Cap. 10

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El sedante que me han inyectado va perdiendo efecto y poco a poco vuelvo a ser capaz de entender todo lo que pasa a mi alrededor. La habitación en la que ahora me encuentro, está perfectamente pintada de blanco, y en sus paredes hay varios cuadros abstractos en tonalidades beige y naranja que le dan un toque de elegancia y sutileza al lugar. Las ruidosas máquinas y los cables que recuerdo haber visto antes de que me sedaran, ya no están. Ahora solo tengo en mi muñeca izquierda un suero del que caen gotas pareja y lentamente. Y en mi dedo índice una especie de "pinza" que mide mis pulsaciones cardíacas; que por cierto se escuchan pausadas y serenas.
Mis ojos pesan un poco, pero soy capaz de mantenerlos abiertos. Entiendo que ese tipo de síntomas son normales después de haber recibido un calmante.

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