Ya es hora de despertar, apenas es lunes, hay que ir a trabajar.
Pienso en lo difícil que será regalar sonrisas.
Falda a las rodillas, blusa blanca, blazer, tacones rojos. Me ponen de excelente humor. Recojo mi cabello, delineador negro, máscara en las pestañas, un poco de rubor, labial rojo.
Entre el baño y el maquillaje me olvide por un momento de mi pena.
Salí un poco más animada.
El celular suena, Es Daniel, mi jefe. - Buenos días señor (¿ Que tendrán de Buenos?) En que le puedo ayudar?- dije con un tono de cortesía.
-Podrías cancelar mis dos primeras citas, no me siento muy bien.-
- ¿Se encuentra bien?- continué - Puedo enviarle un médico, ¿ Le pasa algo?- Mi jefe siempre ha sido atento conmigo, me gusta corresponderle; además es mi trabajo.
-No te preocupes. Solo no tengo ánimos, pero te invito a desayunar. ¿ Te parece si nos vemos en "Bulevares"?- Éste hombre no piensa que tengo mucho que hacer en la oficina. - Si señor como usted diga, salgo para allá. -
¿ Que le pasa? Jamás me ha invitado a desayunar. Normalmente se limitaba a asuntos de trabajo, controlo su vida con respecto a todo lo que me solicita. Platicar con el, ¿De que? Siempre es tan serio. Es como un maestro para mi. Llevamos una relación muy cordial, pero jamás habla conmigo de su vida personal. Lo único que sé de él es que está más solo que la soledad. Que le encantan las fiestas y nada en dinero. Casas en varios estados y en algunos países. Varios negocios, etc. Triunfo y Gloria.De camino al restaurante me tope con varios lugares que me trajeron recuerdos. El parque Homenaje a la Maternidad. Ahí tuvimos nuestras primeras citas. Me refiero a Jean, mi nuevo ex. Que terrible sentimiento invadió mi cuerpo cuando el taxi se detuvo a la altura de ese lugar. Me vi, vi mi fantasma (en mi mente) el recuerdo de la primera vez que nos vimos ahí. Me encantaba hacer de cuenta que él no me gustaba. Jean por el contrario prefería demostrarme lo mucho que yo le encantaba, me decía cosas ideales, todo lo que una tonta niña de 19 años quiere escuchar. Recordé sus miradas, la inseguridad de sus palabras, la forma en la que expresaba lo que sentía corriendo el riesgo de lo inevitable, mi desaprobación y en ocasiones mis burlas.
La librería. - ¿No te fastidias de leer?- Jean siempre me preguntaba lo mismo. Y luego se sentaba a escuchar mis relatos de lo que había leído. - Prefiero escucharlo de tus labios que leer tanta verborragia tonta. Describes con tanta precisión, hablas con tanta pasión; creo que jamás he visto tanto gusto por los libros, ni tanta pasión por las historias como las que lees.-
Me encantaba cuando se expresaba así de mi. Me hacía sentir única, pero hoy me sentía tan común y corriente.
Iba a llorar y el taxista me indico que habíamos llegado. Bajé del auto y le pague. Entré al restaurante y mi jefe ya se encontraba ahí.
Me miró a lo lejos y me levantó la mano, me acerque un poco de prisa, (apenada por llegar tarde) y antes de llegar a la mesa, él se puso de pie.
Wow! Jamás lo vi tan apuesto. Siempre impecable, pero hoy tenia algo diferente. Elegante con su pantalón negro, cinturón discreto, zapatos raros (clásico en él) y su camisa blanca de manga larga. Detrás de su silla estaba su saco negro. Me miró y me sonrió. Dios, ¿de donde salió esa sonrisa?
-Disculpe el retraso señor. El tráfico es terrible.- sonreí.
-Creo que tendré que pagarte un chofer, la inseguridad incrementa día a día.
¿Que fue eso? Hablaba en serio. Solo pude sonreír.
-No hay de que preocuparse, la línea de taxis ya me considera cliente frecuente.-
Me ayudó a tomar asiento y se sentó frente a mi. Me encontraba nerviosa, traía los ojos rojos, era obvio que había cumplido mi papel de Magdalena la noche anterior.El mesero se acercó y comenzó a servirme café, el revisó su tablet y yo, yo no podía dejar de pensar en algún tema para platicar con él que no fuera de trabajo para no verme como una enferma psicópata laboral o típica Godinez.
- ¿ Cancelaste mis citas verdad?-
Rayos, no. Todo sucedió tan rápido y me la pase recordando a mi ex todo el camino. Jamás olvido nada. -Claro que si.- le envie un mensaje de texto a la secretaria para que cancelará las citas por mi.
Uuf la libre. - Quiero agradecerle la invitación a desayunar; ¿Que celebramos?-
Me miró muy serio y me dijo.
- A ti.- Muerte súbita, levante la mirada y me percaté de que sonreía, segunda vez en menos de media hora. Le respondí con una sonrisa. -Creo que perdí el sentido del tiempo y olvide mi cumpleaños.-
-Jajajajaja, hay Lucia jajaja siempre tan ocurrente. Siempre me quiero reír de las cosas que te escucho murmurar con Jackie en la oficina. Eres excelente, me encanta tu trabajo y quiero darme la oportunidad de conocerte en otro entorno, ser tu amigo.-
Ésto era la prueba que necesitaba, mi jefe había quedado loco. En algún punto lo perdí, no se cuando paso. Tal vez durante el fin de semana tuvo una fiesta, se embriago, se calló y se golpeó muy fuerte la cabeza.
- Siempre he disfrutado de mi buen humor jefe.- seguí sonriendo, hasta que me dí cuenta que me veía como una estupida.
- Quiero que me invites a tu buen humor.
Desayunamos, él fruta y unos rollos de Serrano con queso, y café. Yo fruta, un pan con mermelada y mi café.
Platicamos de la gente que visita la oficina, de sus conocidos que entran altaneros con la intensión de hacer de cuenta que Jackie (la secretaria) y yo no existimos.
Jamás tuve una platica así en los 4 años que llevaba de trabajar para el. Era muy cordial, algo serio y de pronto se reía de algunos comentarios mios.
-Siempre me ha gustado lo desenvuelta que eres, la convicción de tus palabras y la manera en la que defiendes tus ideales. -
-Me sonrojare señor.
-Demasiado tarde, ya estás sonrojada.
Dios mio, como no sonrojarse.
Terminamos el desayuno y me dijo,- Bueno debemos retirarnos, es hora de ir al trabajo. Hay cosas que no se pueden evitar.-
- Adelante, vamos señor.
Nos subimos a su auto. Todo llevaba su aroma. Parecía un auto nuevo.
De camino a la oficina estuvo muy concentrado en su tablet y celulares asi que no busque platica. Empecé a responder correos desde mi cel, algunos chats y Facebook, que mas da.
De pronto lo miraba de reojo. ¿Que rayos se hizo? Se veía tan sexy, tan joven. Probablemente era mi mente loca, que me jugaba una mala broma.
Llegar juntos a la oficina no era nada normal, así que me detuve para dejarlo pasar.
-Vienes conmigo, ven.
En cualquier momento mis manos empezarían a temblar.
Pasamos por el recibidor donde nos separamos, no sin antes de que él se despidiera y me agradecerá haberlo acompañado.
Me fui a mi escritorio y jackie se levantó de su silla como alma que lleva el diablo. Se dirigió a mi con una mirada asustada y me dijo:
- ¿Dormiste con el? - Su mirada era de asombro, como si fuera un éxito el dormir con él.
Tal vez lo sería, pero no en este punto de mi vida.
- Jackie ¿Estás loca? Es el jefe, jamás haría algo así.
-No puedes decir eso, es encantador, sexy y dicen que le gusta llevar el control en la cama.
- Bien pues necesitará una alumna, por lo que veo tu estarías más que dispuesta?¿No es así? Le di la espalda para acomodar mis cosas. Ella tomo de una mesita esquina de mi oficina una revista en la que su rostro fue la portada.
-Me dejaría controlar todo lo que el quisiera.-
Excelente, mi compañera estaba enamorada del jefe. Eso podría cambiar mi situación? ¿que demonios? Nisiquiera me importaba.
Ella me miró y me dijo,- pues serías una tonta si no dejas que se acerque y que tome de ti lo que quiera.-
-Pasame los registros y recados de la mañana por favor.-
Se retiró de mi oficina, y yo solo la miraba al salir, hasta que mis ojos se toparon con la fotografía en mi escritorio. Sí, éramos Jean y yo. De nuevo la tristeza me invadió, recordé cuando nos tomamos esa foto. Fue en un puente que cruzaba por el mar. Una noche que nos fuimos lejos de todos, siempre supo hacerme sonreír.
Rayos como iba a extrañarlo.
Deja de pensar estupideces. Jackie regresó con los registros y recados y me sorprendió mirando la foto con melancolía.
-¿Todo está bien?-
-Terminamos.
-Es¿ definitivo?
- Me siento muy molesta, engañada, además estoy harta de llorar. Lo amo, pero todo lo que empieza tiene que terminar.
El teléfono me interrumpió. Tal vez era mejor así.
No tenía porque estarle contando mi vida a Jackie, era solo una compañera de trabajo. Lo que necesitaba era hablar con una amiga o un amigo, pero ¿quién? Ya no tenía a nadie.
Mi relación con Jean me había alejado de todos, perdí mi vida por seguirle, perdí mi tiempo en ayudarle.
Así que ahí estaba, en mi trabajo, deshecha, confundida, enojada, asqueada.
-MALDITO SEAS JEAN.