Capítulo 3

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Si bien las mañanas era calurosas, la noche solía ser todo lo contrario. Y más en aquel lugar rodeados de tantos árboles. No importaban las mantas que te pusieras, seguirías sintiéndote como pescado en el congelador. Pero al parecer yo era la única en darme cuenta. Jimin no se había movido desde que apoyó su cabeza en la almohada y creo que incluso podía escuchar a Yoongi roncar. Me daba miendo encender el celular porque de seguro iluminaría toda la habitación así que no tenía ni idea de qué hora podría ser.

Así que decidí bajar a la cocina a tomar un poco de leche tibia y comer algún bocadillo. Con cuidado de no hacer ruido saqué una bolsa de galletas de distintos sabores del armario y me encaminé. Al pisar el primer escalón, chirrió de una manera tan aguda e irritante que casi me hace trastabillar, así que intenté seguir lo más despacio que pude.

El fuego de la chimenea iluminaba precariamente toda la sala, y gracias a él me guié para encender el interruptor de la cocina, que no alumbraba mucho pero al menos me permitía ver con más claridad.

Abrí la nevera, y con la estufa ya caliente, vacié el cartón en una olla. Luego simplemente me dediqué a dar brinquitos para intentar alcanzar los vasos del último estante de la alacena, estúpido Jin.

—Auch. —Exclamé al golpear el dedo pequeño de mi pie con un borde de madera, y al darme cuenta que casi había gritado, intenté calmarme un poco.

¿No les ha pasado que mientras más cautelosos intentan ser, más torpes se vuelven?

Estuve a punto de rendirme cuando una mano extremadamente pálida pasó por encima de mi cabeza pegándome el susto más grande del día, ¿noche? No lo sé. Me di la vuelta para encontrar a un bastante despierto Yoongi extendiéndome lo que tanto había intentado tomar.

—Gracias. —Murmuré un poco apenada a lo que sólo me contestó con una mueca, que interpreté como una media sonrisa.

Él no era extremadamente alto, se podía decir que junto con Jimin a duras penas llegaban a la estatura promedio.. Ya saben, ni grandes ni pequeños. Pero tampoco eran la gran cosa comparados con los demás que eran palmeras con piernas, aunque yo con mi poco más de metro y medio tampoco podía hacer muchas cosas.

Y.. ¿Cómo es que estaba tan activo? Lo había dejado babeando hace unos minutos, y yo a pesar de todo seguía como un zombie.

Entre tanto agite casi olvidaba la leche, que empezaba a burbujear desde su sitio indicándome que debí haberla apagado hace rato y que si no me daba prisa, se evaporaría por completo.

—¿Quieres un poco? —Le pregunté, mientras me observaba fijamente sentado en la barra. Asintió, a lo que le dediqué una mirada angustiada y estuve a punto de brincar de nuevo, pero creo que él lo captó, y me pasó el otro vaso.

Luego de servir y entregar, tomé mis galletas y me dirigí al mueble. Para mi sorpresa Yoongi venía detrás de mí y tomó asiento, aunque un poco apartado, como si no estuviera seguro de qué hacer. Ni siquiera me había dirigido la palabra, así que intenté entablar una pequeña conversación para romper el hielo.

—¿Tú tampoco podías dormir?

—Yo sólo iba al baño, pero no eres muy discreta que digamos. —Su voz sonó ronca, como apagada y grave. Pero burlona a la vez. Y no pude evitar que mis mejillas tomaran un suave color rosado a lo que él sólo alzó una ceja, pero prefirió ignorar.

—Lo siento.

—¿Sabes? Hubieras hecho mejor un poco de café.

—Perdón, pero la idea era dormir, no despertarme aún más.

Y eso fue todo. Se hizo el silencio.

El fuego de la chimenea parecía bailar en sus ojos castaños, y me di cuenta que su piel era extremadamente lisa, sin ninguna imperfección, todo lo contrario a mí que debía batallar con el par de granitos que parecían no querer abandonarme. En ese momento se veía resplandeciente, parecía de porcelana. De hecho, todo en él era así.. Delicado, pequeño, frágil. Demandaba atención, y al mismo tiempo era como si algo ahí te pidiera a gritos protección. Parecía un muñeco vacío, mirando hacia la nada. Y en ese momento lo único que se me ocurría para compararlo era la nieve, fría y silenciosa. Que caía cuando menos te lo esperabas comenzando con un mísero copo, mínimo, punzante.. Al que luego le seguirían miles y miles, y que para el segundo día de invierno ya habrían formado un manto. Pero más tarde aprendería que un cruel verano puede derretir hasta al copo más helado.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2016 ⏰

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