II

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Son las siete y cuarenta de la mañana *pitido* son las siete y cuarenta de la mañana. Definitivamente debía considerar cambiar ese reloj, la voz del tipo que anunciaba la hora me daba escalofríos.
Mi madre entró, abrió las cortinas y una luz fuerte invadió mi cara. Cada mañana era exactamente igual solo que ahora yo había despertado antes, pero generalmente ella apretaba mi pie para que me despertara.
—Arriba Dan, hoy es tu último día de clases —dijo mi mamá con un cesto que tenía ropa mía en sus manos—. Ya tienes el desayuno en la mesa y yo pondré a lavar la ropa porque en unos minutos debo irme—. Había olvidado que ese día era el último antes de las vacaciones de invierno, seguro nos darían pilas de tarea para hacer en casa.
—¿A dónde vas? —Mi madre ignoró mi pregunta y cerró la puerta detrás suyo, suspiré y con mucho desgano me levanté de mi cómoda cama. Cuando me estaba vistiendo con el uniforme de la escuela, escuché el sonido del timbre.
—¡Voy! —Gritó mi mamá, tomé la mochila y bajé cuidadosamente apoyándome en la baranda. La escuché abriendo la puerta —¡Sara! —dijo mi mamá asombrada—. Cuánto tiempo, pasa ¿Ya desayunaste?
—Hola Melinda—. Sara se acercó y la saludó—. No he desayunado, pero no te preocupes, ahora mismo iba a la tienda a...
—No señorita nada de tiendas, pasa y ponte cómoda que te serviré una buena taza de café con tostadas—. Mi mamá amaba las visitas, y si son de mis amigos o los suyos  les parece incluso mejor. Sara no venía a mi casa hace mucho tiempo y nunca me contó el porqué, pero recuerdo esos días en donde nos quedábamos hasta tarde escuchando audiolibros. 
—Está bien —contestó ella tímidamente. Yo terminé de bajar la escalera y me dirigí hacia donde estaba—. Hola Dan. 
—Buenas—. Un silencio nos reinó a los dos, hasta que escuché una pequeña carcajada de Sara.
—Oye ¿En donde tienes la cabeza? tu camisa está mal abotonada—. Mis mejillas se pusieron calientes en un instante, no sabía que decir frente a ella.
—¿En serio? —Toqué los botones uno por uno y me di cuenta que una ranura sobraba, no pude evitar reírme con ella.
—Ven, yo te los acomodo—. Sentí que se acercaba y tomaba mi camisa suavemente, la desabotonó completamente y comenzó a abrocharla con paciencia.

—No quiero ser malo, pero si mi mamá nos llega a ver, probablemente lo va a
malinterpretar —dije con una sonrisa.
—Que lo malinterprete—. Sara emitió una pequeña carcajada y escuché los pasos de mi mamá acercarse.
—¡Ya decía yo que había mucho silencio!— Mi mamá la miró y se quedó en silencio unos segundos— ¿Otra vez lo hizo mal? Nunca cambia—. Suspiró y acarició mi coronilla—. Vengan, vamos a desayunar—. Nos encaminamos a la vez para sentarnos, y desayunamos charlando un montón de cosas, aunque la mayoría de la conversación fueron preguntas de mi mamá hacia Sara.
—Estaba delicioso Melinda, muchas gracias.

—No hay de que mi niña, vayan con cuidado—. Mi mamá puso una mano sobre mi hombro— ¿Tienes todo? 
—El maldito bastón está en la puerta, ya puse los libros y mi camisa esta bien abotonada, supongo que si—. Sentí un pequeño golpe en mi cabeza.
—¿Qué maneras son esas de hablar frente a una dama?— Sara lanzó una carcajada fuerte e hice puchero sobando mi cabeza.—Anda, vete, nos vemos luego—. Fuimos hacia la puerta y Sara me alcanzó mi bastón, con total tranquilidad no fuimos caminando hasta la escuela.

Entramos quince minutos temprano, yo estaba tomado del brazo de Sara dejando que me guíe hasta el salón, aunque me sabía el camino de memoria porque ella me lo había indicado "das quince pasos y luego giras a la derecha, das otros cinco pasos y giras a la derecha otra vez, nuevamente das dos pasos, abres la puerta y estarás en el salón". Habíamos creado una manera de que yo pudiera llegar tranquilo en caso de que ella faltara, y no podía decir que no funcionaba. Entramos al salón y nos acomodamos en nuestros asientos que estaban uno al lado del otro, saqué mi laptop y le pedí a Sara que me abra el programa para teclear los dictados, lo hizo rápidamente y se puso a hablar con Celina, que estaba a su lado.
 La puerta se abrió y el preceptor dio unos pasos largos hasta el medio del salón, pero escuchaba que otros pies lo acompañaban, probablemente había sido alguno que llegó tarde.
—Presten atención chicos —dijo el preceptor dando golpes suaves en la pizarra, todos quedaron en silencio—. A partir de hoy tendrán un compañero nuevo, él es Anthony, denle una amable
bienvenida—. Todos saludaron en coro al chico nuevo, y las niñas que se sentaban detrás mío susurraban que se veía guapo y cosas así. —Puedes sentarte al lado de Daniel, ese sitio está vacío, Dan, levanta la mano para que Anthony te identifique— ¿Era en serio? ¿Al lado mío? Iba a perder el lujo de sentarme solo, como siempre me había gustado, levanté mi mano derecha y escuché la silla moverse, el chico ya se había sentado pero no me dirigió ni una palabra.
—Hola, soy Anthony.
—Ho... Hola —dije con mi cabeza mirando hacia el frente.
—Dan...—Sara me susurró al oído—. Te está extendiendo la mano izquierda—. Quedé sorprendido, probablemente el chico había pensado que era un idiota o alguien antipático. Levanté mi mano derecha, que fue estrechada rápidamente, era una piel firme pero tersa a la vez, tanto que no parecía la mano de un chico.

Anthony:                  

Las transferencias escolares ya eran normales para mi, mi padre es trasladado de empresa muy seguido debido a que tiene un cargo muy importante, así que no creía que fuera perjudicial que me cambiara de escuela una o dos veces... pero esta ya era la quinta puñetera vez.
 Nunca traté de hacer amistades estrechas, siempre terminaba mudándome o yéndome, así que prefería estar solo para evitar complicaciones y finales desgarradores.
 Entré en un nuevo salón por quinta vez en mi vida, pero algo era diferente, porque esta vez, realmente, estaba jodido. El ambiente se sentía muy tranquilo y el lugar era muy pulcro y ordenado, salvo por tres alumnos al fondo que tenían sus camisas desabotonadas y se mecían en sus sillas, seguro eran los típicos matones.
<<¿Qué carajos?>> pensé para mí mismo <<¿Por qué ese chico es el único con una laptop?>> Lo más extraño era que miraba hacia el frente como si fuera un muñeco de plástico que habían dejado tirado, pero no podía dejar de ver esos ojos azules que tenía, eran tan turquesas que los podía comparar con un mar tranquilo. Su piel era blanca y los pequeños rayos de luz que entraban por la ventana pegaban en ella, reflejándola suavemente. Las chicas cuchicheaban cosas por lo bajo, estaba consciente de que para la mayoría de ellas resultaba "atractivo", pero el problema con eso era muy simple... las mujeres no me interesan, y lo sé hace mucho. Soy un homosexual que jamás salió del armario y nadie lo sabe incluyendo mi familia, que si se llegara a enterar no se donde iría a parar realmente, vivir con personas que darían la vida para no olvidarse de pagar el diezmo en una iglesia ladrona era complicado, pero ya estaba acostumbrado. La cuestión es que cuando puse mis dos pies en ese lugar y fijé mi vista en aquel chico, mi mente experimentó una serie de cosas inentendibles, supuse que solo era atracción, como aquellas veces en donde vas por la calle y te fijas en alguien que parece atractivo, pero lo olvidas a los pocos minutos. 

 Creo firmemente en el destino, y lo que pasó a continuación me dio una pista de que podía tratarse de él.
  —Puedes sentarte al lado de Daniel, ese sitio está vacío, Dan, levanta la mano para que Anthony te identifique— ¡Nice! De todos modos pensaba sentarme ahí porque me daba curiosidad el hecho de que solo el tuviera una laptop, quería saber que tenía escrito en ella así que simulé una buena actitud y le extendí una mano, pero el chico no la tomó rápidamente. <<¿Cuál es su problema?>> Pensé. La chica que estaba a su derecha le susurró un par de cosas que no llegué a oir, y luego estrechó mi mano como si no hubiera pasado nada.

El horario de clases terminó y salí del salón como si mi vida dependiera de ello, estaba exhausto y quería llegar a casa para poder comer. Guardé mis libros en la mochila con apuro y me dirigí a la entrada  pero el chico de mirada azul y su amiga no se movían. Mi defecto principal es la puta curiosidad, no puedo vivir sin que me joda cada dos segundos querer preguntar literalmente todo, y ahí estaba, acercándome a ellos para probablemente quedar en ridículo. 

—Hola—. Levanté mi mano para acompañar el saludo y la chica me lo devolvió haciendo un gesto con su cabeza— ¿Acaso esperan algo?
—No, bueno...—la chica miró a su amigo, que tenía su mirada clavada en la pizarra.

—¿Sara? ¿Qué sucede? —dijo sin moverse.
—Nada raro Dan, el chico nuevo vino a hablar con nosotros, vamos a la tienda de música ¿Te apetece venír novato? —Lancé una pequeña carcajada a ese nuevo apodo, y me senté en una de las sillas vacías.
—Seguro ¿A cuál van?
—A Billboard —dijo el chico.
—¿En serio? ¡Esa tienda tiene las mejores canciones! —dije un poco
entusiasmado—.  Definitivamente voy
—Me alegro ¿Eres Anthony no? —me preguntó la chica mientras guardaba su carpeta en la mochila—. Soy Sara y el es Dan.
—¿Sara? Bonito nombre —respondí sonriente.
—Gracias—. Sara tocó el hombro de Dan y yo me quedé viéndolos— ¿Vamos Dan? —El chico se paró de una manera extraña sin dejar de mirar hacia el frente, y como no, yo tenía que salir con una de mis estupideces.

—Oye ¿Te sientes bien? —Dan se quedó quieto en su lugar y Sara empezó a ponerse incómoda.
—Bueno, Anthony...—la chica miró a su amigo, quien parecía estar muy calmado.
—Sara, díselo, no es como si quisiera ocultarlo—. Dan abrió su mochila y sacó un pequeño bastón que tenía un cordón colgando en la punta.
—Acaso...— Sara me miró — ¿Acaso eres ciego?                           

Una canción para él.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora