En Litchfield todos los putos días era la misma historia así que cuando la mole de Boo le propuso aquel reto Nicky no se lo pensó dos veces. Vio a su víctima entrar en el baño y tras esperar unos segundos fue tras ella. Había descubierto apenas unas horas antes que se llamaba Phoebe y que había entrado en la cárcel cargando con las culpas de su novio traficante. Phoebe era una muñequita occidental de melena morena y grandes ojos castaños. Tenía unos pechos turgentes y unas caderas donde perderse horas y horas. Y allí estaba, enfrente de Nicky lavándose los dientes con el dedo de una mano.
- ¿Es que aún no has ido al economato?- preguntó Nicky riendo.
- Todavía no ha llegado mi dinero-. Respondió Phoebe al cabo de unos segundos. Nicky hizo como que miraba a ambos lados del pasillo y le extendió un bote a la chica.
- Anda, toma- le dio un cepillo de dientes nuevo, y una pasta de dientes. Phoebe la miró sin estar segura del todo de aceptar su regalo. Nicky habló para convencerla.- Las blancas nos cuidamos entre nosotras. Eres Phoebe, ¿no? Soy Nichols, pero me puedes llamar Nicky.
- ¡Gracias!- dijo ella cogiéndole de las manos, llorando.- La señora cubana que hay en mi habitación no para de gruñirme todo el tiempo, y hay una negra que me mira con ojos raros.
- Tranquila, gatita.- la consoló Nicky abrazándola-. ¿Sabes lo que me ayudó a mí? Rezar, rezar siempre ayuda, ¿Te apetece ir a la capilla conmigo?
Nicky había ido a sorprender a Kate a la salida del colegio. Esa maldita cría le traía de cabeza y no podía dejar de pensar en ella. Había pasado medio año desde que se conocieron en aquella discoteca de Park Avenue y la verdad es que Nicole había caído completamente a sus pies. Guapa, inteligente, madura para su edad, y con una picardía que haría que cualquier día muriera de un infarto. Vale, tenía 16 años, y vale, aquello no estaba del todo bien, pero se había enamorado como nunca antes de cualquier otra persona. Kate no era una niña. Era su niña, pero no era una niña. Con dieciséis años una persona ya es suficiente madura para saber lo que quiere y lo que no quiere hacer. Y además, ella solo tenía 25 años, por Dios, ni que fuera una vieja verde.
- Esa señorita Nancy es una puta, mi amor, ¿cómo se le ocurre decir eso de tu trabajo? ¡Con lo que te costó acabarlo!- decía Nicky mientras llevaba a Kate a su casa en Plandome Hights.
- ¡Lo sé! Me tiene manía desde el primer día de clase, creo que me odia porque le cae mal mi padre o algo así.
- ¿Por qué será?- rió Nicky parando el coche enfrente de casa de Kate. Era un lujoso chalet blanco adornado con múltiples árboles y coronado en la parte trasera con una bonita piscina. El sueño americano.
- ¿Quieres entrar?- preguntó Kate.
- A la casa del congresista McCarthy, ¡claro! ¡Me sentaré con el junto a la chimenea y debatiremos sus propuestas republicanas!- bromeó Nicky.
- Está en Washington.- le puso ojitos Kate.- Y mi madre está en el club. Por fa, ¡nunca quieres entrar!
Claro que no quería entrar. El puto congresista McCarthy resultaba ser un homófobo de tomo y lomo y ella se estaba follando a su hijita.
- Dile a tu padre que estás con una camello de Manhattan, cuando te meta en un internado, me comentas si era buena idea lo de entrar tu casa.
- ¡Por fi!- le susurró Kate al oído haciendo que se le estremeciera todo el cuerpo.
Cinco minutos más tarde Nicky estaba subiendo las escaleras de la casa dirección habitación de Kate. Esa niña podía pedirle lo que quisiera pues ella se lo daría. Kate no dejaba de besarla y fueron varias las veces que tropezaron por la escalera y casi caen al suelo. Al llegar al piso de arriba, Kate dio un salto y colocó sus piernas alrededor de la cintura de Nicky.
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Mi droga eres tu
FanfictionTodo el mundo da por supuesto que Nicky está en la cárcel por drogas, ¿pero y si no fuera así? ¿Y si un amor prohibido la condenaría para el resto de su vida?