∂ 2 Una carta de amistad.

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"Puedo escuchar el sonido que provoca el agua con su andar, ver el pasto que está a mis costados, claramente estoy recostada, siento como sigo el cauce del agua, ¿a dónde me llevará? Probablemente a ningún lugar en especial, me siento tranquila a la vez que asustada, empiezo a ver unas sombras a la distancia, ¿serán conocidos? Me parecen familiares las siluetas y por ultimo empiezo a sentir algo que toca todo mi cuerpo, es algo que está flotando conmigo, una flor de loto, es la primera vez que veo una, pero es muy bonita."

La niña se quedó dormida todo el resto del día, ni siquiera comió o ceno algo. Se levantó un tanto temblorosa, nunca había tenido un sueño tan nítido y realista.

Se vistió y bajo al comedor, le llego el olor del desayuno que preparo su madre, era algo fresco, probablemente pan, el olor de la característica crema, los dulces de sartén y el azúcar. Su mamá había preparado algo característico de su lugar de nacimiento, el suso, un pan en forma cilíndrica relleno de crema, frito y azucarado por fuera. Un desayuno bastante especial. Aún era bastante temprano, su padre se encontraba en casa, como es habitual saludo a sus padres con un beso en la mejilla, su madre discretamente se puso los dedos en los labios, Anahí entendió y no hablo mucho durante el desayuno. Al terminar recogió su vaso y plato, y agradeció, sin mucho que decir se dirigió a su cuarto. Las preguntas eran más precisas y causaban que Anahí se sintiera ansiosa, solo esperaba a que su padre subiera a despedirse y bajar corriendo a exigir sus respuestas. Pasaron menos de treinta minutos, para ella fue una eternidad, y escucho los pasos firmes en los escalones, uno a uno sentía que el tiempo se detenía, por fin saciaría su curiosidad, su corazón ya no tenía lugar en su pecho, se abrió la puerta y su padre dijo:

- Tienes visitas, Erythrina crista-galli.

- ¿Qué? - Anahí se puso en blanco, el único que la llamaba así era aquel tipejo engreído - ¡¿Quién ha venido a verme?!

- Es el joven Francisco.

- ¿Francisco?, perdón pero no conozco a nadie con ese nombre, dile que se vaya por favor.

- Creo que quiere saber si realmente vives aquí, asevera el haberte ayudado ayer a entrar en la casa.

- No sé de quién me hablas - se notaba cuando Anahí mentía, no era muy buena para ello - Ayer entre yo sola a la casa, así que te pido por favor que saques al tal Francisco de la casa, gracias.

- De acuerdo, pero te noto molesta hija, ¿estás bien?

- Sí, lo estoy, gracias.

El papá, un poco preocupado por la actitud de su hija, se retiró de la habitación de la pequeña dama sin nada más por decir.

Anahí daba vueltas en su habitación, mordiéndose las uñas sin control. Sin darse cuenta todo el nerviosismo que tenía desapareció y se convirtió en un enojo incontrolable por la visita de aquel tío tan borde, por primera vez Anahí sentía que realmente alguien solo quería joder su vida.

Sin pensarlo dos veces, enojada bajo para reclamar algunas cosas al tal Francisco. A pesar de que bajo rápido, sintió que paso mucho tiempo en su cabeza, tantas dudas, ¿por qué la molestaba?, ¿en qué realmente la estaba molestando?, ¿no me ha hecho nada malo?, ¿no me ayudo ayer?, ¿tendré razón al enojarme con él?; En fin tantas preguntas surgieron en la cabeza de esta señorita en ese pequeño tramo de su cuarto a la puerta. Cuando al fin llego a la entrada de su casa, no sabía que decir, nunca había puesto atención a Francisco, era un tipo de una estatura de más del metro y ochenta centímetros, un postura un tanto encorvada lo suficiente para darle un aspecto un tanto misterioso, sus ojos son casi rasgados lo que impide ver que son de un color marrón claro, y un cabello negro desordenado, pero en ese desorden natural, como si se hubiese hecho un peinado formal pero debido a su actitud su cabello tuviera un orden único.

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