1 //Hombre de negocios.

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Las puertas automáticas del aeropuerto de Londres se abrieron ante mi presencia. Luego de un viaje de horas en un bus, era el momento. Iba a viajar a Los Angeles, a re-hacer mi vida, a buscar las oportunidades que Birmingham no me ofrece. Al entrar, los sonidos de conversaciones de gente que pasaba, maletas rodando por el piso, el ruido de las turbinas y la chica que hablaba por los parlantes invadieron mis oídos. Avancé rápidamente a registrar mis maletas, luego fui a tomar un café mientras esperaba que mi vuelo llegara. Minutos después, una voz dijo el número de mi avión. Me levanto de la incómoda silla de plástico con una gran sonrisa en mi rostro y, siguiendo las indicaciones del personal de aquella aerolinea, abordo el avión.

Apenas subí, me di cuenta de que los años de ahorro valieron la pena. Se notaba más elegante que los vuelos comunes y en lugar de múltiples asientos por fila, habían solo dos.

Bueno, era necesario un poco de lujo si al fin y al cabo iba a pasar diez horas aquí.

Caminé a la quinta fila, lado de la ventana, donde estaba el asiento reservado meses atrás y me acomodé en el.

Tomé mi celular, conecté mis audifonos y seleccioné la opción aleatoria para no tener que pensar acerca de que canción elegir. Explorers de Muse comenzó a invadir mis oídos.

Cerré mis ojos, perdiéndome en la melodía, los abrí unos segundos después sin motivo aparente y noté que la mayoría de los asientos ya estaban ocupados. La azafata nos avisaba que ya ibamos a despegar.

Pero fue ahí cuando, a último momento, una conocida silueta alta y delgada apareció por la entrada. Su cabello rubio estaba despeinado y su respiración agitada, parecía haber corrido.

Mis ojos se abrieron de golpe. El chico se disculpó con la azafata y, cabizbajo, sin notar mi presencia, tomó asiento a mi lado.

No. No, no y no. De todas las personas en el puto mundo, tenía que ser el. De todos los asientos del avión, tenían que asignarle este.

Ya Brad, cálmate. No va a pasar nada malo.

Tuve que dejar esos pensamientos de lado, hay que pensar en positivo. En lugar de ignorarlo o algo por el estilo, desconecté mis audífonos y di unos golpecitos en su hombro.

-¿Tris?-Pregunté, con una amplia sonrisa en mi rostro.

Como no había notado que yo estaba ahí, se sobresaltó, luego me miró incrédulo.

-Oh por dios Bradley, me asustaste.-Dijo y soltó una pequeña carcajada nerviosa.

-No puedo creerlo ¿Como has estado?-Pregunté animado. Sentía un poco de resentimiento creciendo en mi interior, pero lo ignoré.

-Pues, bien. ¿Que hay de ti? ¿Así que vas a Los Ángeles, eh?-Preguntó. Noté que su voz era diferente a como la recordaba. Si bien, la última vez que lo escuché fue hace años, parecía de una persona completamente diferente.

-También he estado bien. Bueno, problemas interpersonales, ya sabes..-Pareció pensar acerca de eso por unos instantes, como si tratara de recordar. Luego asintió comprensivo.-Y si, voy a Los Angeles, debo encontrarme con un par de personas. ¿A que vienes tú?

-Verás, Brad. Trabajo para una organización de managers. Estaba descansando en Londres con mi familia, pero debo volver, estoy trabajando con una banda.-Respondió, luego sonrió de lado. La misma encantadora sonrisa de siempre. Al menos algo en el no ha cambiado. Recordé múltiples ocasiones del pasado donde me dio la misma sonrisa.

Podría ser mi manager. Era probable. Bueno, esperaba que no. No iba a soportar pasar tanto tiempo con el.

-¿Manager? Wow, me... Sorprende que hayas decidido dejar de perseguir tu sueño de ser baterista.-Dije.

Blurred Lines||Tradley AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora