Las Runas Del Ángel

Capítulo V: Ave magnífica

Luego de que la batalla contra los bárbaros había sido ganada, el rey de la ciudadela, a la cual se unieron los pobladores, celebró una ceremonia donde condecoró a Lucían y le otorgó riquezas por ayudar a la causa. Lucian no olvidó su objetivo y rechazó todo cuanto le ofrecieron y pidió de vuelta su arco de hueso. El rey de la ciudadela comprendió su nobleza y no sólo le dotó de su arco, le dio una capa real para que se presentace como amigo del rey; le dio un caballo, el más diestro y pidió a sus magos a que acertarán con el sueño de Lucian. Trabajaron duro, utilizaron sus artes mágicas, mas poco descubrieron, le dieron la triste noticia de no encontrar lo que pedía. El rey mandó a Lucian a otro oráculo, uno donde podría encontrar una pista. Se encaminó en busca de de aquel oráculo.

Durante aquel viaje fue alcanzado por un mago del rey, mostró su insignia y habló de esta forma.

— Lucian, héroe noble, permite que este servidor del rey sea tu acompañante. Soy Ánder, uno de los magos. El rey desea que te ayude a encontrar el oráculo y pueda darle informes sobre lo que sepamos, pues está muy preocupado por tu paradero.

— Me haría un gran favor que me acompañase, pero no le sugiero que siga mi camino. No sabemos lo que pueda encontrarme y no me gustaría exponerlo al peligro. Guíame y yo seguiré tus pasos.

Llegaron juntos al oráculo, su interacción no era algo que comprendiese Lucian, así dejó que el mago se encargara de aquel trabajo. Por medio de sus conocimientos, preguntó al oráculo, se acercó a un plato muy grande con agua hasta su tercer marca, introdujo un objeto oscuro y el agua reaccionó, se iluminó el rostro del mago y éste recitó palabras en un lenguaje misterioso. Después de un momento, el mago miró hacia el techo donde se reflejó lo que el agua había marcado. Por fin buenas noticias, existía un lugar donde eran vistas aves de inmenso tamaño en el este, en medio de un gran bosque, puesto que no les gustaba interactuar con nadie. Eran aves migratorias, tenían que esperar hasta cierta estación para verlas. Lucian no desesperó, su espíritu se recobró y fue en busca de aquel lugar.

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Después de tres estaciones Lucian se encontraba solo, el mago decidió regresar al reino, había perdido el interés por la leyenda. No así Lucian, recorrió de un extremo a otro y cálculo el centro para estar justo cuando llegaran. En todo ese tiempo logró dominar el arte de la caza, vio muchas especies, aprendió la técnica de cacería de cada uno y la adaptaba para sí. Cuando llegó la estación prometida, Lucian ya había diseñado un lugar especial para observar desde lo alto.

Eran aves gigantes, a sus ojos podían cubrir una octava parte del bosque, realmente eran hermosas, colores que reflejaban el cielo con todo y estrellas. Se dio cuenta que no comían, sólo volaban y de vez en cuando bajaban para descansar y volvían a volar. Lucian se acercó de manera sigilosa, llegó hasta un lugar donde los árboles habían formado una circunferencia; caminó y llamó la atención de las aves por medio de un canto. Uno de ellos, la más estrellada, bajó y se posó sobre una gran piedra.

— ¡Ave magnífica! Sin duda tienes el aspecto de un águila, la más hermosa de todas las aves. He escuchado que tienes mil voces y que puedes cumplir deseos. Yo vengo desde lejos para conocerlas, mi único deseo era verlas, ahora que lo he hecho, me doy cuenta que lo han cumplido.— El ave, observaba a Lucían sin siquiera inmutarse. Su porte lo hacía notar como una ave majestuosa.

— Pequeño ser, no nos confundas, nosotros no cumplimos deseos, y si lo hiciéramos sería saciar los nuestros propios. Nosotros vemos más de los que ustedes pueden. Sé que no has venido de buena fe. Todos ustedes son viles y despreciables. Yo mismo me encargaré de eliminarte y también aquel que reveló nuestro camino.