Me despierto con una cómoda, suave y caliente manta de pelo sobre mi cuerpo. La acaricio con mis dedos todavía con los ojos cerrados mientras me preparo mentalmente para enfrentarme a la luz del día que claramente entra por la ventana. Me extraña no escuchar ruidos en el exterior, ni en el interior. Me extraña que huela a madera y coco y no a spray, alcohol y moho. Me extraña no escuchar las cañerías rugir o sentir a Milly lamerme la cara para despertarme. Me extraña no tener frío. Involuntariamente aferro la manta a mi cuerpo y abro los ojos, frunzo el ceño al encontrarme con una excesiva cantidad de luz. Me siento sobre la cama, la cual es tan blandita como una nube, y observo el lugar mientras me estiro.
Me encuentro en una enorme habitación, completamente blanca con algún que otro adorno en tonos marrones. La ventana ocupa casi toda la pared lateral y justo donde termina una y empieza otra, hay un escritorio completo: ordenador, impresora, teléfono, lámpara... Al otro lado se encuentra un gigantesco armario con un espejo de pie, bajo la cama, una alfombra de fibra beige. Parece una habitación de lujo. Recojo mi enmarañado pelo de cualquier forma y me bajo de la cama. Inmediatamente echo de menos mis botas, las cuales encuentro colocadas a los pies de una gran butaca al lado de una estantería llena de libros. Cojo las botas y salgo del cuarto para intentar averiguar donde diablos estoy, pues no recuerdo haber venido aquí.
Camino lo que parecen ser kilómetros, ¡esta maldita casa es interminable! Abro todas las puertas que me cruzo para descubrir que esconde su interior, que por supuesto, se trata de algo increíblemente lujoso. ¿Es que acaso me he muerto y esto es lo que me toca? Doy una vuelta sobre mi misma observando el lugar y enseguida descarto esa idea, si yo muriera probablemente estaría en un lugar lleno de llamas y con un jefe con cuernos y pezuñas de cabra negras. Continuó caminando por el pasillo cuando veo como se ensancha al final, dando paso a una sala de estar. Bajo los dos escalones de madera y camino hasta el centro de la sala. Mi boca se abre de asombro ante lo que mis ojos están viendo. Hay dos sofás, enormes y blancos, frente a ellos una mesilla de cristal y una chimenea sobre la cual descansa una enorme televisión de plasma.
Paso mis dedos por la fila de CDs que hay junto al equipo de música, después repito el mismo movimiento sobre los libros mientras observo los cuadros, fotos y trofeos que adornan las estanterías y paredes. Casi todas las fotos son de las mismas cinco personas, cinco chicos bastante atractivos con diferentes poses. Me detengo frente a un cuadro en el que también aparece su foto, tras ellos, el nombre One Direction escrito con letras grandes y rojas. Creo haber escuchado a alguna colegiala hablar de ellos, pero hasta ahora no los había visto en mi vida. Sin duda la persona que vive aquí debe de estar obsesionado con ellos. Mi atención se centra en uno de ellos, es alto, delgado y con barba, su rostro es masculino y sexy, su mandíbula perfecta y sus oscuros adornados por largas pestañas y una mirada misteriosa lo hacen irresistible.
Continúo con mi inspección y camino hasta la cocina, la cual es abierta. Voy directa a la nevera y la abro. Todo lo que hay en ella es verde, absolutamente todo. Verdura, más verdura... Abro los cajones de la parte de abajo y, oh vaya, mas verdura. Ruedo los ojos y antes de cerrar la nevera de nuevo cojo una botella de agua, desenrosco la tapa y bebo directamente de ella. Abro todos los armarios y cajones y rebusco entre ellos, todo lo que encuentro es café, aceites de no sé qué extracto, paquetes de pasta sin abrir. En la isla que hay en el centro, encuentro un cuenco con y fruta, mucha fruta, sobre todo plátanos, manzanas y arándanos. Le doy otro sorbo a la botella y cojo una manzana, le doy un mordisco y la dejo de nuevo sobre el mármol. Seguidamente ojeo el libro que hay a su lado.
— Lo sé. — Ruedo los ojos al reconocer esa voz. — No parece de esas personas. — Habla molesto, y por alguna razón eso me hace reír. — ¿Y que se supone que debía hacer? ¿Dejarla en la calle? Necesita ayuda, Gem. — Ahora soy yo quien se enfada frunciendo el ceño, si se refiere a mi se equivoca, yo no necesito ayuda. — Eso no importa, sólo quiero ayudarla, puedo manejar esto.