Isabel no era el tipo de mujer que huía ante un reto. No era el tipo de mujer que huía en general, y por eso no lo dudó ni un instante cuando, mientras esperaba a unas amigas para tomar algo en un bar del centro, vio a Antoine Griezmann y Yanick Carrasco en una mesa semioculta al fondo en la que ni siquiera se hubiera fijado de no ser porque era la que solía ocupar habitualmente.
Agradeciendo por primera vez la impuntualidad crónica de Irene y Emma, comprobó su imagen en la pantalla del móvil, se atusó la melena rubia y se dirigió hacia ellos con mucha seguridad. No iban de incógnito, pero era evidente que tampoco querían llamar la atención, así que Isabel se acercó muy discretamente y se sentó junto a ellos como si la estuviesen esperando.
Ambos jugadores la miraron con cara de sorpresa, pero no parecían enfadados en absoluto, así que sonrió inocentemente.
-Perdón por molestar -se disculpó-, pero da la casualidad de que esta es la mesa donde siempre nos sentamos mis amigas y yo... y de hecho donde habíamos quedado hace doce minutos -añadió, echando un vistazo al Casio plateado en su muñeca izquierda.
Ellos cruzaron una mirada todavía sorprendida, pero también sonrieron e Isabel supo que les había caído bien, así que les guiñó uno de sus impresionantes ojos verdes.
-Tranquila, hay formas peores de molestar -rió Carrasco, y añadió-. Además, seguro que podemos ponernos de acuerdo con el asuntillo de la mesa.
-Por supuesto, todo es hablar las cosas -apuntó la rubia con una sonrisa, y a continuación se presentó-. Por cierto, soy Isabel Ozores.
-Antoine y Yannick -apuntó este último, y se acercó para darle dos besos.
-Vaya, creo que nunca lo hubiera adivinado -Isabel enarcó una ceja y el belga se encogió de hombros, esbozando una gran sonrisa.
Hasta entonces Griezmann se había mantenido al margen de la conversación, pero no había perdido detalle, y él también sonrió.
-En realidad lo hace para que le des dos besos -le confesó en tono de confidencia.
-Mm, está bien pensado. Clásico pero efectivo.
-Sin duda.
Compartieron una risa más o menos cómplice, y el francés le cogió rápidamente la mano y depositó un beso en el dorso. Isabel se sonrojó un poco, porque parecía un gesto extrañamente íntimo, pero en el fondo le gustó el detalle.
-Enchanté.
-Lo mismo digo -sonrió ella.
El hielo estaba roto y no parecía probable que fueran a echarla, así que Isabel colgó su bolsito granate de la silla, y se quitó la chaqueta vaquera, que también dejó ahí. Debajo llevaba un crop top blanco, básico, conjuntado con vaqueros pitillos claros, y se aseguró que el collar que se había puesto estuviera perfectamente en su lugar.
Entre tanto, Yannick se había quejado medio en broma de que Antoine siempre le hacía quedar mal, y ahora los dos se estaban riendo con alguna broma privada.
Sonrió algo perdida, y sacó el móvil del bolso para comprobar si sus amigas se habían acordado de ella. Efectivamente, además de un montón de mensajes de grupos y una foto de su hermana tenía un par de whatsapps de Irene.
Irene: Houston tenemos un problema
Irene: Se nos ha jodido la caldera y estamos esperando al casero y al técnico
Irene: Pero vamos, que no llegamos
Irene: Lo siento mucho tía :( hablamos luegoIrene y Emma compartían un piso que era una ganga, pero a cambio no dejaba de darles problemas, tantos que hasta se habían hecho amigas del carpintero, el electricista (al que Emma quería ligarse) y el fontanero. Al de la caldera todavía no lo conocían, pero seguro que también acababa dentro del grupito.
Iss: jo :c
Iss: espero que os lo arreglen pronto
Iss: al menos hoy me quedo bien acompañada... je
Iss: esta noche hablamos y os cuento
Iss: beso!!!-Ten amigos para esto -recalcó el belga con una carcajada, y se volvió de nuevo hacia Isabel, que ahora sí que no tenía ni idea de qué estaban hablando-. Indignante, ¿a que sí, rubia?
-No voy a decir nada que luego pueda ser utilizado en mi contra -replicó ella haciendo una mueca de disculpa y encogiéndose de hombros.
-Chica lista -aprobó Antoine con una sonrisa-. Creo que podríamos compartir esta mesa.
-Y más si trae a sus amigas -Carrasco enarcó repetidamente las cejas.
Isabel pensó entonces que más que a sus amigas, aquel tendría que conocer a su hermana, y que seguramente congeniarían.
-Siento decepcionarte pero me acaban de dar plantón por el de la caldera, así que no va a poder ser -suspiró dramáticamente-. Les gustan más los uniformes que yo.
-Inexplicable.
-¿Verdad?
-Si en vez de con Yannick yo estuviera con cualquier otro te diría que has salido ganando... -bromeó Griezmann-. Pero al menos has llegado en el momento en el que él iba a pagar la siguiente ronda.
El belga respondió con una mueca y una de sus frases burlonas que hizo reír a Isabel. Antoine y Yannick se la quedaron mirando casi como acto reflejo, y ella apartó la vista e hizo señas al camarero para que se acercara. Este lo hizo en cuanto la vio.
-Con nosotros no se daban tanta prisa -masculló Carrasco.
-Eso porque tú eres difícil de mirar -se rió Griezmann.
-Igual que tú, no te jode.
Oyéndoles, a la chica le entraba la risa, pero lo disimuló lo mejor que pudo y pidió una caña. Ellos hicieron lo mismo, y enseguida las tuvieron delante con un platito de aceitunas.
-Voy a pedir el libro de reclamaciones por estas diferencias en el trato -se quejó el belga-. A nosotros nos traían la bebida tomándose su tiempo y gracias. Seguro que el camarero es del Madrid.
-Del Betis -corrigió-, pero es que yo soy clienta habitual, tienen que mimarme.
-Pues ya podrías decirle que venimos de tu parte por si volvemos.
-También podéis traerme directamente -le guiñó el ojo y dio un trago a su cerveza.
Antoine, que había estado muy concentrado comiéndose una aceituna, sonrió y le prometió que lo harían siempre que le tocara pagar a Yannick.
Este, por supuesto, hizo amago de protestar, pero se vio interrumpido por la risa de Isabel, que tenía algo hipnotizante.-A mí me vale -declaró la rubia.
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Di que sí || Yannick Carrasco
FanfictionLa más bonita que ninguna, hacía magia sin querer. Él creía que lo había visto todo, pero no la había visto sonreír. Y entonces se perdió en los mundos que escondían sus ojos verdes, en las constelaciones de su espalda. Y solo pudo pedirle una cosa...