Dan:
— ¿Acaso eres ciego? —me preguntó descaradamente. Sara estaba haciendo el amague para contarle y lo que le había dicho era cierto, no tenía ninguna intención de ocultarlo porque de cualquier forma, tarde o temprano se daría cuenta. Me quedé en silencio tratando de darle una respuesta más o menos formada, pero no se me ocurría que decir, cuando Sara respondió sin rodeos.
—Si, Dan es ciego.
—¡Wow!... ¿En serio? —Un silencio quedó entre los dos—. Juro que no me había dado cuenta—dijo calmadamente mientras reía. Me sorprendí... Juro que me sorprendí ¿Quién en su sano juicio reacciona así cuando se entera que alguien es ciego? Tal vez era lo normal y yo estaba sobre actuando. No pude evitar lanzar una carcajada.
—Eres un chico raro Anthony—. Le extendí mi mano generosamente —. Perdón por no haberte saludado correctamente hoy—. Anthony tomó mi mano y la estrechó firmemente.
—No hay problema—. Por alguna razón, sentí que me estaba sonriendo.
Salimos los tres juntos hacia la tienda de música, y se sentía una suave brisa en mi rostro que despejaba todas mis ideas. Escuchaba como Anthony y Sara hablaban sobre sus canciones favoritas, y hace unos segundos habían encontrado un tema en común con el cual se habían emocionado, así que perdí atención durante un buen rato. En parte me alegraba que Sara por fin tenía con quien hablar además de mí, siempre sentí que la tenía atada, y lo sigo sintiendo. Ella jamás me lo dijo, pero yo sabía que era difícil estar con alguien como yo, necesitando tantos cuidados... la escuchaba reírse, y yo me sentía aliviado.
Llegamos a la tienda de música y por instinto me moví al sector del género clásico, íbamos unas cinco veces por mes cuando nos repartían nuestras mesadas, era como una tradición que teníamos con Sara, pero por primera vez nos acompañó alguien diferente y queríamos pasarla bien. Se escuchaban muchas voces en el sitio, seguramente había mucha gente, cosa que no era normal. Los tres nos separamos para ir a donde queríamos pero luego de un rato Anthony vino a mi lado y comenzó a decirme algo, tenía los audífonos puestos así que solo escuchaba un murmullo. Sentí un tirón suave en mi oreja, me había sacado un auricular.
—Hey ¿Qué estás escuchando?
—Chopin—. Anthony lanzó una pequeña carcajada.
— ¿Acaso es una nueva banda o qué?
—¿Banda? Claro que no, es un maestro de la música clásica.
—Ah ¿Tú eres de esos raritos que escuchan ese tipo de música? —dijo con tono burlón, el comentario me había hecho ofender un poco.
—No soy raro... hay muchas personas que la escuchan.
—Pues debe haber algo mal con ustedes, porque cada vez que escucho esos violines o pianos te juro que me dan ganas de suicidarme—. Comencé a reír a carcajadas, nunca había escuchado un punto de vista tan original sobre la música clásica.
—Tal vez no escuchaste el artista indicado.
—¿Tu crees? —Asentí con la cabeza — ¿Pues que me recomienda señorito? —Suspiré y comencé a pensar en algún artista que cambiara la tonta idea de Anthony, pero a duras penas me venían los nombres.
—Por favor, busca en esta estantería algún disco que diga Mozart—. Sentí a Anthony moviéndose delante mío, mientras susurraba el apellido del pianista corriendo los discos.
—Aquí—. Estaba esperando pacientemente que deposite el disco en mi mano extendida, pero tardaba en llegar —¿No lo vas a tomar? —Bien, este tipo era un idiota total.
—Anthony...
—¡Oh demonios! Soy un estúpido, lo siento—. Depositó el objeto cuadrado en mi mano, y lentamente busqué el borde para sacar el cd.
—¿Quieres que lo coloque?
—Esta bien, toma—. Anthony tomó el cd y lo colocó en el reproductor. Me quitó uno de los auriculares y supuse que comenzó a escuchar.
—Eh... no esta mal, tenías razón —dijo riendo. La primera canción que seguramente pudo haber estado sonando era la típica "Twinkle Twinkle, little star", que a nadie podía desagradarle.
—Ya ves.
—Bien, ahora quiero que tu escuches una canción ¿Trato? —Suspiré y me quité el auricular.
—Trato—. Tomó mi brazo y suavemente me arrastró hasta quién sabe dónde, sus manos estaban cálidas y ásperas.
—Espera un segundo—. Luego de un momento, me encontraba con un audífono en mi oído y una canción que era muy ruidosa. Al principio pensé en quitármelo, pero su letra me atrapó por completo haciendo que pierda la noción del sitio en donde estaba. Sonaba tan yo, tan cerca... sentía que había sido escrita para mí, todo coincidía y no quería que terminara, pero una voz hizo que bajara los pies a la Tierra.
—¿Qué hacen? —me dijo Sara mientras tocaba mi hombro.
—Nada—. Anthony respondió calmadamente. —Solo le mostraba una canción a Dan.
—¿A Dan? —Sara rió mientras palmeaba mi hombro—. Imposible, este niño solo escucha música clásica.
— ¿Ah sí? Yo creo que le gustó mi canción—. Todos quedamos en silencio y pude percibir que ambos me estaban mirando.
—Entonces eres alguien raro, Novato—. Sara soltó mi hombro y se alejó— ¿Vamos? Ya es un poco tarde—. Asentí con mi cabeza y de repente se me ocurrió una idea muy loca, demasiado para mí gusto.—Esperen un momento, Sara.
—¿Hm?—¿Me llevas hasta la caja?
—Claro...—respondió con un tono dudoso. Saqué un par de billetes de mi bolsillo y le pedí al hombre de la caja que envuelva el cd favorito de Sara y aquel que le había recomendado a Anthony.
—Ahora sí, vamos.
El camino para volver no fue diferente, solo que esta vez participé un poco más en las charlas. Hablamos de juegos, música y un poco sobre comida, hasta que llegó el fin del camino.
—Bueno, Anthony, yo debo ayudar a Dan a volver ¿Tú para donde vas?
—Pues ahora que me he dado cuenta, yo vivo cuatro cuadras luego.
—¿En serio?
—Si...
—Dan ¿Te molesta si te acompaña él? Realmente debo ir al baño.
—Para nada Sara, ve tranquila.
—¡Ay gracias a dios! —Nos dio un beso rápido a los dos en la mejilla y se despidió. Un silencio enrome nos inundaba mientras los pasos de mi amiga se alejaban, así que se me ocurrió darle en ese momento el CD.
—Ten, es para tí —dije algo avergonzado mientras extendía el sobre a una dirección desconocida.
— ¿En serio? —Asentí con mi cabeza— ¡Gracias!
—No hay porqué, es la canción que estábamos escuchando hoy.
—Bien... ¿Dónde es tu casa?
Recorrimos las tres cuadras faltantes en silencio, no nos conocíamos mucho, así que no sabíamos de que hablar sin Sara. Llegamos al destino y toqué el timbre de mi casa.
—Bueno, nos vemos dentro de dos semanas—. Mi cerebro me tiró una mala jugada y ahí estaba... sujetando el brazo de Anthony —¿Qué sucede?
—Bueno... ¿Quieres pasar?
Aquella noche era suave y fría, donde estábamos rodeados de una oscuridad de invierno.
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Una canción para él.
Novela Juvenil"La música se apiadó de mí y me mostró un mundo maravilloso, en el cual puedo ser yo mismo sin la necesidad de esconderme. Todo es perfecto, te envuelve con una serenidad que te consume y te obliga a entregarte sin remedio. Mi nombre es Daniel pe...