El mañana

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-Si pudiera cambiar el pensar de las personas, no lo habría conocido-anónimo.

Sólo tenía diez años cuando empecé a soñar, eran las veinte y tres horas yo procedía a acostarme. Espere a que mi mente entrara en un profundo sueño, del cual no pude escapar; en el me encontraba en una especie de cubo blanco que me producía malestar.

-¡Hola! ¿Hay alguien aquí? pregunté desconcertada.

Pero sin respuesta alguna me quede caminando sola en ese cubo que no parecía tener fin. Mi preocupación comenzaba a consumir mis pensamientos y deseando desaparecer de ese horrible sueño. En uno de mis últimos pasos, siento que el suelo comienza a tragarme, mire debajo de mis pies y había una especie de arenas con agua.

-¡¡¡Auxilio, por favor, que alguien me ayude!!!-grite desesperada.

Y cuando estaba apunto de dar mi último respiro, una mano me tomó y me removió de las arenas.

Hay yo estaba volando en los brazos de un ángel, mi ángel, el cual me dijo:

-Todo estará bien-.

Después de ese suceso me desperté tomando en mis manos mi corazón y viendo el reloj que marcaba las doce horas en punto.

Dos años más tarde experimenté el mismo sueño, que me dejó impactada por el recuerdo. Caminando en la blancura de la inmensidad, grito en busca de respuestas. Después de tantos pasos dados me encuentro con las tan poco amables arenas movedizas. Me sumerjo más rápido que la ves anterior y solo alcanzo a pedir ayuda una vez, en el mismo instante en que mi ángel toma mi mano que sobresale de la oscuridad de mi corazón. Logro ver su pecho y su sonrisa que me decía una vez más:

-Todo estará bien-.

Al instante en que me despierto comienzo a sentir un dolor en mi cabeza que me hace sostenerla y viendo el reloj que marcaba nuevamente las doce horas. Otros dos años pasaron en un parpadeo, yo acostada tratando de encontrar al sueño, hasta que el me encontró. Era el mismo que hace tantos largos años, yo ya no sabia que hacer, mi confusión no me permitía mover mis piernas, hasta que me sentí impulsada por una extraña energía. Di el primer paso, donde aparecieron las arenas que a una velocidad increíble no me dejaron pedir ayuda, por primera vez comencé a quedarme sin respiración.

Mi ángel apareció salvándome, por primera vez pude ver su rostro, su cuerpo junto al mío y su expresión tan dulce que me repetía como esos años en el pasado:

-Todo estará bien-.

Desperté desde ese instante, sentía que me quedaba sin respiración.

Ahora tengo quince años, no he comentado a mis padres los sucesos que e vivido, ya que ellos jamás lo entenderían. Después de mi divertida fiesta de quince proseguía a descansar, con una gran sonrisa en mis labios para consolidar el sueño.

Abrí mis ojos más que nunca ya que yo no me encontraba en mi cama, sino en el cubo blanco de mis pensamientos. Camine y camine en busca de mi ángel, pero sin señal alguna de él o de las arenas ya me empezaba a preocupar.

En el final de mi parpadeo veo a mi ángel a lo lejos, camine hacia él esperando respuestas pero por mas que caminaba no lograba acercarme, me sentí preocupada y comencé a correr, aun así seguía lejos de él.

Hasta que tropecé con algo, mire al objeto que me hizo caer, era un espejo, el cual alrededor tenía unas escrituras muy extrañas, mirándome en el observé a una chica idéntica a mi solo que tenia una vestimenta muy extraña y ojos de color dorado muy particular. De la impresión que me dio solté el espejo el cual se rompió en mil pedazos. Voltee y mi ángel se encontraba más cerca de mi, di un paso, estaba frente a mi, me tomó en sus brazos con mucha fuerza, yo me quedaba sin aire pero no por su abrazo sino por el rápido latido de mi corazón.

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