Madrid era una ciudad con personalidad, era preciosa, pero sobre todo era Madrid. Sin más. Y en septiembre lo era más que nunca.
Isabel la adoraba siempre, pero ese mes era especial. Y aquel día, según salía de su primera clase del máster en derecho internacional en el que se había matriculado, con el sol acariciándola y un suave vientecillo que le revolvía el cabello dorado sonreía y pensaba que con un tiempo así no podía encerrarse en casa y desaprovecharlo. Tenía una sonrisa preciosa, que le marcaba un hoyuelo en la mejilla, pero lo más impresionante eran sus ojos, verdes y que expresaban un mundo. Ella era de constitución tipo duendecillo y una cabeza más baijta que su amiga, pero aún así se llevaba todas las miradas, por sus ojos, su sonrisa y por su manera de gesticular, como si hablara de algo terriblemente importante. Algo apasionante.
A su lado Irene, una de sus mejores amigas y la única que aún iba a clase con ella, no parecía tan contenta mientras intentaba recogerse el cabello pelirrojo teñido en una trenza.
-Venga mujer -se rió de ella-, sonríe un poco que hace un día precioso.
-Cómo se nota que desayunas en una taza de Mr. Wonderful -gruñó Irene, y añadió-. Y que no tienes que ir a trabajar esta tarde.
-¡Pero si a ti te encanta tu trabajo!
Su amiga llevaba desde principios de año dando clases de natación a niños pequeños para sacarse un dinero extra, y estaba feliz uniendo su amor por el deporte y por los críos.
-Ya, pero con la vuelta al cole se ponen muy pesados.
-Tú también, pero te queremos igual -replicó Isabel, y le estampó un sonoro beso en la mejilla.
Cuando Isabel tenía un buen día era hasta difícil estar de mal humor cerca de ella, así que Irene, aunque le dio un empujón amistoso, acabó echándose a reír y dejándose convencer de comer las dos juntas en un restaurante nuevo que habían abierto hacía poco cerca de Ciudad Universitaria.
El sitio resultó no ser nada del otro mundo, pero estuvieron a gusto y se fueron contentas después de una corta sobremesa -al fin y al cabo Irene tenía que pasar por casa antes de ir a trabajar.
Isabel, por otro lado, seguía con ganas de estar al aire libre, así que decidió irse a dar un paseo por El Retiro: era uno de sus rincones preferidos de la ciudad, le traía muy buenos recuerdos, pero tenía la regla de no visitarlo nunca en verano, cuando había demasiados turistas y le resultaba imposible estar allí. Por suerte en septiembre las cosas se volvían a normalizar un poco, y pensó que a día doce era un buen momento para volver allí.
Una vez en el parque sus pasos la llevaron casi sin pensarlo a un rincón algo apartado y mucho más tranquilo: el sitio donde siempre acababa cuando iba sola. Tenía un banco perfecto entre sol y sombra, e Isabel se acomodó allí con los cascos puestos y sacó un libro del bolso: Mil soles espléndidos.
Apenas se había metido en la lectura cuando la música se paró y su móvil empezó a vibrar con una llamada entrante: su hermana mayor, Diana. Cómo no. Isabel la adoraba, pero tenía el don de la oportunidad.
Suspirando aceptó la llamada.
-Dime.
-Wow, buenas tardes miss little sunshine, qué forma tan cariñosa de saludar a tu adorada hermana.
Isabel sonrió y sacudió la cabeza.
-Es que mi adorada hermana nunca llama en buen momento...
-Ups... ¿Estabas con alguien?
-No, pero...
-Ah, bueno, entonces no pasa nada.
Su hermana se rió y ella puso los ojos en blanco.
-¿Qué tal el máster? -Continuó Diana.
-Bueno, bien. Es solo el primer día pero de momento me ha gustado el modo de enfocarlo y tal -explicó, y a continuación le hizo un breve resumen de cómo había sido todo.
-Me alegro mucho, a ver si sigue igual de bien. Por cierto, yo te llamaba para decirte que si quieres esta tarde podríamos ir a ver a la abuela y ya cenamos con ella. ¿Cómo te viene?
Su abuela materna, María, vivía sola en Pozuelo de Alarcón, y ellas solían ir a verla y a pasar tiempo con ella a menudo.
-Perfecto, que además ya hace más de una semana que no voy a verla...
Ella no tenía coche, así que tenían que ir sí o sí en el de Diana, que le informó de que salía de trabajar en una hora y media o así y le pidió que se pasase a esperarla e irían directamente. Iss dijo que le parecía bien.
-Perfecto, entonces te dejo, que ahora tengo una reunión con el jefe del equipo médico. Nos vemos en un ratito, un beso.
-Hasta luego, besitos.
Su hermana era médica y trabajaba para una importante empresa privada que la había destinado al Real Madrid como doctora del club: dependía totalmente del jefe de los servicios médicos y de unos cuantos expertos, pero en la práctica ella se ocupaba de todo lo que surgía en el día a día.
Después de colgar, Isabel terminó de leer el capítulo que había empezado y se pasó por el centro para coger un café en el Starbucks: su madre siempre decía que era café del malo, pero a ella le gustaba mucho. Al final, aunque le sobraba tiempo, cogió el transporte público para Valdebebas.
Ya había ido a esperar o a recoger a su hermana un par de veces, así que los de seguridad tenían sus datos y la dejaron pasar hasta el aparcamiento, donde enseguida localizó el mini rojo de Diana entre tantos coches de alta gama y se apoyó sobre él para esperar los quince minutos que le quedaban. Sacó el móvil para entretenerse, pero justo entonces la puerta del copiloto del coche de al lado se abrió y por poco lo tira del susto.
Una chica morena de ojos color avellana y piel bronceada la miraba con cierta curiosidad.
-¿Nueva? -Preguntó enarcando las cejas.
-Más o menos.
-Espera, espera, que lo adivino. ¿Rubén Yáñez? También eres el tipo de Karim pero no lo creo... ¿O Nacho? Nacho es muy mono...
Isabel se echó a reír.
-Frío, muy frío. Soy la hermana de Diana, la médica -explicó.
-Uf, pobre chica -dijo la otra con compasión sincera-, lo que tendrá que aguantar. Yo soy Paula Ramos y también estoy esperando a mi hermano... que ya debería haber salido.
-Isabel Ozores -sonrió y se acercó a darle dos besos.
Hablaron un rato hasta que Diana salió, y antes de que las hermanas se fueran Paula le pasó su número a Isabel.
-Avísame si vas a pasarte algún día de estos, a ver si coincidimos.
-Prometido.
Ya en el coche de camino a casa de su abuela, estaba charlando con Diana cuando le llegó un whatsapp de Yannick por el grupo que habían hecho con Antoine después de conocerse hacía un par de semanas: los tres no habían dejado de hablar desde entonces, aunque por las circunstancias todavía no habían podido volver a quedar.
Yannick: Rubia! Estoy por tu zona, hace una cañita? 😌
Iss: Nunca digo que no a una cerveza
Iss: Pero va a ser que estoy liada
Yannick: que mal me parece...
Iss: Pero si me haces un hueco esta semana te llevo a tomar el mejor gin tonic de tu vida...
Yannick: Hecho
Yannick: Pero esta vez invitas tú
Iss: Lo vamos viendo.Espero que os haya gustado, es más bien introductorio pero prometo que el siguiente no tardará mucho en llegar 😉
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Di que sí || Yannick Carrasco
FanfictionLa más bonita que ninguna, hacía magia sin querer. Él creía que lo había visto todo, pero no la había visto sonreír. Y entonces se perdió en los mundos que escondían sus ojos verdes, en las constelaciones de su espalda. Y solo pudo pedirle una cosa...