Capítulo uno: Revoltijos mentales.

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Nathanaël seguía sin comprenderlo, aún estaba cuestionándose a sí mismo si en realidad la rubia a la que todos conocían por su mala fama no estaba delirando.

¿Por qué querría ella un dibujo suyo, y encima, tomarlo por si misma? Es decir, tomando en cuenta que podría mandar a su amiga pelirroja a robarlo o quitarlo de su cuaderno por el simple hecho de que para eso ella estaba: para que Chloé no moviera ni un dedo y no correr el riesgo de partirse alguna una uña.

Pero volviendo al primer punto: ¿Un dibujo suyo? Que el recordase, ella los odiaba, incluso llegaba a recrear en su mente el recuerdo de el momento en que Chloé se burló de los cómics que hacía, avergonzándolo, burlándose de el y revelando frente a todo el curso su frenético enamoramiento por la chica de las coletas.

No tenía sentido que de un momento a otro quisiese alguno... ¡Claro! Estaba más que seguro que lo había tomado sólo para molestarlo, burlarse de el usándolo en su contra, o simplemente dibujándole encima con marcador permanente como había hecho anteriormente. Rayos, realmente temía que aquella rubia mala estuviese pensando en alguna jugarreta para hacer que toda la clase se riera al unísono de el.

Aunque, era realmente raro para él generar una oración en su cabeza que tuviese las palabras "Chloé" y "piensa" sin un "no" en medio.

Y más aún era que estuviese dándole tantas vueltas a aquel asunto, sólo por uno de sus tantos dibujos, siendo que ya ni se acordaba exactamente cual había hecho en la página ahora faltante.

Estaba tan enredado en sus pensamientos que no se había dado cuenta que aún seguía mirando la comida en su plato mientras jugaba con su tenedor... Esperen, ¿En que momento había bajado a desayunar?

-... y por eso quiero que te comprometas y cases a temprana edad.

-¡¿Qué?!

Nath escupió lo anteriormente masticado, dando un pequeño salto de sorpresa en su lugar. Su madre soltó una carcajada.

-Sabía que no me estabas escuchando -admitió, dando a entender que sólo le estaba tomando el pelo- , Nathanaël, al menos si vas a comer pon atención a lo que haces -le regañó, riendo estaba vez nasalmente.

Ella realmente no le estaba diciendo nada antes de hacerle sobre saltar con aquel comentario, sólo le gustaba molestar de vez en cuando a su hijo. Además de que aquella vez, estaba más distraído de lo normal.

-Realmente, ya no quiero más. Gracias por la comida, mamá -mencionó con su usual tono suave de voz, empujando el plato ya vacío, a excepción de uno que otro resto de comida- . Además... ¡Se me hace tarde para ir al instituto! -dijo esto último mirando al reloj colgado en la pared.

Aunque, a decir verdad, no era para nada tarde, era temprano. Pero a Nathanaël le gustaba llegar siempre antes que todos, sentarse a dibujar con paz y tranquilidad, observar como sus compañeros van llegando uno por uno.

-He visto que andas muy distraído -le comentó su madre, cuando ya se encontraba recogiendo sus cosas y metiéndolas a su mochila- ¿Tanto piensas en la chica esa... la que tanto te gusta?

Su tono pícaro hizo que Nathanaël se encendiera cual tomate le decían.

-¡Argh, Mamá! -chilló ya en la puerta, haciendo que la mencionada estallara en carcajadas: su hijo era demasiado predecible, a pesar de ser sumamente tímido y callado.

Nathanaël sin tener alguna mejor excusa para evitar charlar sobre ese tema, cerró la puerta apresuradamente tras despedirse de igual manera. Tomando como apoyo el que "Ya la profesora debía estar en el salón".

¿Las miradas matan? No, enamoran.|MLB||Nathloé|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora