1 [segundas intenciones]

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Tras notificarle a mi padre mi llegada a la oficina, presiono la planta 15 en el ascensor y este comienza a elevarse, tras unos segundos las puertas se abren y en el momento en el que me dispongo a salir un portentoso hombre trajeado me da paso, le observo nuevamente dándole un último repaso y enarco la ceja. "Han renovado la plantilla desde la última vez que estuve aquí" alza la voz de mi yo interior con un toque de picardía.

Avanzo lentamente por la extensa secretaría observando el acelerado ritmo laboral que llevan los trabajadores; las recepcionistas corren de una esquina a otra sobre sus tacones de aguja, algunos becarios cargados de fotocopias persiguen a los ejecutivos y al final de la planta, en el amplio despacho típico de un jefazo, puedo divisar tras el cristal el pálido rostro de Pierce Baranov quedarse petrificado al reconocer mi esbelta figura enfundada en un vestido negro que se contrasta con la tonalidad blanca presente en el mobiliario.

—¡Selene, no puede ser! ¿De verdad eres tú? —emite una voz aguda, bastante clara y concisa.

Al voltearme reconozco la mirada verde glauca de Simone Gallagher, una antigua compañera del negocio.

Entono ligeramente la mirada y sonrío de forma prefabricada.

—La única e inimitable.

—Hacía bastante tiempo que no te veía por aquí. Tengo que confesarte que desde que te marchaste los convites de presentación no son lo mismo.

—Os costará conseguir nuevos inversores, entonces —rio discretamente.

Antes de irme de Manhattan y cuando mi padre aún estaba a cargo de Knox Corporative, me encargaba de organizar las reuniones en las que las que la empresa mostraba sus proyectos y software a posibles futuros socios. Siempre vi esos congresos como una excusa barata que ponían los directivos para dedicarse a parlotear como fisgones sobre temas banales.

Pierce irrumpe en la escena con una sonrisa que le cuesta mantener al verme.

—Selene, ¡qué grata sorpresa! —añade con un tono melódico que parece haber estado ensayando durante horas.

—No entiendo de qué te sorprendes, mi padre te avisó de que vendría, ¿no es así? —indico tomándome la libertad de administrar mis pasos en dirección al despacho. Pierce no tarda en reaccionar y perseguirme a toda prisa. —¡Cómo te lo tienes montado! Me gustan las vistas —le confieso al rubio observando el ventanal que se ubica tras su mesa.

El pequeño Baranov me observa desconcertado, su mirada entrecerrada y su semblante rígido me dan a entender que mi presencia no termina de agradarle del todo.

—Según me ha contado el Señor Knox...

—¿Todavía no le llamas papá? Vaya, veo que te cuesta coger confianza, Pierce —le interrumpo riendo brevemente.

—Según me ha contado Jack —se corrige tras suspirar intensamente, me encanta sacarle de quicio— vendrías y eso era algo que ya tenía asimilado, pero en ningún momento me dijo una fecha concreta... Pero bueno, no pasa nada. Cuanto antes nos pongamos manos a la obra con la empresa, mejor.

—Eso está claro.

Pierce da un rodeo mientras titubea en voz baja, se sienta en su silla de cuero y se acomoda en el respaldo, seguidamente alza la vista y me examina detenidamente, al cabo de unos segundos se decide por hablar.

—Tenemos que asistir a una reunión con la junta de accionistas para notificarles del cambio en la dirección de Knox Corporative y firmar algunos acuerdos.

Le fulmino con la mirada sin dudarlo apenas y me reposo sobre su mesa aventando al suelo algunas carpetas, él pone los ojos en blanco.

—¿Qué reunión? ¿Por qué? —le interrogo con exigencia, algo más alterada de lo que me gustaría mostrarme.

Creí que de esa clase de gestiones ya se había encargado mi padre, ni siquiera sé por qué tengo que compartir la empresa con este rubio oxigenado, la hija de Jack Knox soy yo, él simplemente es el vástago de la ramera con la que se acuesta.

Malditos rusos.

—Ya te lo he dicho... Tenemos que presentar un plan de dirección y notificar de los cambios que estamos dispuestos a realizar —me informa con una actitud tan serena como repentina, ¿por qué de pronto se muestra tan calmado? Me da que aquí hay gato encerrado.

—¿Cuándo es esa reunión?

—La puedo organizar para mañana a primera hora.

Afirmo con la cabeza sin más y me encamino hacia la puerta para posar mi mano sobre el pomo, no obstante en vez de abrir, ladeo ligeramente la cabeza y le advierto:

—Espero no encontrarme segundas intenciones en alguno de esos acuerdos que mencionas. Recuerda que me necesitas para mantenerte en el puesto en el que estás —y entonces abro la puerta.

—Lo mismo te digo —le oigo decir mientras me marcho.

"No puedo prometerte nada" pienso encontrándome en una de mis facetas más irónicas.

Ay, Pierce Baranov, ni te imaginas lo que está por llegar.


Cruel IntentionsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora