Presente

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4 años después...


Finalmente, luego de muchos intentos y de haber acomodado la ropa de diferentes maneras, el cierre de la maleta cede y ésta cierra. Suelto un suspiro de alivio y luego seco el sudor de mi frente. Tuve que hacer que en solo dos maletas entre mi ropa junto a la de Mia, y eso no fue nada fácil.

En solo unas horas estaremos viajando a Nueva York para visitar a mis padres. Durante todas las vacaciones en las que nos vimos, ellos fueron los que viajaron aquí, ya que Mia era muy pequeña y no quería hacerla pasar por el estrés de viajar en avión.


Así que sí, éste era su primer viaje. Ambas estamos bastante nerviosas. Ella porque nunca ha subido a un avión, y yo por muchas cosas. No sé cómo va a reaccionar al viaje ni cómo se va a comportar durante seis horas en el avión. Tampoco sé cómo le va a sentar el estar en otra ciudad completamente diferente a la nuestra. Estoy nerviosa también por el hecho de volver a casa. Siento emoción también, pero los nervios se anteponen.

Bajo las maletas de mi cama y las arrastro desde mi habitación por el pasillo hacia la sala del departamento. No es muy grande ni tampoco muy pequeño, pero para solo dos personas el espacio estaba más que suficiente. Eran dos pequeñas habitaciones, un baño, una sala y la pequeña cocina. A decir verdad, es bastante acogedor.


Compré el departamento un año después de que Mia nació, cuando por fin logré juntar el suficiente dinero trabajando como mesera en un lindo restaurante de comida mexicana. No era el mejor trabajo, pero al menos pagaba las cuentas. Y, teniendo una hija a la que mantener, tenía que conseguir dinero sin importar como.

Mis padres se habían ofrecido a ayudarme, pero yo había rechazado su ayuda. Tenía que ser responsable de mis acciones, y eso significaba hacerme cargo de mi bebé. Desde un principio ellos me habían apoyado, y realmente se los agradecía. Vinieron para estar conmigo el día que di a luz y mamá se quedó conmigo un mes después para enseñarme todo lo que tenía que saber con respecto a cuidados de bebés.


Y tengo que admitirlo, era lo más difícil que había hecho en mi vida. Despertarse en la madrugada para darle leche, cambiarle los pañales, cantarle para que deje de llorar, hacerla dormir... Esa y muchas cosas más habían sido un desafío, y honestamente no sé que hubiera hecho sin mi madre. Pero todo valía la pena cuando veía a Mia Alexandra. Era tan pequeña y tan hermosa. Desde el primer momento en que la vi me enamoré de ella, y me prometí cuidarla y que nunca nadie jamás le haga daño.

Durante todo mi embarazo no supe nada de Alexander. Ni siquiera una llamada ni un mensaje. No apareció ni hizo el intento de comunicarse conmigo para ver a bebé. Pero cuando vino mi madre para el parto, ahí me explicó todo: Ella había buscado a Alex para darle mi carta, pero cuando fue a su departamento no había nadie, y el portero le dijo que se había mudado. Intentó ubicarlo por teléfono y por mail, pero tampoco fue posible. Era como si Alexander hubiera desaparecido. Entonces yo tomé la decisión de parar la búsqueda. Si no llegaba a saber de su existencia, no le dolería el no poder estar con ella. Y si ella no lo conocía, entonces jamás lo extrañaría. Era lo mejor. Nadie sufre y todos felices.


De la universidad no podía quejarme. Habían sido totalmente comprensivos respecto a mi estado, y me habían ayudado mucho a sobrellevar los estudios durante esos nueve meses. Los días que tenía que ir al médico podía faltar sin problema, los profesores eran muy pacientes conmigo respecto a la entrega de trabajos y en las épocas de exámenes me daban los temas antes para que yo pudiera estudiar con tiempo tranquila en mi departamento. En el campus había muchas chicas embarazadas al igual que yo, y aunque no todas iban a ser madres solteras, nos entendíamos muy bien y nos volvimos buenas amigas.

Caminos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora