recorriendo su frente y su rostro, seguramente de cuando se golpeó con la puerta, reviso sus manos también pintadas de ese color rojo, su mano derecha estaba hinchada y morada alrededor de donde se habían quedado marcados sus dientes, la izquierda estaba peor, tenía tres grandes cortadas profundas y un sin fin de pequeñas, en la parte baja de la palma tenía una cortada desde el pulgar hasta el lado contrario de su palma, una bastante profunda a lado del meñique y la última había quedado entre el dedo índice y el pulgar en la palma, empezó a quitarse los vidrios del pie, eran muy chicos y era muy difícil desenterrarlos.

Por la noche llego su mamá, quien enloqueció al ver el vaso roto y el rastro de sangre que había dejado Anahí, entró a la habitación de la jovencita y vio la bata llena de sangre, pero los miles de escenarios que se había imaginado la mamá desaparecieron al ver a su hija durmiendo de una forma muy tranquila, después de los días anteriores, en los que se notaba que tenía pesadillas. Cuando estaba a punto de salir de la habitación, vio una venda en la cabeza de su hija, la revisó y tenía una cortada, también notó las manos y pies vendados, se preocupó mucho, pero aun así no despertó a aquel ángel durmiendo.

"El mismo sueño, lo sé por el sonido que provoca el agua en mis oídos casi sumergidos, las flores de loto son más notorias que la última vez. Al fin reconozco algunas de las sombras, una es mi padre y la otra mi madre, pero es como si mi padre se alejará, a pesar de que es quien tiene la imagen más nítida, por otra parte mi mamá se ve diferente, con más canas pintadas en su cabellera. Me causan mucha curiosidad las otras tres sombras, parecen estar muy juntas"

La joven despertó muy tranquilamente, el sueño cada vez era más común. Se dio la vuelta y vio en su mesita de noche el desayuno. Esto era extraño, mucho tiempo cuando era más niña pidió a su mamá que le llevará el desayuno a su habitación, claro nunca se lo había cumplido, hasta ahora. Cuando intentó usar las manos para levantarse el dolor le hizo recordar las heridas que se había hecho el día anterior, se quejó un poco y se tiró sobre el colchón. En ese momento entro su madre, Anahí notó el mismo rostro vacío, pero ahora enmascarado con una sonrisa amarga. Sin decir nada tomó la silla que estaba junto el escritorio, ayudó a su hija a sentarse en la cama y quitó las vendas que estaban acomodadas de forma improvisada, la expresión de su madre no fue la esperada ante tales heridas, de hecho destello una pequeña sonrisa, inmediatamente de sus bolsillos sacó algodón y alcohol [el infierno]. Con mucho cuidado desinfecto las cortadas y volvió a vendar, le dio de comer a Anahí en la boca y al terminar se llevó los trastes y dejo a Anahí en su habitación. Se quedó llorando la jovencita, no por algo sentimental, sino porque realmente le había dolido.

Horas después Anahí ya se había cambiado, aunque seguía sentada en su cama, leyendo un poco y hablando sola. Escuchó que tocaron su puerta, era la voz de un hombre, dijo:

- Señorita, soy médico, su madre me pidió que viniera a revisarla, ¿me lo permite?

- Este... - Anahí no sabía qué hacer, probablemente le dolería más los tratamientos del médico, pero era lo mejor - claro adelante, pase por favor.

- Buenas tardes señorita, soy Angel, ¿podría decirme donde tengo que revisarla?

- Bueno... - Tenía tiempo desde que Anahí hablaba con alguien - creo... que la cabeza, las manos y... los pies.

- Muy bien - el médico reviso con la vista las heridas de la niña - ¿podría contarme como se lastimó?

- Verá... la verdad... - Anahí no recordaba mucho - creo que me caí.

- Ya veo - el médico soltó una pequeña risa, sabía que Anahí estaba mintiendo - tiene que tener más cuidado por favor.

Tenía razón Anahí, fue bastante doloroso el tratamiento, le tuvieron que dar un par de puntos en las manos y el médico extrajo todos los pequeños restos de vidrio, desinfecto y por último vendo. En la cabeza revisó que la cortada no fuera tan profunda, por la cara del médico no era algo tan preocupante. Al terminar le dijo:

- Tengamos más cuidado al caminar, por favor, sobre todo en las escaleras, y sea más observadora con las puertas, no queremos tener que llamar a un carpintero, ¿verdad? - dijo con una sonrisa traviesa.

- Está bien, tendré más cuidado - Anahí estaba avergonzada.

- Sé que ya está grande para esto jovencita, pero se portó muy bien y casi no se quejó - saco algo de su maletín, era una paleta - tenga.

- Gracias - dijo Anahí con un tono un poco engreído, pero feliz.

- Yo me retiro jovencita Anahí, con esto se recuperará.

- Hasta luego... - Anahí olvidó el nombre del médico.

- Con su permiso. - dijo el médico cerrando la puerta.

Que hombre tan amable, pensó Anahí, pero seguramente sería la última vez que lo vería. Sin darse cuenta, ya se sentía mejor, el médico hizo un buen trabajo.

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