Capítulo VIII: La transformación

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El ave negra estaba frente a los tres. Lucian parecía sorprendido, pero no más que Ánder; al momento de ver aquella ave majestuosa, se le vino un pavor enorme. Las tierras tenían una barrera para que esa ave no pudiera pasar, ¿por qué estaba ahí ahora? Dionne comenzó a sentirse débil debido a aquella presencia, no se explicaba porqué.

— Por fin nos encontramos, mago insensato. ¿Creiste que podías librarte de mi con ayuda de esa runa insignificante? Te has dado cuenta que no tienes poder alguno; por mucho que intentes, no conseguirás matarme. Mi propósito es mucho más grande que el tuyo.

— ¡Maldita ave negra! ¿Cómo pudiste entrar? Debí acabar contigo cuando tuve la oportunidad...

— No hables más, he escuchado todo. Ahora entiendo porqué no podía contigo; de igual forma, entiendo porqué no fuiste capaz de atraparme. ¡Eres un inútil! Tienes una runa y no sabes usarla. Mago tonto, ¡mi linaje es más virtuoso que el tuyo!

Lucian no daba crédito que el ave estrellada estuviera frente a sus ojos, moviendo las alas para mantenerse a flote. Mientras ellos discutían, Dionne se notaba muy débil, estaba sentada en el pasto verde, con una preocupación muy marcada en el rostro.

— Pobre ángel, mírate, ¿para esto fuiste enviada? El amor que le tienes a los humanos es demasiado y por eso estás así. ¿Me recuerdas? Porque yo a ustedes sí: mi linaje, destinado a ser sus sacerdotes, ¡nos lo habían encomedado! Siempre estuvimos buscando la forma de complacerlos y ¿así nos pagaron?... Estuvimos errantes, nunca nos dieron una señal para detenernos. Mis antepasados tuvieron que asentarse en este lugar ¡y ustedes nos maldijeron!

— Rompieron las normas, ustedes no merecían los privilegios que prometimos. Se los advertimos demasiadas veces y nunca obedecieron.— Dionne trataba de incorporarse, se notaba su debilidad en el cuerpo.

— Mucho tiempo esperé para esto... Tardé demasiado en encontrar esta llave— miro hacia Lucian quien se quedó atónito por saber que él había conducido a esa ave negra hasta el ángel, que apenas podía sostenerse—, esta era la llave que nos conduciría a ustedes. No sabía que la profecia se cumpliría muy tarde. ¿Por qué no te levantas?— Dionne no dijo nada— Ah... es por esto que hemos creado —dicho esto, el ave dejó ver de su pecho un enorme símbolo que latía como si fuera un corazón, brillaba en cada latido.

— ¿¡Cómo lo obtuviste!? ¡Esa marca no es para ustedes!

— Nosotros, los primeros a quienes nos entregaron la lápida, pudimos descifrar más cosas. ¿Cómo lo obtuvimos? Entre los mismos dioses existe la envidia y uno de ellos fue quien nos mostró más de lo que ustedes nos hubieran enseñado. Ese mismo dios se sacrificó para formar esta marca y poder liberarnos de sus tragedias, así como las de otras vidas. No queríamos usar esto, pero nos abandonaron, nos traicionaron y a mi me maldijeron; siendo el último de mi linaje, y gracias a los conocimientos de mis antepasados, adopté esta forma para tomar venganza... Primero tú, pequeña ángel...

El ave negra movió sus espléndidas alas y se dispuso a atacar. Ánder tuvo miedo al escuchar toda esa historia y no supo qué hacer. Por mero reflejo lanzó un hechizo, uno de los más fuertes que conocía, mas la runa no le ayudó en nada, el hechizo no surgió efecto contra el ave.

— ¡Te dije que eres un inútil!

El ave miró a Ánder, con sus enormes garras lo aprisionó, lo elevó en el cielo y lo soltó; cuando iba cayendo, el ave lo absorbió con sus alas; si alguien pudiera ver a Ánder, notaría como se iba perdiendo dentro del cuerpo del ave. Su color dejó de ser negro y se hizo totalmente blanco, en su frente pudo verse la runa tomando cierta proporsión con su cuerpo. 

— Parece que alguien está completo— la runa brillaba con la misma intensidad que la de Lucían. Dionne se notó más desesperada; de todos los humanos, la runa escogió al peor...— Y bien, hermosa ángel, es hora de que ascienda a Dios, debes entregarme las runas que te quedan...

Las Runas Del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora