Café 1

27 3 3
                                    

¿Hay algo mejor que estar en tu lugar favorito del mundo, haciendo lo que más te gusta y bebiendo lo que más te gusta? Allí estaba yo, acompañada de mi inseparable ordenador, tomando una taza de café con una pizca de canela y con el habitual sonido del permanente trafico de Brooklyn.


Estaba escribiendo en mi blog sobre lo injusto que era que hubiesen quitado el programa de arte en nuestro instituto, para poder comprar nuevos uniformes a las animadoras. Cuando de repente alguien me alboroto el cabello castaño. Me gire y me encontré con Kyle Jones, uno de mis mejores amigos. Con su habitual cabello rizado despeinado y su constante simpática sonrisa.


-¿Cómo te va la vida, May Johnson? - dijo mi nombre completo mientras se sentaba a mi lado


-En una palabra, estresante. Kyle, mañana es nuestro último primer día. El año que viene estaremos en la universidad. Necesito conseguir créditos extra. Creo que me apuntare a volleyball. O tal vez debería apuntarme para ayudar en el anuario o...- entonces me di cuenta que estaba hablando demasiado y me reí nerviosa.


-Hola tortolitos.- dijo entrando mi exuberante amiga Diana Parks en el local.


Se nos acerco caminando con su habitual contoneo de cadera. Nos miró a los dos y luego miró por todo el local.
-Mierda, tenía que llegar yo la última. Para poder soltar la frase de lo bueno se hace esperar.- dijo cruzándose de brazos indignada.


-Esa frase la tienes ya muy usada, Diana.- le dijo Kyle divertido.
Diana era espectacular, no era muy lista, pero era buena persona y muy guapa. Se acostaba con un chico diferente con cada semana, ya que no le faltaban los pretendientes. Era la alma de la fiesta y la que nos metía en más líos. No era su intención, pero solo os diré que a mis diecisiete años ya tengo algún pequeño cargo en mi expediente policial.
-¡Aquí está Scott Walker, también llamado La Perfección! Chicas sé que me aman no intenten negarlo.- dijo un chico de cabello castaño oscuro haciendo una reverencia de lo más teatral, al entrar en local.
-Scott, la gente nos mira.- dijo mi amiga Amy Dawson una pelirroja muy alegre. A su lado iba Jake Hamilton, un chico callado, con imagen de tío duro, que normalmente cubría sus increíbles ojos miel con su desordenado cabello azabache. A veces creía que estaba enfadado con el mundo.


-Llevo esperando veinte minutos.- dije cruzándome de brazos.


-Scott, se estaba arreglando.- dijo Jake rodando los ojos.


-Retocándome, que es diferente. Hubiese tardado más si me estuviera arreglando. Al contrario que tu, Hamilton, tengo una reputación que mantener ¿Quieres que les rompa el corazón a las bellas damiselas?- dijo señalándonos. Amy y yo rodamos los ojos y Diana, le dio una colleja.


Entonces empezaron hablar de sus planes para el último año. Scott seguiría con el club de fotografía. Kyle seguiría en el equipo de lacrosse. Amy se presentaría para ser presidenta estudiantil. Y Diana y Jake... se esforzarían en graduarse.


-¿Y tú, May?- me pregunto Amy.


-Volleyball o ayudar en el anuario. Tal vez ambas cosas.- le conteste mientras me pasaba las manos por mi cabello castaño nerviosa.


Seguimos con nuestra conversación, pero yo no estaba demasiado centrada en ella. Jugueteaba con mis uñas pintadas como siempre de color violeta, levantaba un poco el esmalte. Era una costumbre que tenia. Me pintaba las uñas porque sabía que si no me las mordería.


-Pues eso, que y todo los pingüinos me aman.- soltó Scott.


Los miro extrañada ¿Cómo habían acabado hablando de pingüinos? Si, mis amigos eran unos raritos.
De repente se oyó la campanilla de la puerta, lo que significaba que alguien acababa de entrar en local. Entro Margaret Ross con su cabello rubio recogido en un moño mal hecho y mordiéndose el labio nervios. Fue a pedir un café, cuando nos vio leí en sus labios "Para llevar por favor y vaya de prisa, por favor." No pude evitar reír, cuando Scott se dio cuenta que la rubia estaba en local.
-¡Margaret! Tienes que dejar de seguirme, sé que estoy increíblemente bueno, pero por favor, tienes que dejarme respirara.- dijo desde su asiento y Margaret suspiró irritada.
-¿Sabes qué? Olvide el café, yo me voy.-dijo la chica.
-Ay, Margaret, no intentes negarlo.- comentó Scott y todos los del local miraban la escena divertidos.
-¡Búscate un psiquiatra, Walker!- cerró la puerta en un estruendoso portazo. Todo el local estalló en carcajada, ya que todos conocían a Scott y saben lo difícil que era el chaval.

¿Un café? | #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora