Consciencia

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Creo que fue un martes, tal vez jueves.


Quizás, fue ese día hace diez años, cuando tuve el accidente en auto y hubo problemas en el hospital sobre confundir mi expediente. Tal vez, fue esa tarde de invierno hace cinco años, cuando un extraño se sentó a mi lado y después de charlar me regaló un refresco sellado. Existen tantos momentos...


Pero ¿Cuándo comenzó todo esto?


Esa tarde de abril hace tres años en que me di cuenta que llevaba dos días sin comer y aun no tenía hambre, me obligué a mi misma a comer pero todo parecía normal, ningún sabor extraño en la comida, nada que me indicara que llevaba dos días sin probar alimento. Nada que me indicara que tenía hambre.

Aquel deseo por comer había desaparecido por periodos irregulares, una semana sin hambre y luego la necesidad de comer; luego un mes, tres meses... finalmente, el deseo desapareció por completo ¿o debería decir la necesidad?


¿Cuánto vive el ser humano sin comida?

¿Cuánto vive sin agua?


Quizás batiría records de ponerme a prueba, tal vez me realizarían innumerables exámenes, a lo mejor hasta me quitarían mi humanidad para experimentar libremente. Preferí guardar el secreto. Pensé en el dinero que ahorraría sin comer, el tiempo que tendría para pensar en hacer otra cosa. ¿Quién descubriría algo tan pequeño como eso?


Pero el hambre, era solo el comienzo.


Esa noche de agosto hace dos años comenzó el siguiente cambio. Aproveché mi día libre para leer uno de mis libros olvidados hasta tarde, quizás con la idea de parar a las cuatro o cinco de la mañana y luego dormir todo el día, pero como siempre, me metí tanto en el libro... esa historia atrapante que no dejé hasta haber leído la mitad. Me dio curiosidad que tan rápido había llegado hasta aquella parte de la novela ¿Cuánto he leído en esta hora? ¿O habrían sido dos? Tomé mi móvil para chequear la hora y mi sorpresa fue tal que solté el libro y perdí la página.


¿Podía pasar siete horas nocturnas sin dormir?


Bueno, ese era mi día libre ¿Qué importaba si me daba sueño más a la tarde? Busqué la página y continué con la lectura donde había quedado. Pero ese día no dormí.


Ni el siguiente.


Al tercer día decidí forzarme a dormir. Preparé mi alarma y bebí un chocolate caliente. Me recosté, cerré los ojos y divagué, como suelo hacerlo, en todo lo que estaba pasándome últimamente hasta lentamente perderme en la inconsciencia.


¿Qué fue aquello?


No era dormir, pero tampoco sentía no haberlo hecho. Mi cuerpo estaba descansado y parecía normal a como todas las mañanas. Era como perderme en recuerdos confusos, ser inmovilizada por una anestesia que ataba mi cuerpo en una oscuridad atrapante, donde estas consciente de que el tiempo corre pero no eres capaz de moverte a su ritmo. Era como vivir a un ritmo de tiempo diferente a los demás, ver sus existencias fugases y yo seguir en un tiempo detenido, mi propio tiempo. Ver sombras a mí alrededor, verlas demacrarse en aquella oscuridad hasta desaparecer, mientras yo seguía sin poder moverme, atrapada en mi cuerpo envuelto en aquella densa oscuridad.


Luego sonó la alarma.


Respiré agitadamente y comprobé la fecha: si, solo había sido una noche; solo unas horas, pero algo despertó en mi consciencia, quizás siempre lo hubiese sabido desde que empezaron estos acontecimientos. No sé cuando, no sé cómo, pero yo dejé de envejecer.


Me convertí en una inmortal.

Diario de una inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora