Prólogo.

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Si no fuese porque aquella mañana Chloé se había levantado con muy buen humor -cosa que era rara-, se hubiese cuestionado a sí misma sobre si lo que había hecho tenía siquiera una pizca de cordura.

Ese día tras apenas ver a su heroína de traje rojo favorita se había declarado repentinamente a esta; sí, hace poco se había descubierto a sí misma por completo en cuanto a sus preferencias y había terminado aceptando ese nuevo aspecto. Al fin y al cabo, todo en ella era perfecto.

Pero, al parecer para la heroína no era así, o al menos eso daba a entender, porque el silencio tan denso que se había formado y la huida rápida y sin palabras de esta dejaban más que claro el rechazo hacia los sentimientos de la rubia.

Y de hecho a Chloé no le dolía, no, no podía dolerle-o al menos eso se hacía creer a sí misma-, ella no era de rogarle a nadie; aunque era raro puesto que nunca la habían rechazado, si no que era ella quien lo hacía, pero aún así: ¡Ella era Chloé Bourgeois!, quien la rechazase sí estaba completa y totalmente ciego.

Definitivamente Ladybug había dejado de ser su heroína favorita, crush e ídolo. Y pensar que por ella había dejado el capricho de "amar" a Adrien atrás...

«Eso ya no importa, a la gente le interesa como me veo, no lo que siento. Y mi imagen es lo primero.» pensó, y se obligó a poner esa sonrisa arrogante que siempre practicaba para portar hasta la escuela.

-¿C-chloé?, ¿pasa algo? -Preguntó casi en un susurro la pelirroja de su amiga, quien la seguía cargando todas sus cosas como la semi-sirvienta por voluntad propia que solía ser la mayoría del tiempo.

Chloé sabía a que se refería con esa pregunta, no por nada eran mejores amigas: Sabrina sabía muy bien cómo se sentía con tan sólo ver su cambio de actitud, el cual pasaba desapercibido ante casi todos, pero ahí estaba.

-Sólo apresúrate con mis cosas y sígueme el paso, Sabrina. Hoy no tengo ganas de que la profesora me de el testamento de siempre a pesar de que llego a la hora que yo quiera -le contestó, acelerando su caminata y evadiendo notablemente su pregunta-. Al menos para cargar mis cosas si sirves -Agregó, y aunque cualquiera se hubiese ofendido, a ella le sacó una sonrisa, esa era su manera tan peculiar de decir "gracias" pero con otras palabras.


La rubia había llegado echando humos a la puerta del salón, a pesar de que había tratado de guardar la calma sólo podía escuchar "Ladybug esto, Ladybug lo otro". ¡Demonios! ¿Qué no podían hablar de otras cosas?, ella ya estaba harta,y no sabía si enserio se debía a su reciente desamor. Pero bueno... debía entender que era ella quien protegía a París del mal.

Al entrar al salón haciendo resonar las plataformas que raramente ese día había llevado puestas, ni siquiera se había detenido a saludar a su ya no tan querido Adrien, si no que había ido directo hasta su asiento, ignorando el regaño de su maestra por tardarse demasiado al regresar del almuerzo.

Estaba tan irritada que incluso Sabrina decidió no preguntarle y dejar que se le pasase, si es que se le iba a pasar.

De un momento a otro había volteado a ver a el cuarteto estrella del salón; Marinette y Adrien se prestaban miradas tímidas y sonrojos que delataban su ya muy obvia atracción sentimental de el uno por el otro. Y por un momento le picó la envidia, realmente quería tener tanta suerte como ese par... pero no, ¡Ellos deberían tenerle envidia!, ella lo tiene de todo, es linda, tiene dinero, y es conocida con muchas personas importantes en París.

Pero, ¿Por qué aún así sentía que algo que le faltaba? Incluso si tenía una mejor amiga que a pesar de todas las maldades que había hecho la seguía apoyando, sentía que había algo que no tenía, y estaba dispuesta a conseguirlo. Ella debía tenerlo todo.

Su mirada se dirigió unas bancas más atrás, era raro que Ivan no se encontrase ahí. Debido a eso, justo ese día se había acordado de la existencia de uno de los compañeros de clase que menos escándalo hacía.

Nathanaël boceteaba rápidamente en su cuaderno, tratando de ignorar la clase debido a que las matemáticas no eran lo suyo, a parte de que intentaba disimular el extremo nerviosismo bajo el cual se encontraba por la mirada atenta de la chica caprichosa del salón hacia el. Realmente no sabía el porque, pero sus miradas asesinas hacían a quien sea querer comprar un boleto con identificación falsa e huir hasta México.

Aunque... por alguna razón la manera de su mirada no era la misma de siempre.

Las clases habían acabado en cuanto menos se lo esperó. Aunque se había quedado unos minutos después de que todos salieran y recién se encontraba recogiendo sus cosas, sintió a alguien tomar su cuaderno cuando estaba hechando su estuche de lápices como último en la mochila.

-¿Chloé?

La rubia río con arrogancia pasando páginas como si el cuaderno fuese suyo.

-Lindos dibujos -comentó deslizándole el cuaderno-. No sabía que te gustaba dibujarme, creí que tu platónico era la panadera.

Se refería al último que había visto, en el que Nathanaël había empezado un cuerpo sin gracia que terminó convirtiendo accidentalmente en ella.

-Linda tu nueva actitud -Le evadió, y tratando de disimular el rojo que encendía sus mejillas sonrió, y le retó imitando su mirar; había sarcasmo en su comentario.

Chloé por su parte había captado; quizá sí era muy obvio el que estaba irritada ese día, y que no se pusiera a quejarse de todo con todos lo había vuelto raro.

Le sonrió de la misma manera de nuevo, característica de si misma, de una Queen bee; y bajó los escalones desde el asiento del pelirrojo hasta la puerta para irse.

Nathanaël la vio desaparecer por la puerta y se preguntó que mosca había picado a esa chica hoy, y tras rebuscar en su cuaderno antes de pararse e irse, se dio cuenta de que faltaba una hoja.

Ella había arrancado y llevado un dibujo suyo.

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N/A:

Bueh, es la primera vez que hago un fanfic de un shipp tan crack, pero tengo muy bien planeada esta historia. eve

¿Las miradas matan? No, enamoran.|MLB||Nathloé|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora