Solo una noche.

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Una de las estancias del palacio fue reservada para los recién casados, sus aposentos estaban preparados con una ornamenta elegante y romántica, se había preparado algunos deliciosos manjares por si alguno de los esposos deseaba comer, las habitaciones estaban perfectamente acondicionadas para la comodidad del matrimonio, sobre todo porque esta sería su noche de bodas; y por eso mismo la servidumbre dormiría del otro lado del palacio para dejar completamente a solas a la pareja y así no causar molestia.

Cuando ambos ya estaban vestidos en ropas de dormir, Minos en una bata aperlada y Albafica en un camisón de igual color, el señor Jarl, su esposa y toda la servidumbre se despidieron de la pareja deseándoles una excelente noche, claro, luego de brindarles su bendición. Ninguno sabía lo que todo aquello significaba, pero lo que Albafica sí sabía era que ya quería que se largaran para que pudiera irse a otro lado a dormir.

Por fin se quedaron solos y de inmediato, cuando Albafica pensaba sacar un pie de la cama Minos se lo impidió.

–Qué crees que haces, no hay otro lugar para que duermas si es que pensabas escapar de esta habitación.

–Hablas enserio, no puedo quedarme junto a alguien por tanto tiempo.

–Recuerda lo que prometiste, si sales y se enteran de que no pasaste la noche conmigo sospecharan de nosotros.

–Pero esto es demasiado, no puedo dormir aquí.

–Mira, interrumpió. –Sólo te pido esta noche, basta esta noche para que los dos nos larguemos de aquí así que por favor no rompas tu promesa ¿de acuerdo?

A Albafica no le quedó más que resignarse quedándose en la cama, desafortunadamente esto le causaba mal humor y no quería terminar peleando con este sujeto.

Minos se incorporó un poco y observaba la habitación como para encontrar con qué entretener a su compañero y a él mismo.

–Deseas un aperitivo Albafica.

Este no contestó y solo desvió la mirada para ignorar al juez.

–Muy bien, comentó el juez.

De repente se paró cerró su bata y se dispuso a salir de la habitación, a Albafica le extrañó esta acción pues justamente era de lo que acababan de hablar, de no separarse, "Quién demonios lo entiende" pensó.

El guerrero se quedó pensando en la razón por la que Minos se fue, "qué estará tramando" se decía, seguramente quería hacerle creer que le daría su espacio yéndose él en vez de Fica, sin embargo eso no le daba confianza, no quería quedarse dormido ahí siendo que si Minos volvía no sabría qué podría ser capaz de hacerle así que mejor decidió irse él también a otra habitación e intentar refugiarse.

Cuando Fica salió cuidadosamente para que Minos no lo pillara se percató de un sonido que provenía justo de la habitación de enfrente, este llamó tanto su atención que rápidamente renunció a su plan y decidió averiguar lo que producía aquella melodía; abrió la puerta despacio y silenciosamente se introdujo en la habitación, esta no estaba iluminada más que por la luz de la luna que se reflejaba por el cortinaje, y en medio de ese tenue resplandor vio a Minos sentado al piano el cual era ejecutado de manera formidable por lo que se percibía en aquella hermosa melodía. Minos interpretaba un vals de Chopin, el Nº 10 Op.69- Nº 2 en B menor el cual hizo vibrar el corazón de Albafica quien se asombró por el talento del juez, en verdad, esos sonidos estaban encantando totalmente al guerrero dejándolo incluso hipnotizado por la belleza de aquel acontecimiento. Pausó un poco dando a entender que ya había descubierto su presencia, volteó y con la simple mirada lo invitó a sentarse junto a él; Fica fue hasta él, se sentó tímidamente pero ahí estaba, contemplando aquel arte que de alguna manera estaba conmoviendo sus sentidos. Minos paró y miró fijamente a Fica, sonrió y dijo. –Creí que querías estar solo.

The Last ThornDonde viven las historias. Descúbrelo ahora