Amanecer

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Nada más despertar de un sueño neutro a pocas horas de la madrugada confunde a mi mente hasta tal punto de olvidar quién soy; dónde estoy; cuáles son mis problemas.
Nada más levantarme y sentir el peso de mi cuerpo al tambalearme, caminar sin mucha dificultad hasta la habitación vecina donde sé que nadie más será testigo de la luz que tanto adoro absorber.
Espero unas pocas horas hasta por fin sentir en mi piel los primeros brillantes rayos de sol, que alumbran la ciudad dando a saber a las aves que un nuevo día está naciendo, y deben de despertar para alegrarlo con su bello canto.
Solo basta una vista hermosa, el cielo aún despidiendo a las pocas estrellas que quedan y ni una sola nube que interrumpa éste escenario.
El intenso brillo natural, las perfectas curvas del horizonte donde el sol comienza a asomar y la suave y fría brisa invernal que acaricia enamorada a mi rostro, hacen que en mi pecho se produzca un calor melancólico.
Los colores que se pintan en el cielo son como una obra de arte donde el pintor ha volcado sus acuarelas más hermosas, podría deducir, que enamorado de su pintura, se ha fundido con ella en un sinfín de sentimientos, para así, cada mañana, sacarle una sonrisa a aquel que mire esa obra tan dedicada y envolvente, sin dejar de ser delicada, sentirá el calor melancolíco al ver la belleza de un mar de colores, uno tan brillante como lleno de emociones.

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