cap. 4.

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Jhon.
Esta escuela es diferente, nada comparado al mio, eso sin duda.
La gente aquí parece más superficial, voy a secretaria donde me dan mi horario y...
Tu eres el alumno nuevo? Jhon Yates? - interviene una mujer alta de semblante serio.
Así es... - me mira un instante de arriba a abajo y solo asiente.
Acompáñame.- la sigo por los pasillos vacíos ya que todos están en sus salones.
Pasa- indica abriendo una puerta en la que el ruido de los alumnos desaparece al entrar.
Buenos días - habla la mujer de mi lado.
Buenos días... - contestan todos al unisono.
Pero ay alguien, una chica de pelo corto y piel pálida que mira atentamente por la ventana. Como si dependiera de ello, como si su mente estuviera en otro mundo y solo su cuerpo ocupara aquel asiento.
Señorita Jhonson- habla fuerte la maestra trayendola de vuelta a esta realidad que al parecer no le gusta.
Nuestras miradas se cruzan un instante y puedo casi asegurar que no es la mirada normal que se ven en las chicas de su edad.
No hay brillo en sus ojos, su rostro es tan pálido que parece enferma, su pelo despeinado y a pesar de ser corto es un desastre.
Salga del salón en este instante - le recrimina la maestra. La miro sorprendida pero ella sin poner objeción toma sus cosas y se acerca a nosotros para salir.
Todos la miran, algunos se ríen y otros solamente la señalan.
No sabia que presentar a otro humano fuera tan importante - habla a mi lado. Su tono de vos es bajo, ni siquiera es un susurro, apagado y sin vida, esa es la perfecta descripción para aquella chica metida en esa chaqueta de hombre y esos jeans negros que va saliendo del salón dejándome un aire de pena por ella...
Señor Yates siéntese allá - señala una mesa al lado del asiento vacío de la chica más pálida que había visto en mi vida.
Asiento y voy a mi nuevo lugar.
Fue una casualidad verla en todas las clases, de ves en cuando su mirada se topaba con el mío pero el resto de las materias, su mirada se posaba en la ventana a través de aquel cristal o las paredes frias detrás de los maestros.
Nadie hablaba con ella, todas la chicas se burlaban pero parecía ya una rutina normal. Al final del día, cuando las clases dan su fin de día y todos salen corriendo como ganado. Busco a aquella chica pero no la veo, quizá como muchos, no pudo esperar mas por salir de esa escuela tan muerta y superficial.
...................
El siguiente día es como muchos de mis días en las que odio salir de cama. No porque odie despertar, sino porque a mi se avecina aquella aguja punzante que me ah odiado desde que era un niño.
Espero que algún día hagan las pastillas - habla mi madre tomándome del brazo con una mirada triste envuelta en el.
Quizá entonces ya esté muerto -
Jhon, te prohibo hablar así - me regaña. Y ese es dolor mas fuerte que entra junto a la aguja. La tristeza de mi madre, verla luchar por su hijo me mata internamente penetrando en mi ser aun mas que el liquido verdoso llamado calmante.
Lo siento- acaricio su mejilla y le doy de mis mejores abrazos. Como si fuera la ultima vez que lo hago, abrazo y beso a mi madre que a diferencia de mi padre, decidió luchar por mi.
Al llegar a la escuela unos gritos llaman mi atención, varios alumnos reunidos en un circulo se ríen mientras una voz pide que la suelten.
Cuando me acerco empujando a algunos malos espectadores vuelvo a ver a aquella chica que transmite tristeza.
La tienen rodeada y está sujeta a un tipo alto y de cuerpo voluminoso y otra chica quien sujeta su brazo con fuerza subiendo la manga de su chaqueta. 
Suéltame...! - jala en vano y todos, todos los presentes se ríen. Donde están los maestros cuando se los necesita.
Pero que es esto...- habla la chica levantando la manga de Jhonson.
Sin pensarlo dos veces me lanzo al tipo rudo haciendo que caiga al suelo mientras Jhonson se safa de aquel agarre y entonces, antes de decir nada, escapa, corre a donde sabe y todos la ven como si de alguien mas se tratase.
Oye niño idiota- se queja la rubia, ignoro su comentario y me doy la vuelta para irme.
Ojalá no lo hubiera echo, me habría evitado aquel golpe del tipo rudo justo en mi rostro. Genial, ahora tendría algo interesante que contarle a mi diario...

ESCRIBIENDO DESDE EL CORAZÓN. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora