Capítulos dos: Los curiosos no llegan a ninguna parte.

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La curiosidad mató al gato, pero al menos este murió sabiendo; aunque Nathanaël no sabía  si ese riesgo valía la pena. Después de ver a la rubia y su amiga irse en aquella limusina que las llevó a quién sabe donde, decidió  irse el también  y distraerse en el tiempo  que restaba del almuerzo antes de entrar nuevamente a clases. Ese día no tenía ganas de comer, y quizá  su madre le estaría  esperando para que almorzara en casa, pero esta ya sabía que usualmente salía a comer algo.

Luego, estando en el parque cercano al instituto vió  al par de chicas pasar discretamente, y no pudo evitar su impulso por seguirlas, y claro, ahora se encontraba escondido tras un periódico con la ansiedad por las nubes.

Esperaba  que nadie lo notase, no sabía que haría si Sabrina y Chloé o alguno de sus compañeros lo reconocía  estando  en un café, a el ni siquiera  le gustaba aquella bebida cargada de cafeína, y de todos modos, ¿Quién en esos días seguía leyendo el periódico?

—Bien hecho, Nathanaël, usar el truco más  viejo del mundo y visto en miles de películas ha sido la mejor idea que has tenido —se regañó a si mismo en tono sarcástico mientras que miraba por encima de las gafas oscuras que traía hacia la entrada del lugar, esperando a que las dos chicas que andaba espiando saliesen.

El se encontraba en la parte frontal de aquella tienda, así  que podría percatarse fácilmente cuando alguna persona salía o entraba. La campanilla que se encontraba en la parte alta de la puerta tintineó indicando nuevamente la apertura de esta. Nathanael en cuanto vió de reojo la cabellera  rubia  asomarse  por esta, devolvió su mirada apresuradamente al periódico y fingió estar leyendo el artículo más interesante del mundo, tratando de esconderse un poco en este.

—Vaya, ¿pero que tenemos aquí? —Una voz que fingía tono de sorpresa le hizo dar un pequeño salto en su lugar, habían  pasado minutos de silencio en los que creía ya se habían ido, sin  embargo, al bajar el periódico e ir despegando la vista de este lenta y nerviosamente se encontró con esa cara excesivamente maquillada a la que tanto rencor le tenía, ¿en qué  momento  se había  sentado frente a él?— Al parecer alguien está  jugando al espía.

Silencio; Nath aún trataba de buscar una buena excusa que fuese creíble.

—No sé de que hablas, solo vine a tomar un café como cualquier otra persona—le respondió, sorprediéndose a si mísmo por lo increiblemente calmado y convincente que se había escuchado.

Una gota de sudor bajo por la mejilla del pelirrojo cuando oyó la risa de la que se encontraba  frente a él.

—¿De verdad piensas  que me creeré eso? —interrumpió ésta su risa, volviéndolo a mirar—Me halagas, pequeño tomate. Ya sé que cualquiera quisiera estar tras una hermosa y despampanante chica como yo—desvió la mirada a sus uñas, viendolas como si fuesen el doble de importantes—, pero no tengo tiempo para que un intento de artista sumiso con problemas de personalidad esté interrumpiendo con mi vida privada.

Se levantó levemente de su asiento para seguido quitarle las gafas de la cara, el periódico de las manos, y hechar ambos a un bote de basura.

—Así que... es mejor—dijo sonriendo cínicamente a centímetros de su rostro e hizo  una pausa , haciendo que la cara de sorpresa de Nathanaël solo fuese más grande. Esa mirada asesina la conocía prefectamente—, que no me vuelvas a seguir.

Con toda la vanidad del universo, Chloé se dió media vuelta para irse del lugar, seguida de su amiga Sabrina quien se había quedado anteriormente unas mesas después de ellos dos.

Nathanaël no sabía en que momento ya se habían ido, pero tras darse cuenta de la posible amenaza de la rubia, empezó a preguntarse cómo había sabido que le estaba siguiendo. Aunque, bueno, hasta el mismo  admitía que solía ser alguien muy obvio.

Pero, además, ¿qué se creía? Quien tenía problemas de personalidad aquí era ella, claro, tan sólo era una persona que vivía de hacer menos a los demás para sentirse mejor  consigo mísma. A Nathanaël le gustaba pensar que tenía una pizca de bondad, y seguía  haciéndolo, pero a este paso solo iba a terminar odiándola aún más.

Se dignó a pararse de aquel lugar y salir  también. De hecho, se sentía  aliviado, aquel  olor a café ya le estaba irritando el olfato.

Caminó sin prisa en camino a la escuela, sin poder quitarse aquella mirada cortante que le proporcionaban esos ojos azules; quizá debería reconsiderar la idea de ahocarse.





Ella había hecho de todo, ¿Por qué se habían frustrado de aquella manera sus planes? ¡Por dios! No se merecía esto, no, su frágil y perfecto cuerpo no aguantaba tanto estrés.

Había pasado todo el tiempo del amuerzo, y ahora, lo que restaba de las clases antes de que estas terminaran pensando en su frustrante fracaso; su madre no debería tener tanto poder sobre ella...

Claro, si no fuese porque el recuerdo del pobre pelirojo tratando de seguirla hubiese venido como un flash a su mente, estaría técnicamente hechando humos por las orejas en aquel momento. En cambio, ahora si estaba roja y no precisamente de rabia o irritación.

Sus pasos la dirigieron hacia el frente de la escuela, donde Sabrina le esperaba ya abriendo la puerta de la limusina que normalmente la transportaba. Al ver la cara de lamento de su amiga, esta no tuvo que decirle nada, ya sabía que quería comunicarle exactamente: Estaba lamentándose el hecho de no poder haberla ayudado mejor. De la misma manera silenciosa, y rara vez, Chloé le dedicó una mirada reconfortante para la pelirroja antes de entrar completamente en el vehículo, una que le decía que no debía de preocuparse por ello y que lo dejase atrás. Tal vez la mayoría del tiempo era desalmada con ella, pero no quería que se preocupara tanto por los problemas familiares que le acontecían.

El viaje hasta su casa había sido más largo de lo que pensó, normalmente cuando te undes en tus pensamientos los minutos pasan sumamemte rápidos, pero al contrario, al hacer eso, para Chloé sólo logró que se alentaran mucho más. No sabía porque no podían cesar de su cabeza aquellas ideas  sobre querer estar más tiempo con el chico pelirrojo que se sentaba a lo último del salón.

Sacudió su cabeza de un lado a otro para alejar los pensamientos que se volvían cada vez más bizarros para ella; Su nombre era Chloé Bourgeois, ella no debía sentir nada por nadie, en cambio todos la amaban.

Su vista que había desaparecido o más bien nublado tras empezar a mirar a un punto no específico, volvió de golpe al sentir como la limusina se estacionaba frente al gran hotel en el que vivía. Al bajar de esta pudo apreciar como el cielo al empesarce a ocultar el sol estaba tornado de un leve color naranja que iba confundiéndose poco a poco con la tonalidad oscura de la noche.

Había distraido su mirada con aquella imagen que de repente no podía dejar de observar hasta llegar a la puerta del edificio, donde antes de pasarla por completo paró su caminata y se dirigió al portero que estaba detrás esperando para cerrar la puerta.

—Deja pasar al chico de chaqueta negra que viene tras de mí.

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N/A:

Que curioso es que no tenga nada que decir en este capítulo.(?)

Enjoy it~

¿Las miradas matan? No, enamoran.|MLB||Nathloé|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora