Capítulo 4

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  • Dedicado a todos aquellos que están en un pozo sin salida. Saldréis adelante.
                                    

Me senté en la cama. Era blanda, como me sentía en aquel momento: si me tocaban o me decían algo podía desvanecerme. Aquel chico, Pedro, que siempre me mostró una sonrisa cuando más lo necesitaba, estaba enamorado de mí, hasta el día en el que murió. Me sentí culpable y así se lo hice saber a Miranda, que sólo negó con la cabeza.

- No te sientas culpable, nunca te lo dijo por miedo pero era una de las razones por las cuales él sonreía y quería salir del pozo en el que estaba.

- Un pozo invisible. -dije yo, empezando a llorar. -nunca le vi que estaba tan mal. Sabía que tenía amistades peligrosas, y que salía y que bebía, pero... Que estuviera en un pozo sin salida, no. No puede ser. Él era feliz, y sabía qué era lo que estaba bien y lo que estaba mal.

- Es por eso que os necesito, necesito que me ayudéis. -hubo un silencio de dos segundos, incómodo y en el cual yo sólo pude suspirar. -no os lo pediría si no fuera urgente.

- ¿Pero qué tenemos que hacer? -preguntó Louis, que hasta entonces no había dicho nada.

- Ayudadme. Tenemos que descubrir por qué decidió suicidarse, por qué aquellos chicos motoristas que sólo bebían y no estudiaban. Tenía una vida perfecta, sólo quiero saber por qué todo cambió y nunca me contó nada. -empezó a llorar otra vez. -Él era mi hermano gemelo. Siempre me ayudó. Sufrí bullying por ser superdotada y él siempre hizo que fuera al colegio con una sonrisa. Yo sí que me siento culpable, porque él y yo éramos gemelos, y siempre había sabido por qué estaba triste o contento hasta que cambió todo. Y fue como si me hubieran cambiado de hermano y fuera otra persona.

Aquello me emocionó tal punto que abracé a Miranda. Sobre todo me había marcado lo último que había dicho: "Y fue como si me hubieran cambiado de hermano y fuera otra persona". Louis abrazó a Miranda y tocó sin querer mi mano, que yo aparté rápidamente. Entonces cogí mi mochila y saqué una foto que tenía de Pedro en mi carpeta. Miranda se deshizo de los brazos de Louis y cogió la foto con mucho cariño, acariciando a Pedro. Su rímel se había corrido y sus lágrimas eran negras como el carbón. Recordé que yo me había maquillado y pensé que me debía ver horrible. Miranda pareció que había leído mi mente y dijo suavemente:

- Me debo ver horrible. -Louis le cogió la barbeta y la besó. No soporté ver a Miranda con Louis, así que cogí mi maleta y les dejé solos. Debió ser un acto muy irresponsable y para nada maduro, pero no podía ver que se estaban besando cuando hacía sólo unos minutos estábamos hablando de que Pedro me quería.

Oí que Louis le decía a Miranda que hablaría conmigo la mañana siguiente. Me estaba deprimiendo más por momentos, mi vida había cambiado en sólo dos minutos. ¿Qué habría pasado si Pedro me hubiera dicho lo que sentía desde el principio? ¿Y si yo hubiera estado a su lado evitando que fuera a parar en un pozo sin salida? ¿Y si el miedo a mi rechazo fue lo que le llevó a tantas malas amistades? Y la pregunta más importante: ¿Y si yo sentía lo mismo por él, pero no me había dado cuenta hasta que vi que él me quería? Todas estas preguntas resonaban en mi cabeza, cada vez más, tanto que no podía siquiera pensar en lo que estaba haciendo. Eran solo las dos y media del mediodía, y aquel día nadie me esperaba en casa, así que no me preocupé de lo mal que me debía ver.

Recordé mis momentos con Pedro, aquellos sentimientos que nunca vi que estaban, pero que sentía y en aquel momento me sentí culpable de no haber sido suficientemente centrada como para darme cuenta que le quería. Uno de estos momentos fue cuando hablamos sobre qué queríamos ser de mayores:

"- Oye, Cel. -dijo Pedro, guiñándome el ojo.

- Dime.

- ¿Nunca te has planteado qué serás de mayor? -preguntó.

- Varias veces. Yo quiero trabajar en el CERN.

- Buena elección. Yo querría ser profesor de Ciencias en la Universidad.

- Pues entonces después del bachillerato no nos veremos más. Será una pena no tenerte incordiando en la clase. -reí. Él sólo se puso rojo.

- Será una pena no ver tu belleza. Aunque a veces vengas maquillada.

- Será una pena, incordio. Pero bueno, nos veremos alguna vez con nuestros hijos.

- ¿Nuestros? ¿De los dos? -exclamó.

- ¡No! Ya me entiendes, tú con los tuyos y yo con los míos. Puede que vayan al mismo instituto.

- E incluso puede que se enamoren y seamos consuegros. ¿Te imaginas? -rió.

- Imagino, imagino. Entonces sólo nos separaremos unos años. ¡Imagina que vienes a hacer unas prácticas de Física en el CERN! Me verías trabajar.

- Cosa que no veo nunca, vaga. -me dio una palmada en la espalda. Yo le dediqué una mirada asesina. -era broma, Cel.

- Pues no está mal nuestro futuro. Tú crecerás y tendrás barba. No te veo con ella.

- Y tú te quedarás embarazada y tendrás unos hijos preciosos... A no ser que te cases con un feto.

- ¡Oye! No te pases, que yo tengo muy buen gusto con los chicos, además, lo que importa es el interior.

- Claro, lo que hace un buen hígado y un buen estómago... -me miró y nos empezamos a partir de la risa.

- Eres de lo que no hay.

- Eso me hace especial."

Recordar todo aquello me entristeció más. Las lágrimas me cegaban. Sólo pude observar que me acercaba a casa. Tenía ganas de llegar y desahogarme con todo lo que encontrara allí. Iba a travesar el penúltimo paso de cebra cuando a medio paso vi que una moto se acercaba. Vi entonces mi vida pasar por mi mente en sólo un segundo. La moto se acercó y estaba a sólo dos centímetros de mí. Puede que me tocara irme con Pedro. Cerré los ojos y la moto me tiró por la calle. ¿Podría haber hecho algo? Quizás tenía ganas de morirme.

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